jueves, 1 de abril de 2021

Meditación y rap juevesantista

 

 La espiritualidad o cómo entender el mundo | Ser Maestro ...

 

 Siempre me he preguntado, desde niña,

por qué razón celebran los cristianos

una Semana Santa tan feroz

rebosante de daños y crueldades

opuestas a Jesús el Nazareno,

a la misericordia y a la gracia,

y una Pascua tan breve,

si la resurrección es el camino

que se abre tras la muerte 

y es la maldad el resto de lo viejo que invalida

el camino de la liberación. 

Esa crucifixión es un delito, una barbaridad,

una vergüenza

una herida perenne en el alma dormida 

de esta especie

más humana de nombre que de esencia

y que tan solo duela lo que le hicieron a Jesús

sin que tenga importancia 

cada crucifixión a los que sufren cada día 

las mismas injusticias delirantes

y además el olvido absoluto, 

muertes empaquetadas en lotes de miseria

que nace del silencio y de la indiferencia

ante el dolor de quienes no son nadie

en nuestra historia y sin embargo

hermanos ignorados.

 

¿Y si todo ese lujo de desfiles,

con tanta procesión, tanta saeta,

tantos pasos y velas, tantas flores

y tanta devoción de temporada

pudieran transformarse en amor de verdad

para limpiar basuras de egoísmo,

dando cobijo y casa a los sin techo,

a los que lloran sin posible consuelo,

a los que nunca tienen un rincón

en que reconocerse como humanos,

que carecen de luz en las cañadas,

de escuela, de trabajo, de médico y cuidados,

de suelo que pisar,

y viven celebrando bajo un puente

tanto la Navidad como la Pascua? 

 

Sin poderlo evitar me sigo preguntando 

¿Qué diría Jesús

si llegase de pronto a una misa del gallo

con la feligresía

en plena indigestión tras el cenorrio

de marisco, licores y turrón

recordando su pobre nacimiento en un establo

o en cualquier  Viernes Santo (como será mañana)

litúrgico y banal, hecho costumbre chupy-vacacional

de oxímoron tan bien asimilado que ya nadie 

se inmuta ni reacciona

con tres días de tinieblas jaraneras 

y un ratico de Pascua repentina, 

como un juego de magia,

(santa banalidad, quizás, urbi et orbe)?

 

Y no puedo evitar esa pregunta infame

irreverente y aguafiestas 

que surge intempestiva y descarada: 

Si con los mercaderes en el patio del Templo

se armó la que se armó

¿Qué diría Jesús ante este panorama? 


Aunque, seguro, que tras el primer choque 

con el trauma y al vernos tan perdidos en la mugre

veintiún siglos después de su llegada 

a un mundo como este,

al que lavar sorderas, negruras y legañas,

volvería a invitarnos a seguirle

para repetir curso una vez más

haciendo realidad codo con codo

y sin fanfarria

las Bienaventuranzas...

A ver si en la repesca

los náufragos superan la resaca.

El amor infinito es así,

y Jesús el testigo que vino a confirmarlo

y se quedó a vivir entre nosotras

en medio de la noche más oscura,

hasta que llegue el alba.

El amor infinito es así, 

aunque se acabe el mundo

mientras la llama arde y derrite la cera

que separa materia de energía,

la vida sin excusas que no conoce peros

ni claudica

nunca pierde la luz de la esperanza.

 




 

 

 

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