lunes, 13 de enero de 2020

En una verdadera democracia es fundamental la escucha y el respeto más allá del paripé y el dogmatismo enrocado en los egos, su violencia su justicia como venganza y su miseria social y política. Las reflexiones de Oskar Matute son impecables y sanísimas. Ojalá la derechona tuviera su mismo nivel de conciencia, claro que entonces esto no sería España, sino Alemania, Suecia, Austria (sí, Austria que es de derechas también pero ¡qué derechas!) Escocia o Finlandia, of course...



Oskar Matute (Barakaldo, 1972) es desde 2009 líder de Alternatiba, uno de los cuatro partidos políticos que integraron EH Bildu en 2012. Los otros tres son Sortu, Eusko Alkartasuna y Aralar, este último disuelto en 2017. Durante su trayectoria política Matute ha sido miembro del Parlamento Vasco y del Congreso de los Diputados –cargo que ocupa actualmente como diputado de EH Bildu–. Antes de eso, también fue parlamentario por Ezker Batua (Izquierda Unida) y fue uno de los insumisos que hace ya 30 años plantaron cara al sistema y dijeron "no" a la mili, además de pertenecer al movimiento social de carácter pacifista Lokarri.
Matute ha protagonizado esta semana uno de los discursos que más polvareda han levantado durante el debate de investidura de Pedro Sánchez, una intervención que, según describe, estuvo "medida y ajustada al tiempo político que desde la izquierda soberanista independentista" tenían que trasladar, a pesar de las múltiples críticas que ha recibido desde la derecha. Durante la entrevista Matute muestra cierta esperanza ante la posibilidad de que dos de los temas que más defiende su partido –el fin de la dispersión de los presos y el derecho a decidir–registren novedades con la llegada del nuevo Gobierno progresista de coalición del PSOE y Unidas Podemos.
Tras su intervención en el debate de investidura le han llamado "filoetarra" y algunos diputados se levantaron y se fueron. ¿Cómo se sintió?
Bien. Que tenga el poder o el efecto de desalojar a Vox de las instituciones me parece positivo, pero vamos, no soy tan engreído. Imagino que era una táctica para intentar que no tuviera eco lo que teníamos que decir. Yo hice lo que tenía que hacer. Creo que la intervención estuvo medida y estuvo ajustada al tiempo político y las necesidades que desde la izquierda soberanista independentista teníamos que trasladar con un mensaje claro al conjunto del Estado español. Un mensaje que desgraciadamente pocas veces llega y que cuando llega, llega distorsionado. De ahí vienen todas esas descalificaciones gruesas, sobre "filoetarra", "terrorista", "asesino", así como otras cosas que me regalan en las redes sociales. Pero bueno, yo estoy tranquilo. Al final uno tiene que tiene que rendir cuentas ante su conciencia y ante poca gente más y tengo la conciencia muy tranquila.
Además, Adolfo Suárez Illana les dio la espalda a usted y a su compañera Mertxe Aizpurua...
Yo creo que con eso muestran la dificultad que tiene la derecha para aceptar la pluralidad ideológica. La derecha española actual nace y bebe de las fuentes de la derecha española de principios del siglo XX y a nadie se le debe olvidar que se alineó con el régimen y con el alzamiento fascista. No ha hecho esa transición democrática. No ha hecho ese paso democrático y, por lo tanto, yo creo que tienen desde ese tiempo hasta ahora una dificultad evidente para aceptar la pluralidad ideológica. Este señor no hizo sino expresar con su acción que la derecha española tiene serias dificultades para aceptar la democracia, la libertad de expresión y para aceptar la pluralidad ideológica. No me preocupa demasiado. Me parece positivo que hayan sido muchas las personas que han podido ver cuál es su talante.
Usted forma parte de Aternatiba, fue miembro del colectivo cívico y pacifista Lokarri y siempre ha rechazado la violencia. En su discurso en el Congreso pidió en nombre de EH Bildu "verdad, justicia y reparación" para todas las víctimas: las de ETA, las del GAL, las del Batallón Vasco Español...
Sí, pero no es novedoso que yo haya sido todas esas cosas y tampoco es novedoso que yo dijera en nombre de EH Bildu "verdad, justicia y reparación". De hecho, puse el ejemplo del acto en memoria de las víctimas que se celebra cada 10 de noviembre en el Parlamento vasco, donde EH Bildu está presente y no el Partido Popular. Eso ayuda a que en Euskal Herria se entienda cuál es nuestra posición, que luego puede ser compartida o no.
Lo que probablemente ha sido novedoso ha sido escucharlo, porque mucha gente lo ha oído por primera vez. Es verdad que determinados medios de comunicación, no todos por fortuna, ejercen un cierto muro de silencio respecto a nuestras posiciones. Les viene mejor para caracterizarnos de una determinada manera, una especie de Leviatán que diría Abascal respecto a nosotros, porque eso les ayuda en su estrategia de polarización y en la estrategia de patriotismo ultra que mantienen en el Estado español. Pero no hice más que reflejar lo que EH Bildu ha venido diciendo desde su propia fundación, y es que nosotros, desde el respeto, queremos verdad, justicia y reparación para las víctimas. También para las de ETA, porque en EH Bildu también asumimos que la violencia de ETA generó daños y generó dolor, aunque resulte novedoso en el Estado español, y que esas víctimas tienen tanto derecho como cualquier otra víctima a encontrar espacios de verdad, justicia y reparación.
Es más, creo que una sociedad no se construye a futuro en términos de salud, en términos de una convivencia positiva, si no se hace desde el reconocimiento a las víctimas y desde el respeto a la verdad, justicia y reparación. Eso es algo que en el Estado español, por cierto, no lo tienen demasiado interiorizado. No hay más que ver las declaraciones de Pablo Casado en diferentes ocasiones que se le han mencionado la memoria histórica y la necesidad de dar más pasos en la identificación de las más de cien mil personas enterradas en las cunetas del Estado español por ser víctimas de la represión franquista. Casado dice que no hay que mirar al pasado, que eso sería remover el pasado y que eso no es positivo. Nosotros no queremos ese modelo para Euskal Herria. Creemos que lo que ha pasado tiene que conocerse en toda su amplitud y, evidentemente, es la sociedad y cada una de las personas que la integran la que tendrá que hacer su juicio de valor sobre cuales son las formaciones o las líneas de pensamiento que más se amoldan a lo que a lo que cada persona crea que fue lo correcto.
Oskar Matute, diputado de EH Bildu, en el Congreso
Oskar Matute, diputado de EH Bildu, en su discurso en el Congreso, al fondo Adolfo Suárez Illana dándole la espalda
¿Considera que en España se tiene una imagen distorsionada o errónea de lo que es su partido?
Sí, pero no lo digo desde la posición de un aficionado a un equipo que no sabe ver más que por sus colores. No lo digo en una clave vanidosa ni egocéntrica de EH Bildu. Supongo que todos los partidos tendrán alguna queja o algún motivo de reproche por cómo les entiende la sociedad o cómo los medios trasladan lo que son, pero es evidente que si ante lo que dije en el Congreso, que se ya se había dicho en boca de diferentes portavoces de EH Bildu a lo largo de los años, se despierta esa expectación, es porque no se sabía. Y si no se sabía, habrá que preguntarse por qué algo que era evidente aquí no se sabía más allá del Ebro.
¿Y por qué no se sabía?
Pues probablemente porque allende el Ebro los medios de comunicación mayoritarios no quisieron prestar atención a eso que veníamos diciendo durante mucho tiempo porque quizás les distorsionaba el relato que llevan tiempo construyendo. Ese relato de malos y buenos, ese relato de demócratas y violentos, ese relato de la dualidad absoluta entre el bien y el mal.
Se han abstenido en la investidura de Pedro Sánchez. ¿Por qué han tomado esa decisión?
Por coherencia política. Nosotros creemos que EH Bildu ha cometido muchos errores y seguramente cometemos algunos más, pero creemos que en nuestro haber está no habernos equivocado nunca ni de trinchera ni de adversarios. En mi intervención señalé con claridad que nuestro voto de abstención era un voto coherente porque pensamos lo que decimos y decimos lo que hacemos, y en ese sentido yo creo que somos transparentes. Habíamos dicho en campaña electoral que vivimos tiempos difíciles en los que el fascismo o el neofascismo está empleando una nueva táctica que es la de intentar crecer y penetrar desde las instituciones, desde el institucionalismo formal, para luego derrumbarlo y que ante esa realidad, nuestro compromiso antifascista se ponía en primer lugar. Eso lo intenté reflejar en la intervención.
El otro elemento tenía que ver con las consideraciones de clase. Tenemos muy presente que las condiciones de vida materiales de nuestra gente tienen que ser salvaguardadas tanto como seamos capaces de hacerlo. Por tanto, yo creo que había dos elementos fundamentales –el antifascismo y la visión de clase– suficientes como para entender que EH Bildu se abstuviera en esa votación para permitir que se articulará un gobierno que evitara el riesgo de unas terceras elecciones en las que la ultraderecha pudiera seguir creciendo hasta el punto de poder articular una mayoría de gobierno. Así lo entendieron también nuestras bases, porque nuestra consulta a las bases sí era vinculante. Por eso lo hicimos.
¿Le importa un comino la gobernabilidad de España?
A mí quién gobierne en España me puede importar relativamente poco. Lo que sí que me importa mucho es qué hacen desde los Gobiernos de España en forma de leyes y marcos legales para construir políticas que afectan a nuestra gente. Y cuando digo "nuestra gente", hablo de todos los ciudadanos del País Vasco o Euskal Herria, voten lo que voten. Para los vascos y las vascas no es lo mismo que se derogue la reforma laboral o que se mantenga, no es lo mismo que se derogue la LOMCE o que se mantenga, no es lo mismo que se derogue la ley mordaza o que se mantenga, no es lo mismo que las pensiones suban un 0,25 o que se suban al IPC, aunque nosotros pidamos más. Es evidente que no es lo mismo.
Si salgo a la calle y le pregunto a la gente por su día a día, me van a hablar de sus condiciones de trabajo, si son dignas o si no lo son. Me van a hablar de miedo a que sus hijos no encuentren un futuro de dignidad laboral aquí y tengan que ir a buscarlo fuera, me van a contar que tienen serias dificultades para poder llegar a fin de mes, para poder pagar la hipoteca o el alquiler. Y todo eso es algo que en muy buena medida se decide en el Congreso de los Diputados. Por tanto, no, no me es indiferente lo que allí se decida y nuestra posición como EH Bildu fue muy clara: nosotros evitamos un Gobierno de la derecha extrema y la ultraderecha y damos una oportunidad con nuestra abstención a un Gobierno que dice que quiere hacer cosas que entendemos que pueden rectificar la políticas de recortes y de agresiones salvajes a la clase trabajadora y a las clases populares en Euskal Herria y también en el Estado español.
Ahora bien, si ese Gobierno no pasa de las palabras a los hechos, si ese Gobierno no es capaz de empezar a revertir los recortes en derechos sociales, laborales, económicos y culturales que hemos vivido durante la última década, pues nos tendrá enfrente, pero eso es algo que seguramente no le sorprende a ningún votante de EH Bildu ni a ninguna persona de este pueblo.
Algunos los llaman "socios de Sánchez", imagino que para EH Bildu tampoco es agradable ese término.
No, porque no somos socios de Sánchez. Nosotros no tenemos ningún acuerdo oculto con Pedro Sánchez y, por tanto, no podemos ser socios si no hay un acuerdo. Son socios aquellos que acuerdan algo y deciden llevarlo a efecto y para tal cosa se comprometen. Nosotros ya dijimos que eso no existía, que lo que ha habido es una primera toma de contacto con el Partido Socialista de normalización de relaciones porque creemos que el PSOE se había aislado de nosotros, cuando en realidad nosotros somos la segunda fuerza política de este país, de Euskal Herria, y era algo bastante inconcebible, pero no ha habido de momento nada más.
Nosotros tenemos vocación de ser interlocutores y de representar a una parte muy importante de la sociedad vasca, la que componen las mayorías sociales y sindicales de este país, que están clamando por una agenda social vasca que probablemente no se mide en kilómetros sino en derechos, y que probablemente está más pendiente de la limitación de los precios del alquiler, de la reforma laboral, de la LOMCE, de la ley mordaza, de las pensiones, de la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, que de cuántos kilómetros de Alta Velocidad se consiguen, que es un poco lo que parece que le preocupa a otras formaciones nacionalistas. A nosotros nos preocupa esa agenda social y eso es lo que vamos a pelear y lo que vamos a intentar llevar adelante, y para eso tenemos que tener interlocución y la tendremos con quien está en el Gobierno.
Gabriel Rufián dijo una frase que me pareció muy acertada: a nosotros no nos hace coincidir con el Partido Socialista el afecto ni el enamoramiento. Nuestras posiciones confrontadas con el Partido Socialista son históricas y van a seguir existiendo en tanto que no cambie su naturaleza y la nuestra no va a cambiar. Y también lo dije desde la tribuna: nuestros sueños no caben en sus leyes. Lo que nos ha hecho coincidir o mantener estrategias que permiten un objetivo común ha sido el pavor a esa derecha y esa ultraderecha. Como decía Rufián, no nos hemos unido por amor ni por encantamiento, sino por pavor y por miedo a la derecha y a la ultraderecha.
¿Considera que con el nuevo Gobierno será más fácil que se produzcan cambios que favorezcan la situación de Euskadi?
Lo que parece claro es que con el Partido Popular y con Vox podríamos esperar poquita cosa. Si hablamos del derecho a decidir, podemos esperar no ya sólo la negación, sino una recentralización y un autoritarismo atroz y probablemente una mayor persecución de las expresiones que abogan por la capacidad que entendemos desde EH Bildu que tiene este pueblo para decidir libre y democráticamente lo que quiera ser. Con PP y Vox en el Gobierno esto se iba a poner bastante complicado. Ni que decir ya con una situación de excepcionalidad que se aplica para los presos y presas vascas. No hay nada que parezca indicar que con el Partido Popular y con Vox pudiéramos poner fin a la dispersión o dejar de soportar una política de excepcionalidad penitenciaria que poco tiene que ver con el respeto escrupuloso a los derechos humanos. O en materia social, por su vinculación o su sumisión al Ibex35 –no digo que el Partido Socialista no pueda tenerla también, pero desde luego la que el Partido Popular y Vox tienen es muy evidente-, tampoco parece que pudiéramos esperar grandes avances en materia de recuperación de derechos sociales, económicos y laborales.
Por tanto, sabiendo lo que no podíamos esperar de una alternativa de gobierno que pudieran encabezar las formaciones de derecha extrema y de ultraderecha, lo que nos queda por ver es hasta dónde son capaces de llegar los que dicen que no quisieran hacer eso.
¿Confía en que la receta del nuevo Gobierno para los dos aspectos de los que ha hablado, que son el fin de la dispersión de los presos vascos y el derecho a decidir, va a ser diferente?
Esperemos. De la ultraderecha sabíamos qué podíamos esperar, de estos queremos saber qué podemos esperar. Si son capaces de romper la dinámica de judicialización de la política y de autoritarismo y represión como fórmulas de contestación a demandas populares importantes, como estamos viendo en Catalunya, pero como vivimos en Euskal Herria, si este nuevo Gobierno decide no hacer nada diferente a lo que ya se ha hecho, nos va a tener enfrente. Si este nuevo Gobierno decide abrir un marco nuevo para intentar resolver los problemas desde la óptica de lo político, nosotros vamos a estar dispuestos a intentarlo y si se consigue, no tendremos ningún reparo en felicitar a aquellos actores que hayan conseguido hacer de la política una herramienta eficaz para solucionar los problemas de la gente y no para crear más problemas a la gente. Si, por el contrario, no se atreven o no les dejan los poderes fácticos hacer nada, pues lo que podremos es decirle a la gente de Euskal Herria, a cada mujer y hombre de Euskal Herria, que nosotros lo intentamos, pero que en el Estado español el problema para entender la plurinacionalidad no sólo es un problema que afecte a las gentes de la derecha, sino que, por desgracia, afecta al conjunto de las formaciones del sistema político español.
Si hubiese continuado en Izquierda Unida, quizás estaría en las quinielas para ser ministro.
No creo, porque no creo que yo tuviera esa disposición. Yo nunca quise salir de Euskadi cuando estaba en Izquierda Unida porque creía que la política más útil era la política que podía hacer por mi país y para mi país. Y cuando estaba en Izquierda Unida también eran conocidas mis posiciones soberanistas. Por tanto, no estoy hablando de una conversión, al estilo de Saulo de Tarso o San Pablo, cayéndome de ningún caballo. En Ezker Batua defendía posiciones soberanistas siempre y las defendía también en los órganos federales de Izquierda Unida. Eso lo conocen quienes interactuaron conmigo, que son muchas de las figuras de esa época. Y diría exactamente lo mismo que digo ahora.
Yo creo que el Gobierno de España es una cosa que tiene que afectar de manera muy directa a quienes tengan un sentimiento identitario español, pero a quienes no tenemos el sentimiento identitario, aún no siéndonos indiferentes, no nos parece lo más relevante. Mi papel en el Congreso de los Diputados es dar voz a miles de mujeres y hombres de Euskal Herria que apuestan por un modelo de sociedad y de país construido desde aquí y para aquí, por nosotros y por nosotras, equivocándonos o acertando o equivocándonos y acertando, porque de todo habrá, pero desde la libertad de saber que lo que hacemos lo hacemos porque hemos conseguido el bien más preciado que puede tener un ser humano, que es la libertad. Eso lo he mantenido siempre a lo largo de mi trayectoria vital y lo mantendría ahora. Por tanto, no creo que yo sonara para ninguna quiniela de ministrables.

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