Podemos distinguir dos niveles evolutivos en nuestros comportamientos, según el grado de despertar en el que estemos. No se trata de ser "los mejores" ni "los peores", se trata sólo de reflexionar sobre nuestros estados conscientes y cognitivos. De aparcar las comparaciones y empezar a reconocernos por dentro y en la relación con los demás.
Hay personas que producen ideas originales y hay personas que reproducen recetas aprendidas. Hay inteligencia y hay talento en todos nosotros, en mayores o menores dosis, pero siempre se pueden aumentar y estructurar con la constancia, la paciencia y la humildad. Muchos creen que también con la ambición, pero no es así; la ambición es un bloqueo de la inteligencia que sirve al ego sustituyendo a la voluntad. Un deseo egocéntrico de llevarse el gato al agua por encima de todo, también por encima del prójimo que según la ambición, "se interpone" entre ella y el objeto de deseo o de necesidad. No es "mala", es precaria y bloqueante, porque nos ciega, nos impide ver la realidad, obnubilados por ella misma, por la ambición, por "conseguir" sus objetivos. Y así las ramas enredadas no permiten ver el bosque en que nos hemos perdido. La ambicción no funciona con ideas originales, porque ella misma entorpece su nacimiento y su fluir. La ambición, funciona con recetas que encuentra y copia. Y reproduce a imagen y semejanza del "modelo" más adecuado a su visión que es obviamente, muy limitada. Por eso los ambiciosos siempre necesitan un motor externo que les empuje, que les inspire y les "acompañe", como se necesita un maestro que nos enseñe o un guía que evite que nos perdamos por el desierto o en cualquier exploración. Necesitamos recetas y fórmulas cuando estamos todavía subdesarrollados; no es nada malo, es evolución, simplemente. Lo verdaderamente problemático es que sea la ambición de nuestro subdesarrollo la que nos convenza de que somos la repera, de que siempre tenemos la razón y estamos en lo cierto, cuando ni siquiera distinguimos la idea original de la receta copiada.
Cuando personas adictas a la receta y abducidas por su ambición adquieren un cargo público o una responsabilidad de gobierno o de gestión a nivel alto, las cosas empeoran inmediatamente. No tienen capacidad para generar las ideas optimas e imprescindibles y su ambición egocéntrica no las deja reonocerlo, les impide buscar asesores más inteligentes y sabios que ellos, y si los buscan los eligen siempre con un nivel inferior al propio o sea, asesores-corropboradores-aplaudidores que les doren la pildora y les den la razón en todo. Buscan más el reconocimiento de su poder y de su falsa valía , que la solución inteligente de los problemas, que facilita el buen común. Entonces se dedican a la búsqueda de la "receta mágica" y a la repetición de las fórmulas que dieron resultado en sociedades y momentos históricos completamente distintos para gobernar, para salir de una crisis, para tapar agujeros sin sanear ni ser capaces de cambiar el tejido deteriorado sin montar la de San Quintín, sobre todo, cuando los cambios sociales y económicos requieren también el sacrificio del gobernante; por ejemplo, la dimisión, la cesión de poder a otros más capaces, la coalición y el consenso. Algo imposible para la ambición que sufre el síndrome del gallo de morón, cacareando y sin plumas. O del rey desnudo paseando en medio de la ciudad, mientras está convencido de que sólo los "inteligentes" ven su traje maravilloso.
Las recetas pueden ser muy útiles cuando hay inteligencia y conocimiento para aplicarlas, modifcarlas, renovarlas y adaptarlas a las necesidades, pero son letales cuando se aplican a lo bestia y porque sí. En esos casos es necesiaria la idea. El descubrimiento; el aporte original para el caso nuevo e inédito. El hallazgo que Descartes definía con una gran claridad. Ese conocimiento instantáneo que no se ha aprendido ni nos lo da la experiencia ni el estudio; aunque ambos ayuden a que se llegue a descubrir , porque abonan el terreno del descubrimiento, la actitud del descubridor y preparan la mente y la sensibilidad para percibir lo nuevo, distinguirlo de lo viejo y ponerlo a funcionar.
Las ideas son la voz y las recetas, el eco, los ecos variados y múltiples de la misma voz original. Para convertirse en Voz, hay que dejar de ser eco. Es decir, hay que llegar al silencio interno, donde los ecos y la ambición desaparecen, el paisaje se desnuda de aditivos y distracciones. No hay trastos, todo es diáfano y así se manifiesta lo Real con una nitidez inconfundible que no deja ninguna duda, como pasa con el resto de funciones del pensamiento, -sigo citando a Descartes- de las que es sanísimo dudar como método y como educación para nuestro ego, tan capaz de vendernos la cabra en cualquier momento. Nuestro ego no puede alcanzar el estado de lo Real. Y nosotros tampoco mientras no le descubramos y le desmantelemos el kiosco cada vez que intenta sus jugadas.
Es evidente que un sistema político vendido a la ambición y de espaldas a la inteligencia, incapaz de valorar la educación y la pedagogía de lo Real, se mueva sin remedio en el mundo de la recetas y los ecos, del inmovilismo mental y de conciencia. Un gobierno que se gasta en toros lo que recorta en escuelas, ni siquiera es capaz de distinguir las buenas recetas de las perjudiciales. Repite las fórmulas que funionan en otras sociedades muy distintas intentando que den los mismos resultados en todas partes. Y ya estamos viendo lo que ocurre cuando se actúa desde la ambición, la cerrazón mental, la rivalidad, el pique y el "y tú más". Desde el encefalograma plano. Recetas sin ideas y ecos sin Voz.
Un borracho casi a media noche está husmeando el suelo bajo una farola. Un viandante le pregunta :" ¿busca usted algo que se le ha perdido?", "Sí,", -dice el borracho- busco la llave de mi casa que he perdido en el parque" , "Y si la he perdido en el parque,, ¿cómo está usted buscándola a quí?"; "muy sencillo: en el parque no hay luz". (cuento sufi)
Un borracho casi a media noche está husmeando el suelo bajo una farola. Un viandante le pregunta :" ¿busca usted algo que se le ha perdido?", "Sí,", -dice el borracho- busco la llave de mi casa que he perdido en el parque" , "Y si la he perdido en el parque,, ¿cómo está usted buscándola a quí?"; "muy sencillo: en el parque no hay luz". (cuento sufi)
¿Cómo superarlo? Descubriendo nuestro silencio interno y dejando que nazcan ideas dentro de nosotros. Porque cuando eso sucede, el mismo poder y la misma fuerza de la Idea original es la llave del cambio verdadero.
A un gobierno y unas instuciones mediocres y garrulos, sólo puede derrotarlos y reeducarlos, la inteligencia social e individual. No hay otra salida.
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