Hoy
hemos acampado donde nunca nadie antes lo ha hecho:
una isla en la Antártida donde no hay registros de que alguien haya
dormido aquí alguna vez. Nunca pensé que en pleno siglo XXI fuera
posible ser la primera persona en acampar en alguna parte del planeta.
Ahora entiendo al astronauta Neil Armstrong cuando pisó la
Luna por primera vez y dijo aquello de “es un pequeño paso para un
hombre, pero un gran salto para la humanidad”. Pero lo que yo me
pregunto, desde mi desconocimiento, es: “¿No estamos molestando a los
pingüinos?”.
Eso es precisamente lo que el equipo científico de esta expedición de Greenpeace está estudiando: todo indica que
la población de pingüinos que habita aquí se ha reducido a la mitad en las últimas décadas debido al cambio climático. O más.
Piensa que es como si en poco tiempo la población de tu
ciudad se redujera a la mitad. Eso es lo que les hemos hecho a estos
pingüinos. Miro a los juveniles de pingüinos y pienso que, por culpa de
nuestra especie,
muchos están condenados a no llegar a adultos. No realizarán sus rituales de apareamiento ni acariciarán a sus crías con el pico.
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