martes, 2 de julio de 2019

Puntualizar con claridad es básico. Una virtud alemana de lo más admirable



Dos meses, dos meses

Madrid
Cuando Meritxell Batet anuncie esta mañana la fecha del debate de investidura, seguramente el día 22 de julio, nos lanzaremos en tromba sobre el calendario para marcar la secuencia previsible o al menos muy probable: primera votación fallida al día siguiente, día 23; plazo para elegir presidente hasta el 23 de septiembre; nuevas generales, 10 de noviembre. Si llegamos a este punto, lo haremos chamuscados con todos los partidos enfermos o convalecientes.
Pero hay un vistazo al calendario que resulta muy aleccionador, un vistazo al 28 de abril, hace apenas dos meses, cuando la participación en las elecciones generales alcanzó el 76%, 9 puntos más que en la anterior cita de 2016. La ciudadanía detectó la importancia del momento que vivía el país y lleno las urnas con votos de esperanza y de exigencia. Era una España democráticamente caliente, con todos los excesos de la polarización, desde luego, pero con una vitalidad que hoy se ha esfumado.
Este país ciclotímico, que pasa de la exaltación al abatimiento, solo se activa a altísimas temperaturas. En cuanto el independentismo catalán ha perdido un poco de protagonismo o nos hemos acostumbrado, Vox ha perdido algo de gas y Podemos da menos miedo, la política ha perdido burbujas. La subida ha debido cargar Sánchez, con propuestas ambiciosas, con invitaciones a participar en proyectos transformadores, pero no es eso lo que hizo. Prefirió esperar a que le fuera ofrecido el tributo que a su juicio le corresponde. Entre unos y otros en dos meses, solo dos meses, hemos dilapidado un gran capital de ilusión colectiva y hemos entrado en tiempo muerto, un tiempo muerto tan muerto que ya huele.
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Querido Iñaki, ¿deberíamos suponer que la foto de Sánchez es la dedicatoria de este aviso para navegantes?
 Me gustaría saber a quienes te refieres en esta filípica cuando dices "nos" y "hemos dilapidado un gran capital de ilusión colectiva" y "una vitalidad que hoy se ha esfumado", tal vez se lo digas a Sánchez, pero que quede claro: si lo dices por las bases sociales, creo, con bastantes razones comprobadas, que no es así y si lo dices por los actores de la chomskiana fabricación del consentimiento que parte el bacalao, las bases sociales que también te escuchan, quedan al margen de esa actividad: son los cobayas de cada experimento y de cada ocurrencia de los hegemonistas, no los experimentadores en plan Mengele, que juegan a ver quién se lleva el chollo del experimento en mejores condiciones, sin que les importe un bledo las consecuencias de su estúpido marrullerismo. No sé en realidad a quienes dedicas este análisis, pero no es para todas, obviamente, sino para un determinado sector de audiencia, que no es la mayoría, te lo aseguro.

En cuanto a "la ilusión colectiva" como masa de churros para freir, a los seres humanos sin poderes fácticos a nuestra disposición, nos queda cada vez más lejos, afortunadamente.  Ya se ha encargado la casta partidócrata, de todos los colores,  de demostrar durante años la verdadera etimología del verbo ilusionar, ese illudere latino cuyo significado acertadísmo es engañar con bromas visuales, o sea con prestidigitación ad hoc, -a lo David Copperfield, capaz de hacer desaparecer por birlibirloque la estatua de la Libertad, por ejemplo- con el fin de divertir y divertirse, por cierto, otra etimología muy interesante para reflexionar: di-vertire, es desparramar, perderse, desperdiciarse, dispersarse. En el asunto que nos afecta: pasar el tiempo (que no es lo mismo que vivir) vegetando en puntos suspensivos de obsolescencia programada políticamente, esperando que otros vivan y actúen en nuestro lugar. 
No es el caso de la mayoría, que debe afrontar porque no le queda otra, despidos, desahucios, amenazas y presiones del BCE, del FMI, recortes exclusivos de clase, inestabilidad en sus derechos porque para los mandamases no existen los deberes, impuestos abusivos, mentiras a tutiplén ya aceptadas como parte de un juego de estrategias, que, obviamente, para nosotros no es un juego, sino una condena constante de supremos tribunales multiusos, destarifados, siempre a favor de una élite depredadora con todas las de la ley, como son los pactos indecentes que permiten que Atila destroce la salud pública, o que no pueda haber gobierno disponible si a los señoritos del cortijo más progresista(¡?) y presentable no les da la gana de ceder en chulería, haciendo gala de su poder minoritario para envenenar el aire que se respira,  y de sus esbirros, los demás queridos e impresentables politiquillos satélites, que son enanos voluntarios, por ello  se niegan a crecer plantando cara a los gerifaltes, en vez de oprimir y utilizar a los ya oprimidos, envueltos en las mismas milongas de hace cuarenta años...
En semejante planazo, lo normal es el resultado que comentas, donde en medio del batiburrillo la conciencia no puede estar presente para hacerse cargo de lo que hay, porque cada vez, hay menos sustancia y más ilusionismo de flashes enloquecidos y desperdigados, eso sí, etimológicamente, divertidísimos. 

Por favor, Iñaki, echa la bronca -y dejalo bien claro-, a los que chupan votos y acumulan poderes para defraudar la esperanza y frustrar las mejores iniciativas, porque su cinismo egoísta e inmaduro ya deshumanizado no les permite con legitimidad moral ocupar el lugar que les han concedido unos votos que indudablemente no merecen, y no a los que hacen posible que comas, que te vistas, que te calces,, que te duches o tengas calefacción y refrigeración, que haya suelo asfaltado y aviones disponibles, que cuando hablas se te escuche o que te funcione el coche. Y eso no es populismo, es democracia de verdad. Empatía social y valorar la dignidad, que se pierde en el océano tentador de las generalizaciones, en el que es facilísimo perderse si se extravían  la brújula y el mapa humano para navegar sin riesgos de perder el rumbo sacudidos por el oleaje de la apariencia superficial, que oculta la realidad. Nos conviene, por salud, ser un poco más metafísicos, que no significa estar en Babia, sino ver y percibir los contenidos más trascendentes de lo físicamente patentado y actuar en consecuencia.
Mientras no quede claro a quien dirigirse directamente para echar la bronca, mejor no meter a todos en el mismo saco en nuestras filípicas y dirigirse sin más a quien corresponde hacer lo que no está dispuesto a realizar, a pesar de lo que prometió y muchísimos creyeron. Porque eso, justamente, sí que puede deprimir a quienes, además de ser engañados,  soportan porque no queda otra, como costaleros forzosos, a golpes de flagelo penitencial el paso procesional de la injusticia y la desigualdad normalizadas como sistema social y de quienes, para más inri,   depende que la procesión de todos y todas no sea un caos, porque son la base del sistema procesional.

Y no es cierto que una imagen tenga más poder que las palabras justas aplicadas a nombres propios donde y cuando toca. ¿Quién mejor, para saberlo, que los y las que  como tú, han hecho su profesión de la palabra hablada y escrita como el mejor soporte de la verdad?

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