sábado, 18 de enero de 2020

Pablo Iglesias, tus deseos son órdenes. Pedid y se os dará. Pues, hále aquí tienes un pellizco para complacerte en lo de apretar


Verás,chavalote, una política progresista significa que además de un progreso social, económico, cultural, institucional y humano para redondear, exige un progreso personal en la conciencia de los propios gestores. Es decir que hay que desarrollar cualidades personales que tal vez no se hayan desarrollado aun. Es mera capacidad ecológica, de adaptación al medio, para que el medio llegue a un buen fin y no a  una disolución entrópica. Es decir, que uno llega a gestor ejecutivo de la política y tiene que vestirse con un mono de trabajo que a veces le puede quedar muy grande y otras tan pequeño que le asfixia cuando se intenta meter en harina. En ambos casos hay que ajustar la talla, los políticos del antiguo sistema lo han venido haciendo justo al revés, diseñándose la indumentaria a su gusto y pretensiones, pero en el caso de la política del siglo XXI, abierta al futuro de un verdadero giro copernicano, hacia la decencia de una democracia sostenible y de verdad como servicio público, no es el mono de trabajo el que necesita los ajustes, sino quienes pretenden trabajar con el mono adecuado a un trabajo muy especial y decisivo, en el que los errores en las tallas, los pagan millones de personas. La Historia lo lleva demostrando siglos y siglos, sin que la conciencia humana se haya dado por aludida nada más que de vez en cuando y esporádicamente, en plan Sun Zú, Erasmo de Rotterdam, Aristóteles, Séneca, Spinoza, Montesquieu, Kant, Hegel, Huxley, Orwell, y gente rarita por el estilo...Quitando esos elementos perturbadores aislados del jueguecito del ppoder, la "normalidad" ha venido siendo la pésima traducción e interpretación de Maquiavelo, cuyos exégetas  han ido considerando como recomendables virtudes de los líderes la encriptada denuncia que el autor hizo de los abusos, aberraciones y falta de conciencia del prototipo Ppríncippe fashion. Si hubiese escrito claramente la realidad que conocía, habría terminado en la hoguera, como le hubiese ocurrido a Cervantes si en vez de describir la decencia y el deso de hacer el bien como locura de botarates chiflados,   hubiese escrito su experiencia personal y lo que presenció y padeció en primera persona del singular y del plural.

O sea, que en caso de desajuste del tallaje se deberá perder peso o engordar un poco en algunos aspectos. Por ejemplo, en el lenguaje del aspaviento, de la escopeta verbal sin seguro, sin la saludable costumbre de contar hasta veinte, antes de responder preguntas, y no solo en los medios, también en cualquier conversación, todo lo que se diga sea donde sea, tendrá repercusión para bien o para mal. Ya es así para cualquiera de nosotros, mera base social sin tribunas oficiales, lo que pensamos, decimos y hacemos, modifica la realidad aunque no lo parezca. A más responsabilidades, mayor repercusión y secuelas. Con que imagina, Pablo, lo que sucede si además nos hemos hecho responsables de unas obligaciones al por mayor, como es tu caso y el de tus socios y compañeros de tareas gestoras del estado. La separación de poderes estatales no permite que uno de ellos como el Ejecutivo, el Legislativo o el Judicial, suelte lo primero que se le ocurra contra cualquiera de los otros dos, y ni mucho menos,  haga, como el pp, juegos sucios para chupar tribunales como el Supremo o el Constitucional o como el mismo poder judicial en masa. En griego la virtud inteligente de la contención,de la serena y reflexiva percepción y definición de los problemas, se llama "sofrosine", que también significa inteligencia. Una cualidad que debe ser indispensable para quienes pretenden gobernar lo que sea, empezando por sí mismos. Si no formases parte del gobierno tus comentarios inoportunos y fuera de línea, no serían tan perjudiciales, aunque no se ajustasen a la formalidad institucional. Pero el político gestor directo de responsabilidades públicas, colectivas, debe ser un poco juez, procurar la ecuanimidad sin omitir la ética ni falsear la realidad. Es tan difícil como necesario hacer ese arriesgado funambulismo en favor del bien común. Ya tenemos un pasado terrible de fracasos políticos por la incontinencia verbal de los diputados y de los ejecutivos, así se suicidaron la primera y la segunda de nuestras tristes repúblicas. Así llegan al poder quienes nunca deberían ostentarlo, justo, porque quienes no saben autogobernarse no pueden gobernar nada sin hacerlo papilla, y siempre con las mejores intenciones...emocionales, nunca cognitivas ni intelectivas conductuales. La derecha es una coach estupenda para aprender en directo que la provocación como anzuelo deja a los pueblos atados en la caverna de las tripas, y así se acostumbran a considerar que la buena política es estar a la greña, inventando y promocionando enemigos  y que por ello todo siga igual y así se añoren las dictaduras que son comodísmas aunque esa pervertida cualidad nos condene a vegetar sine die en  el Jurasic Park vergonzante de una política que  no lo es. Y que por ello el dogma más aceptado sea "no te metas en política", como si eso fuera posible: política es todo lo que inevitablemente compartimos en común, y no ponerse a escurrir con salidas intempestivas y desnortadas en parlamentos, mítines y entrevistas. Es seguro que ni Garzón, ni Bustinduy, Errejón, Domènec o Díaz, habrían metido la pata como tú la llevas metiendo desde la cal viva hasta ahora; lo preocupante es que al parecer no te enteras, te sale solo. No sé como definirlo. Quizá sea un anexo de tu propia naturaleza límbica, que está agazapado en el fondo, como un resorte incontenible, que tú mismo no detectases, como esas erupciones volcánicas que no avisan y estallan, y se llevan por delante todo lo que encuentran. Se te frunce el ceño, te posee una ventolera de indignación, se te activan las suprarrenales, la adrenalina te domina en una especie de rap, y pierdes el oremus, el norte y los otros tres referentes orientativos. Se te suelta la lengua y los mantras litúrgicos se disparan. El nuevo Pablo desaparece de repente tragado por el vórtice in crescendo del Pablo añejo que se creía la reencarnación de Lenin, perdido en el ministerio del tiempo Y ya está liada otra escena en replay. Gira la tuerca y se pasa de rosca. Una vez más.
Volvamos a la madre Grecia: sin el gnozi seautón (conócete a ti mismo) no se puede hacer nada que valga la pena y no acabe fatal. Quien se conoce a sí mismo puede reconocerse en el Otro, por ello empatiza, comprende, escucha y valora  con justicia e igualdad al prójimo como a sí mismo, aunque no esté de acuerdo con lo que el prójimo haga. Para eso está el debate, la dialéctica y la dialógica. Caminos prácticos de la conciencia, que nunca cierran puertas ni colocan líneas rojas en plan hostil y excluyente, que no deja paso ni a la reflexión, ni al arrepentimiento, ni al perdón de errores inevitables DE TODOS Y DE TODAS ni a la confianza en el progreso de quienes aun no han alcanzado una madurez social, política, humana. Pero evita ponerse líneas rojas a sí mismo en asuntos espinosos como galapaguear y luego preguntar a tiro hecho, en vez de preguntar antes de galapaguear, por ejemplo. Hervores faltan. Reconocerlo seriamente es lo mejor para uno mismo y para todos cuando uno se empeña en ser hegemón antes de madurar. Cuando se madura, la hegemonía no es necesaria. Más bien es un marrón para todos, incluido el cabeza visible. 

Parafraseando a Sabina, se puede aplicar el ácido aliño de su verso a esta situación: mejor la serena reflexión, que una sofrosine muy corta, al timón de  una lengua muy larga. 

El apretón de tuercas que has pedido termina aquí, por hoy, querido Pablo. Una sugerencia final: ¿No crees que sería sanísimo y un ejemplo democrático de madurez que teniendo tanto que hacer como vicepresidente del gobierno, dejases vacante el trono de Podemos y que, de cara a Vistalegre III otras personas se impliquen en esa tarea, y que se ventile el aire? En la España del siglo XXI ya no hay lugar para caudillos, lo han dicho las urnas en la última tanda de elecciones forzadas por quienes no lo acaban de entender.
Los pueblos casi siempre maduran antes que sus representantes. ¿Por qué será?

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