La situación
¿Es tan mala la situación política, económica y social como muchísimos afirman? Evidentemente, sí, aunque podría ser peor. Y estamos camino de ello si no se pone remedio. Se nota día a día. Hoy estamos peor que ayer, pero menos que mañana, parodiando la máxima de amor.
¿No será cosa de rojos, indignados y descontentos profesionales esta
opinión? A la percepción y criterio de la gente hay que remitirse para
encontrar la respuesta. Da la impresión de que el barco ha naufragado,
y, casi, no ha habido muertos, pero la totalidad de pasajeros que
constituyen la población española nada en alta mar tratando de buscar un
asidero o de llegar a la lejanísima costa. Los capitanes y tripulación
política del barco nos dicen por potentes megáfonos que mantengamos la
calma, que pronto nos rescatarán. Pero las comunicaciones están cortadas
y el cielo se presente ennegrecido. Como en el Titanic y tantos otros,
los pasajeros de primera clase ocuparon los botes y ya han desaparecido
de nuestra vista. Solo llega el eco de sus risas. En ellos se fugaron
banqueros, capellanes, tenedores de sicavs y clientes de paraísos
fiscales, la realeza, todos los enriquecidos estafadores. Los demás, la
gran masa social, o se hacen el muerto o nadan fatigosamente sin rumbo.
Pasan entre los despojos que causaron las injusticias, entre las
reformas laborales fracasadas, entre el proyecto de ley electoral nunca
tramitado, entre un ejemplar de la Constitución que ya es papel mojado,
entre las corrupciones amontonadas, entre todo el espectro de lo que
era, y aún es, España.
No llega nadie en nuestro auxilio, la noche se echa encima, aún
quedan tiburones que pasan veloces, los náufragos siguen confiando en
que algún milagro sucederá. El capitán Rajoy y su tripulación, con el
grumete González-Pons agitando banderas, el contramaestre Rubalcaba, los
disidentes autonómicos no saben qué hacer, la economía ya no tiene
fuel-oil, las medidas sociales y culturales se han agrietado, la sala de
máquinas de la política está anegada de tanto fraude inconsistente y
adulterado, y la rosa de los vientos no señala sino desconcierto y
desconfianza. El mar aún está calmo, pero pronto se embravecerá, la
tormenta está a punto de estallar, y la inestabilidad de España será una
realidad. Ni había pan para tanto chorizo, ni chalecos salvavidas para
todos ni boyas a las que agarrarse. Solo queda la protesta, solo queda
la revolución, antes de que el mar se trague todo. Antes de que el agua
del océano se convierta en llanto. No nos dejemos sugestionar: el
capitán del barco, todos los capitanes del barco, no han hecho los
deberes, nos han engañado.
Y, concienciados, empezaron a nadar desesperadamente hacia un nuevo
Estado, un nuevo país, una nueva república sin los vicios ni abyecciones
anteriores. Al fondo se divisaba una tenue silueta. Eran 40 millones de
náufragos, 40 millones de pequeños quijotes, llegados como botellas con
mensajes de socorro a la isla de robinsones a aquel país sin reyes ni
templos, sin necesidad de escraches, de farmacias gratuitas, sin bancos
ni preferentes, de amor y reproducción libres de prejuicios, de
pertenencia voluntaria, un país de iguales, sin codicias inoculadas,
libres de culpa, un país escarmentado y vacunado, un país en el infinito
de lo posible. El futuro, en forma de utopía, había comenzado.
________________Gota de FELIPE, EL POPULISTA: ¿Por qué tiene que aguantar un niño presión en la puerta de su casa?, pregunta Felipe González respondiendo a una pregunta. Pide que las movilizaciones no impliquen violencia contra las personas.
¿Y por qué el 20% de los niños españoles tienen que vivir en situación de pobreza, en la que no está ninguno cuyos padres sufren escrache?
¿Por qué le preocupa tanto de lo que ocurre de puertas afuera y no dice nada cuando una madre los ahora o un padre los descuartiza?
¿Por qué no dice nada de las horas que se pasa un niño frente al televisor y antes de llegar a los 15 años ha visto 100.000 asesinatos y otros casos de violencia?
¿Por qué no protesta cuando el obispo de Alcalá, Reig Pla, compara derogar la ley del aborto con abolir la esclavitud?
¿Por qué no protesta por los niños que son desahuciados de mala manera porque sus padres que se han quedado sin trabajo no pueden pagar la hipoteca? ¿Por qué no lo arregló cuando gobernaba?
¿Ha protestado alguna vez por la pederastia del clero?
¿Por qué en Canarias, en las vacaciones de verano los niños tienen que ir al colegio para poder comer?
¿Por qué tienen que llevar una mísera comida en un tupper porque no pueden pagar la del colegio y les cobran por calentarla en el microondas?
¿Por qué cuando un niño, por desgracia, sufre una enfermedad de las llamadas ‘raras’ sus padres tiene que recurrir a la ayuda de vecinos y amigos por medio de una suscripción para que el niño sea atendido?
¿Por qué hay niños que por todo regalo de Reyes reciben un caramelo?
Y tantos otros niños desamparados que reciben la presión de los mayores. ¿Ha protestado alguna vez Felipe?
Felipe, ¡quién te ha visto y quién te ve! Aquella época en que eras la esperanza blanca y ahora eres un servil capitalista.
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