Hoy quiero iniciar una sección de filtro, donde se pueda ir mirando las analogías que hay entre los abusos del poder y los abusos de los que permiten que el poder abuse. O sea, del microabuso que crea el caldo de cultivo para que se produzca el macroabuso generalizado y, viceversa, el abuso generalizado que permite convertir el abuso en modus vivendi con toda la naturalidad del mundo.
Creo que para sanarse hay que identificar la sintomatología de la enfermedad; sin ese proceso ni si quiera se sospecha la posibilidad de estar enfermos y mucho menos la de acudir al médico y explicarle lo que a uno le pasa, porque si desde pequeño se está acostumbrado a toser, a tener fiebre y molestias, dolores y achaques, se está convencido de que eso es lo normal. Se ha aprendido a convivir con la enfermedad sin sospechar que no es salud, porque nunca se ha estado sano.
El caso Cotino.
El responsable político de una investigación trucada y manipulada sobre el accidente del metro en Valencia, que no se hace responsable de nada. Que miente ante la evidencia y se calla cuando le preguntan. Con la cobardía de quien no tiene argumento coherente alguno para rebatir nada. Así, el que calla otorga. Y construye un patrón de comportamiento social si lo hace desde un puesto institucional o/y político.
El caso semáforo.
Ayer en pleno chaparrón y cayendo chuzos de punta, en un paso de peatones con el semáforo en rojo, un conductor se detiene amablemente, en medio de la tromba de agua, compadecido de los peatones, que sin paraguas, esperan a que el semáforo cambie y les hace un gesto para indicar que pueden pasar. Dos mujeres que están paradas esperando el cambio de color de la luz, para poder cruzar, se ponen a increpar al conductor del coche: "Pero ¿qué quieres, qué haces, por qué no pasas, idiota?" . Se ha desarrollado un atomatismo tal que cuando una situación crea imperativos de emergencia o de cambio instantáneo no existen recursos para afrontar otra nueva cara de la realidad. Los actos y aprendizaje mecánicos y sin conciencia, dan lugar a una rutina fatal que impide el desarrollo de reflejos adecuados a a cada situación.
El caso peluquería.
En una peluquería céntrica muy frecuentada y prestigiosa, los peluqueros y peluqueras que habitualmente atendían, desaparecen de golpe. El cliente pregunta por ellos, y los nuevos peluqueros, que son chavales casi adolescentes, explican que los peluqueros/as de siempre ya no trabajan allí porque no les han renovado el contrato. Poco a poco ves que los chavales no tienen ni idea de cortar, que dudan constantemente al preparar los teñidos capilares, que no se aclaran con el funcionamiento de los secadores y que lo único que saben hacer con pericia es lavar el pelo. Por eso todos los clientes están con el cabello mojado, esperando ser atendidos, y sólo alguno de los chavales se atreve tímidamente a cortar, peinar, o secar, mientras el resto pulula nervioso por el establecimiento, sin saber cómo entrar al trapo de su oficio recién estrenado. Podría ser un guión para una peli de Cantinflas, pero no, se trata de que la empresa de peluquería, aprovechando "la crisis" ha rescindido contratos que ya debían convertirse en fijos, y en lugar de contratar profesionales, se ha convertido en un centro ocupacional, donde los chavales van a aprender el oficio de peluqueros, pagando por las clases, por supuesto, que les cuesta una pasta a sus padres. Y por otra parte, sin advertir a nadie sobre el cambio de orientación del negocio ni adecuar la relación entre precio y calidad, siguen cobrando a los clientes los mismos precios que cuando el servicio estaba a cargo de buenos, eficientes y expertos profesionales. Sin el menor empacho ni miramiento. Sin que para nada la conciencia asome por ningún lado. Como Cotino, como las señoras autómatas del semáforo.
El caso del porro.
En un parque público de una ciudad como Valencia, corrompida desde la cúpula hasta la bodega, hay dos chicos jóvenes sentados en un banco. Están fumando. Dos policías municipales se les acercan y les amenazan con una multa o la cárcel por consumir droga en un lugar público. Uno de los polis lleva en el bolsillo de la camisa un paquete de tabaco. El día anterior se había destapado el caso Bárcenas y toda la lista mugrienta de sus "porros" morales. Dos señoras mayores que pasan por delante, se acercan al grupo y preguntan qué pasa. Los policías responden de muy malos modos, que circulen, que a ellas el caso ni les va ni les viene. Ellas no se van y afirman que como ciudadanas, sí les importa el caso, porque el tabaco es droga y se permite fumar en público y a nadie le preocupa el daño que hace a los no fumadores y que si tienen esa permisividad con el tabaco fumado en público, ¿por qué se ensañan con el haschis, si además los chicos no estaban ahumando nada más que a sí mismos? "Recibimos órdenes, señoras". "¿Por qué no vais a amenazar con la cárcel a Bárcenas, que os roba o a Cotino, a Blasco y Fabra, que con vuestros impuestos y los recortes en la escuela de vuestros hijos y en la asistencia a vuestros padres, se están poniendo las botas?" La pregunta no obtuvo respuesta. Los polis se marcharon en silencio. El escrache dio resultado.
El caso del DNI.
Hay que renovar el documento de identidad. Se va a una comisaría y el policía de información dice que sólo han dado cuatro números para el día. Entonces se va a otra comisaría, la mesa de información está vacía y nadie puede atender. Las personas que esperan han accedido a la atención a través de una llamada para pedir cita previa en una línea 902, que es carísima (*). Deben darse números, pero no hay. Se abre una puerta y sale una mujer policía a la que se pregunta como acceder a un número para ser atendidos; sólo por cita previa, a la que se accede por dos métodos: llamada al 902 o por internet, en cuya dirección sale una página imposible de contactar. De modo que o llamas a la fuerza al 902 o sólo a las ocho de la mañana se puede tener la bicoca de que acceder a un número, pero restringidísimo, porque cada día dan sólo cuatro.
Teniendo en cuenta que el DNI es el número con que el Estado nos marca como al ganado, no para beneficio del ciudadano, sino para comodidad funcionarial y comercial, es el colmo que además haya que pagar al sector privado por usar una línea comercial, en vez de un teléfono gratuito, y al estado, diez euros, 1500 antiguas pesetas, por el trámite de controlar tus datos, que luego usan y venden a empresas privadas, para enviar publicidad y asediar con ofertas agresivas de hidroelétricas, gas, teléfonos, etc...
Es patética la resignación y la obediencia ciega, con que las víctimas de estos timos públicos explican el proceso, los viajes en balde, los tiempos perdidos. Y lo poco que se plantean porqué les sucede todo eso y la relación que hay entre Cotino, la falta de reflejos sensibles de las personas, el timo de la peluquería, el abuso policial a sueldo de una falsa democracia y el del DNI.
No deseo atacar a nadie, por eso no doy nombres ni detalles personales. Lo de menos es "quien" lo hace, lo de "más" es que eso sucede en nuestro entorno con una "normalidad" terrible. Que todos conocemos y vemos cosas así y no pensamos ni actuamos para señalar el mal que se sufre; para decírselo a quien lo hace y para no hacérselo a otros. Podemos ir despertando y estar atentos a los mecanismos automáticos que nos impiden despertar, crecer y madurar como personas y como sociedad. La educación es constante. No sólo en la escuela, en la infancia y en la juventud. La educación es la pedagogía misma de la vida en común, el mismo convivir, teniendo como meta el bien social, que incluye, obviamente, el bien propio.
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902
Número único. El coste se aplica a quien llama. Es conocido como número universal porque no cambia, aunque la empresa cambie de domicilio social. Desde el 1-1-2008, la tarifa es idéntica a la de una llamada nacional.
No todo el mundo sabe que los números 901 y 902 NO son gratuitos (al contrario que los 900) y además de ello, desde muchos puestos de trabajo y teléfonos con centralita no son accesibles.
Tampoco mucha gente sabe que los números 90X son números virtuales y como tales necesitan tener asociada una línea convencional a esos números. Por tanto TODOS los números 900 y 800 tienen un número "normal", cuyo receptor desconoce qué número se ha marcado.
Para colmo, ciertas empresas suministran líneas 902 "retribuidas", es decir, la empresa propietaria del número 902 cobra por llamada recibida (por ejemplo, 0,003 €/llamada a partir de 3.000 llamadas). También que existe remuneración por volumen de minutos, es decir, la empresa propietaria del número 902 cobra si ha recibido más de 500 minutos de llamadas. Así que ya sabéis el porqué de los 10 ó 15 minutos de espera hasta ser atendidos por la operadora de turno. (fuente: http://www.902factory.com/tarifas-902/)
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