jueves, 30 de enero de 2020

La voz de Iñaki | 30/01/20 | En manos de Torra



¿En manos de Torra y Puigdemont? Pues entonces no estamos tan mal, porque esas manos tienen menos futuro que la transparencia en las cloacas. Torra y su jefe están maniatados por su propia incompetencia y su desbarajuste enloquecido. Cada vez están y estarán más solos y desacreditados en su empeño. Es decir, que en cualquier momento puede ocurrir cualquier cosa y mayo puede ser febrero o marzo, según se presenten intereses, ocurrencias, presiones y consecuencias, que desde luego desbordan cualquier hipótesis. Los pueblos manipulados  también tienen su punto de saturación. Y pueden dar sorpresas muy creativas, como dejar de apoyar locuras y desvaríos cuando comprueban el daño que les causan a sus derechos y necesidades, y que el jefe del cotarro se quita del medio y ve la escena a una distancia considerable, mientras otros con bastante menos responsabilidad que él cardan la lana en la cárcel, mientras el sustituto disfuncional se lima las uñas y canta els segadors por las esquinas...aplazando fechas que ya sabe, terminales para el entramado-trampantojo. Aquí el verdadero peligro es caer en las manos del bifachito que ha sido el emprendedor number one del berenjenal catalán, y que campa a sus anchas en el ppoder judicial, sin el cual, 'el problema catalán' no lo sería a día de hoy. Es muy fácil que el humo no deje ver dónde está el fuego de verdad.  Lo de Catalunya es el resultado y no la causa del peligro y de la miseria institucional que padecemos. Es obsesionarse con los síntomas y no ver de donde salen, qué los produce. Por eso no avanzamos en lo fundamental: perdemos la energía y la visión de conjunto en los brotes sintomáticos. Nos puede más el timbre de la alarma que el dedo que lo aprieta. 

Para estar en manos de algo o de alguien hay que concederle ese poder mani-pulador. Nadie ni nada tiene poder si los demás no se lo conceden en masa. El más eficaz concesionario del poder es el miedo, que no debe confundirse con la prudencia.
El poder tal y como se entiende es un afán del ego, no es lo mismo 'poder-capacidad de hacer', que poder aniquilador de lo que molesta o promotor de lo que interesa manipular.  La prudencia serena, equilibra y estimula la inteligencia, el miedo la bloquea y la desactiva. Si en un momento de dificultad la energía se aplica en el temor y los peores augurios, las posibles soluciones no tienen espacio para desarrollarse, la prudencia es también iniciativa y no pasotismo ni esperar a que las cosas se hagan solas, sino a su tiempo y en las mejores condiciones. Es la iniciativa que estudia pormayores y pormenores conjuntamente, que no se destarifa y pierde los estribos ni se encoge y se inhibe. La prudencia es valor empleado con inteligencia. Los griegos sabios la llamaban "sofrosine". Es precisamente lo que ahora necesitamos más que nada, para poder ver, reflexionar y optar. Para crear una masa crítica social que cambie el horizonte político, que lo saque del agujero reductor y le dé "el poder" de serenar y comprender para construir. No el de crear prototipos hegemonistas que manipulen la realidad desde sus propios intereses. Ese tiempo se ha terminado. Es imposible construir nada si cada ladrillo, cada madera, cada piedra o cada teja, se empeña en ser la única protagonista de la construcción. Todas las piezas son necesarias, pero deben estar en buen estado para ser útiles y eficaces. Llenos de miedo, llenos de rabia, llenos de odio, de recelos, desconfianzas, pensamientos de desolación previa, y sentencias condenatorias hasta por respirar, es imposible salir del bucle y que el propio bucle creado entre todos no sea lo que  aplaste a todos una vez y otra, hasta convertir la vida en un suplicio constante. El de Tántalo, Sísifo o Prometeo. Si en realidad hay un infierno no está en el más allá, está aquí y es obra del ser humano que aun no sabe que lo es. Y en vez de curar las heridas que producen la torpeza, la ignorancia o la estupidez que llaman maldad y perversión, las agranda, hurga en ellas, las infecta y las reproduce constantemente. Perdonar es debilidad, arrepentirse es cobardía. Odiar es virtud. Justicia es venganza. Y agrandar problemas y dar ideas para empeorarlos es inteligencia. Así nos va. 

El poder verdadero somos nosotros. Tenemos el más grande potencial: el de elegir en qué sintonía existencial preferimos vivir las circunstancias que no dependen de nosotros. Cuando la elección mayoritariamente (masa crítica de conciencias despiertas) coincide en lo más saludable, las personas  y los pueblos progresan de verdad, cuando triunfa lo más cutre, ya vemos lo que pasa. Aunque se vivan tiempos de bienestar material, no cambia nada. Si no se ha desarrollado el poder de elegir en positivo y sano, se volverá al punto de partida de la miseria material cuando se pierda la abundancia de dinero, porque el poder se ha delegado en eso, se le ha  cedido la energía del ser  al tener que no es lo mismo que el ser. Que hoy está y mañana no. Se ha malgastado el potencial para ser y vivir en consecuencia, en hacer quinielas con lo que menos vale y mientras se ha  descuidado y arrinconado la fuente de energía vital que nos mantiene y nos hace posibles, sanos, equilibrados y felices. Que nos quita la sed para siempre, es decir, la avidez, el afán de quedar por encima de los demás, de poseer y controlar en exclusiva lo que al final siempre se acaba y no vuelve. Justo, lo que no sucede con el ego y sus trampas, cuando no aprendemos a liberarnos de su dominio tóxico y agotador.
Cuando estos valores inagotables se descubren socialmente, se convierten en pedagogía y en praxis,en conciencia consciente, los pueblos prosperan, cuando ese estado psicoemocional se expande, esos valores que nacen e impulsan desde dentro y se "contagian"  porque encuentran una réplica similar en la onda colectiva,  la vida cambia de vibración. Las señales en el camino se interpretan en otro registro más inteligente y práctico, se allanan las dificultades, se facilita el fluir,  porque se está creando constantemente un tejido nuevo con ideas renovadoras y creadoras del bien común, que no se engancha a repetir el pasado aunque se agradece y se aprende de él. No es que no haya problemas, es que se resuelven o se disuelven cuando el problema deja de ser uno mismo y su inmadurez egolátrica, llena de pulsiones repetitivas e insanas en las conductas yen  la convivencia, que luego se convierten en normas sociales, dogmas políticos y religiosos, en liturgias obligadas, en formas de relación y hasta en leyes intocables. En tabú infinito, colosal e insuperable mientras no se descubra el pastel del autoengaño.

Probemos a mirar desde este ángulo  "el problema catalán" o "el problema español" e iremos descubriendo lo que ahora tenemos delante y no podemos ver porque miramos en la dirección y dimensión opuestas al descubrimiento que nos libera. Sólo desde esa percepción es posible asegurar con certeza que Sí se puede.

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