¿Para qué sirve bajar impuestos a los ricos, como proponen el PP y Vox?
Las políticas neoliberales de los últimos cuarenta años han tenido un mantra repetido constantemente: conviene reducir los impuestos lo más posible sin tener miedo de que eso repercuta principalmente en beneficio de las rentas más elevadas. Aseguran que así aumentará el consumo, el ahorro y gracias a ello la inversión, el empleo y el crecimiento económico. Es decir, se producirá un efecto de "derrame" o "goteo" desde las rentas más altas que terminará beneficiando a toda la sociedad.
Los políticos neoliberales (no necesariamente ubicados en los partidos de la derecha) se saben bien el argumento, lo reiteran siempre que pueden y lo han llevado a la práctica allí donde han gobernado.
La presidenta Ayuso lo ha dicho muy claramente en diversas ocasiones: "Tenemos que ser atractivos y eso se hace sin maltratar con impuestos. Dándole un trato desigual a muchas personas que probablemente tienen un mayor poder adquisitivo pero crean más puestos de trabajo (aquí).
Sin embargo, esta tesis neoliberal ni tiene fundamento teórico ni funciona en la realidad.
Para que una bajada de impuestos aumente el consumo de los hogares debe darse un requisito esencial: la bajada debe concentrarse en las rentas más bajas que son las que se destinan en mayor medida a la compra de bienes y servicios. Si benefician principalmente a las más elevadas lo que ocurre es que aumenta el ahorro, Y lo que sabemos que ha ocurrido en los últimos años y con las reformas que proponen el Partido Popular y Vox es justo lo contrario, han salido siempre beneficiadas las rentas más elevadas.
El socialista Juan Lobato se lo mostró claramente en un debate a Iván Espinosa de los Monteros cuando este defendía como una medida "a favor de los trabajadores" la disminución de medio punto del IRPF para todos los niveles de renta en la Comunidad de Madrid (aquí). El socialista le mostró que, de esa manera, el 30% de los madrileños que tienen menos de 12,.000 euros de renta no tendrían ni un euro de beneficio, el 40% que gana menos de 30.000 tendría un beneficio de 5 euros mensuales, el 23% que gana menos de 60.000 se beneficiaría con 11 euros al mes y el 7% más rico, eso sí, podría tener un ahorro fiscal de hasta 4.500 euros (aquí). Por su parte, los técnicos del Ministerio de Hacienda estiman que el 9,3% de los madrileños que declara en el tramo más alto tendrían 20 veces más ahorro que el 30% que están en el tramo más bajo (aquí).
El segundo requisito que debiera darse para que una bajada de impuestos a los ricos como la que proponen PP y Vox genere más inversión es que esta dependa del mayor ahorro que se genera (supuestamente) rebajando la fiscalidad de las rentas más altas. Un supuesto verdaderamente irreal. La inversión depende de los beneficios esperados y, si acaso, de alguna otra variable como el coste del crédito necesario para financiarlo. Por tanto, lo más probable que ocurra después de bajar los impuestos preferentemente a los ricos es que el consumo de los hogares no baje y que se reduzca el gasto y la inversión públicos, de modo que las ventas se reducirán y los beneficios esperados serán menores. Y ni siquiera se puede creer que el aumento del ahorro se traduzca en mejores posibilidades para la inversión que crea más actividad productiva y más empleo porque es bien sabido que el sistema financiero ofrece hoy día las mejores alternativas de colocación de los fondos ahorrados en la inversión puramente especulativa.
No obstante, la mejor prueba de que bajar impuestos a los ricos no produce los efectos benéficos que dicen los neoliberales es comprobar lo que sucede en la realidad y los datos son abrumadores. En general, es fácil comprobar que los países en donde hay más renta per capita y menos tasas de paro no son precisamente los que tienen tasas impositivas más bajas sino todo lo contrario. O, también, que ha habido tasas más elevadas de crecimiento económico en las etapas con fiscalidad más elevada. Y sobre el efecto en particular de los impuestos más bajos para las rentas más altas la evidencia empírica es igualmente clara. El último gran análisis sobre este asunto lo publicaron en diciembre David Hope y Julian Limberg, investigadores de la London School of Economics and Political Science. En él analizan las consecuencias económicas de los principales recortes fiscales para los ricos que se han producido en los últimos 50 años en 18 países de la OCDE y sus conclusiones son claras. Estos recortes se han traducido, en promedio, en un aumento de 0,8 puntos porcentuales en la parte superior del 1% de la renta nacional antes de impuestos pero ni el PIB real per cápita, ni la tasa de desempleo se han visto afectados por esos recortes. Sus efectos, dicen, "son estadísticamente indistinguibles de cero" (aquí).
En un libro de Emmanuel Saez y Gabriel Zucman publicado hace poco en España (El triunfo de la injusticia: Cómo los ricos evaden impuestos y cómo hacerles pagar) también se demuestra que "por primera vez en los últimos cien años, la clase trabajadora paga hoy tasas impositivas más altas que los multimillonarios" sin que eso haya venido acompañado de más inversión, más empleo y más actividad económica, sino todo lo contrario. Y también lo demuestra el Fondo Monetario Internacional que no parece que sea sospechoso de radicalismo: "aumentar la participación en los ingresos de los pobres y la clase media en realidad aumenta el crecimiento, mientras que una participación creciente en los ingresos del 20% más rico da como resultado un menor crecimiento, es decir, cuando los ricos se hacen más ricos, los beneficios no se difunden" (aquí).
En fin, las evidencias empíricas que muestran que lo que dicen los liberales como Aznar, Ayuso o los dirigentes de Vox es una pura mentira son abrumadoras. Lo único que consiguen con sus reformas fiscales es dar más renta a los más ricos sin mejorar la inversión, el empleo o la actividad económica.
Es lógico que quienes están al servicio de los ricos, o lo sean ellos mismos, digan esas mentiras para salvaguardar sus intereses. Lo impresionante, sin embargo, es que se las crean quienes podrían hacer cuentas fácilmente y comprobar que con esas reformas fiscales no se ven beneficiados; que, en contra de lo que les dicen, a cambio de ellas no hay más empleos, ni mejores salarios y que los servicios públicos son cada vez peores porque cuesta más trabajo financiarlos suficientemente. Resulta impresionante, pero a mí, la verdad, no me sorprende: a quienes veo en las calles tratando de convencer a la población de sus propuestas es a las derechas. Se han aprendido el mantra y lo repiten por cada esquina mientras que las izquierdas están en no sé bien qué otra cosa.
Últimamente, al finalizar mis charlas hago algo que vi hacer primero a mi querido amigo y maestro Vicenç Navarro: preguntar a los allí presentes si compran o leen habitualmente nuestros libros y escritos. Lo normal es que no sean más de 8 o 10 de cada 100 quienes dicen hacerlo. Por eso me resulta impresionante pero no me sorprende que quienes apenas tienen donde caerse muertos voten a las derechas que los engañan para quedarse con su dinero. Los progresistas que se supone deberían saberse bien los argumentos para convencer a sus compatriotas no se los saben y, si se los saben, no se van a la calle a convencerlos, como si creyeran que la gente simpatizará con sus propuestas por ciencia infusa. Eso, en el mejor de los casos, porque algunos se han creído el mantra y lo que pregonan es que bajar impuestos es de izquierdas.
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