lunes, 29 de abril de 2013

Hay quienes no se rinden ni se entretienen maldiciendo; de ellos es el único futuro posible.




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No sé algún día la verdad será visible para la mirada obtusa. Para el rebufo de la miseria. Tampoco sé si mi querido y agotado país atinará a despertarse y a salir del cementerio, para comprobar que está vivo y que no le han enterrado ni incinerado... todavía. 
Nadie puede "salvar" lo que sólo uno mismo puede cambiar.

Asombra comprobar que los medios de comunicación no se den cuenta del papel tan importante que tienen a la hora de analizar y mirar la situación del mundo y de su entorno inmediato. Por una parte, es imprescindible que informen con toda imparcialidad y transparencia, y por otra, que ayuden al cambio de mentalidad, de inclinaciones sociales, de hábitos y de conciencia personal y comunitaria. 
El informador en esencia, es el profeta de la antigüedad, el augur, el asesor, el analista, el consejero, que era capaz de avanzar el futuro, de animar o de hacer reflexionar a los dirigentes, reyes y emperadores. Era intuitivo; clarividente. Podía obligar a los poderosos a escucharle, y era capaz de hablarles con toda claridad cuando criticaba las injustas decisiones o la crueldad irresponsable y los vicios indecentes del poder, sin miedo ni connivencia. Cualquiera de esas dos ataduras, les hubiese privado de la fuerza y de la auctoritas que les hacía imprescindibles y necesarios, ricos en ideas y generosos en el servicio a los pueblos donde vivían mucho más como servidores públicos que como trepas exhibicionistas hacia el poder, como felpudos de los que mandan y compran todo lo que se vende. Por eso ellos han pasado a la historia humana con un halo providente y solidario, como benefactores, al contrario que  reyes, validos  y caudillos, que no alcanzan nunca esa estela generosa y noble del verdadero guía social. Son amanuenses de la violencia.

En nuestros días el informador tiene -o debería tener- esa misma función. Sin embargo la prensa sea, escrita, vista u oída, parece que no lo acaba de encajar. Tal vez porque ya no se estila la vocación sino el medrar, tal vez porque lo que cuenta es la exhibición y el brillo, y no el oficio noble de abrir puertas y ventanas al aire de la evolución. Tal vez sea porque no se cultiva la tierra del interior, sino solamente los fuegos artificiales y la tierra media de la noticia, que hoy es  un chispazo y mañana no es nada. Y esa prisa por cazar el último minuto de la actualidad reduce la sustancia del presente  a ceniza en el mismo instante en que se produce el inmediato relumbrón al minuto siguiente. Una superficialidad obligatoria sin un respiro para ver la perspectiva de lo que se está produciendo ni las consecuencias que eso tiene en los ciudadanos y en uno mismo como informador que debería formase constantemente en medio del vaivén diario sin dejarse aplastar por el peso de lo que va llegando a sus manos.

Imaginemos qué sucedería si en medio de una epidemia, cada enfermo que llegase de urgencias produjese un enfado, un ataque de rabia incontrolada o una depresión en el personal sanitario que debe atender a todos. Y que los médicos, enfermeros y auxiliares técnicos, camilleros, celadores y los que preparan vacunas o tratamientos adecuados y análisis en los laboratorios, en vez de emplearse intensamente en encontrar soluciones, se dedicasen a lamentarse con los pacientes "Ay, qué mal le veo, buen hombre. Y pensar que está usted así por culpa de un virus malnacido, aprovechado y canalla que vive de vampirizarle...Y pensar que si no fuese por esas bacterias repugnantes y parásitas estaría usted como una rosa...o "la verdad es que está usted fatal, buena mujer, que el hospital se ha colapsado, que no damos a basto, que no podemos más, porque el gobierno es un desastre. Nosotros estamos hechos trizas, como ustedes y temblando de miedo al contagio. Ya se han suicidado algunos pacientes al no poder ser atendidos y nos dicen que la cosa va a mucho peor".
Sigamos, e imaginemos que entonces, los ciudadanos que todavía están bien, al ver la insuficencia de la sanidad y la actitud del personal de servicio, se lanzasen a cooperar, a montar centros paralelos de atención primaria en las asociaciones de vecinos, a ir a las casas donde hay enfermos a los que no se ha podido hospitalizar, que ayudan en la higiene, en la alimentación, en la atención y empiezan a recuperar a algunos enfermos, que se curan y , a su vez, comienzazan a cooperar en la ayuda a los nuevos enfermos. Sigamos imaginando que esto llega a oídos de los sanitarios agobiados y aperreados en los hospitales, y que en vez de alegrarse y sentir un alivio por todos los que se están curando, se dedicasen a seguir el despotrique, desanimando a los pacientes que llegan y quitándoles la esperanza de curarse "porque la cosa está muy mal y no se pude hacer nada, a pesar de que algunos grupillos de "jóvenes" perrosflautas, están jugando a los médicos, pero quiá, nadie los va a tomar en serio, porque lo que ocurre es muy gordo, muy malo y muy horrible, tanto, no vale la pena molestarse por mejorar lo que nunca va a mejorarse. Porque los enfermos no salen a protestar y son los que deberían hacerlo, y no los "niñatos" perrosfluatas, entre los que hay bastantes locos adultos que parece mentira que a estas alturas aún no se hayan dado cuenta de que esos gestos idealistas son inútiles y no sirven para nada.
Mientras tanto los compasivos y serenos ciudadanos, sin darse por aludidos, acogen a los desesperados, comparten con ellos su tiempo disponible, se reúnen y encuentran salidas que los "técnicos" del malaugurio, aún teniendo los mejores medios, no son capaces de encontrar, porque enredados en sus esquemas inamovibles no son capaces de aprender nada nuevo y asfixian la esperanza que es la base del trabajo y de las soluciones. Es verdad que, los voluntarios  no están acabando con la epidemia, pero están recuperando la salud de los machacados por ella. Y cada uno que se salva y se cura, se añade al grupo. Sin embargo esa realidad no interesa ni es noticia porque no salva a todos de un golpe "mágico",  sino cada día y poco a poco, porque la verdadera salud no se recupera al instante, es un proceso de cambio hasta la total recuperación.

Para comprender todo eso, hay que tener paciencia y serenidad. Formarse como ser humano cada día. Mirar dentro. Cambiar en uno mismo lo que haya que cambiar, sin complejos, sin miedos, sin orgullo ni tontunas que están de sobra. Recopilar la información que explica los síntomas, las causas y los factores de riesgo y así, informar a los pacientes y a los sanos, y no desfallecer ni desmotivarse, porque no se consigan resultados al instante en plan purga de Benito. Ni porque en el hospital desastroso, haya enfermos que se suicidan por falta de atención, porque ningún médico les ha dado ánimos, ni les ha sonreído ni les ha dicho, "tu vida, tu dignidad y tu salud, valen más que los virus y su imperio asesino. Y juntos, tú y nosotros, lo vamos a superar, porque no estamos solos, en los barrios ya hay muchos  que se curan porque sus vecinos también les cuidan y comparten su tiempo, sus recursos y su atención. Parecían ignorantes con buena voluntad, pero gracias a ellos, la esperanza ha sido posible. Y el virus es cada vez menos activo, lo están derrotando con higiene y cuidados. Y es el mejor tratamiento porque los virus no  son sensibles a los fármacos. Sólo se desactivan cuando crecen las defensas y el ánimo de los enfermos" 

Los medios de comunicación pueden ser fuente de vida, de ánimo, de salud, de alquimia de emociones y de angustias; pueden animar a los que están hundidos o acabar de rematarlos.
Algún día la conciencia despierta de la humanidad hará que la información sean vitaminas para fortalecerse, una herramienta para crecer y madurar y no una ensaladilla de egos adobados con sosa caústica para destrozar el alma social y el equilibrio de la mente individual. 

El universo es un hervidero de ondas inteligentes y magnéticas y su energía no sólo es cuántica, sino que en ella prima más que el "cuánto", el cómo, la calidad de lo cuantificado, que es un factor modificante absolutamente decisivo. Por eso nuestra sociedad, basada en "el tanto" y en "el cuanto" no puede salir de su propio laberinto, por eso, las crisis se repiten en una espiral cada vez más dramática y sin solución real, sino con aplazamientos cada vez más trágicos. Por eso, cuando se usa esa energía mental orientada hacia los más sombrío, hacia el pesimismo crónico, hacia el cenizo vital, se está haciendo vudú contra ese futuro que tanto duele perder. Contra uno mismo. Se está bloqueando el camino que se intenta despejar. Si el lodo impide el paso, no lo aumentes, quítalo de en medio. Limpia y despeja. No acumules más basura, porque esa basura acabará por absorberte sin que te enteres.

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