domingo, 18 de abril de 2021

Que el desinfectante de la memoria reconozca,limpie y sane las heridas de una sociedad putrefacta y con amnesia voluntaria es ya una necesidad de primer orden. Gracias, Alfons Cervera e Infolibre, por hacer público el mal cronificado que siempre lleva máscara, camuflado de "bien" . El fariseísmo es un cáncer social que poco a poco acaba con el propio cuerpo que lo sostiene y lo hace posible...

  Plaza Pública

Mujer sola, polaca, prostituta, asesinada: ¿quién se acuerda de ella?

Publicada el 18/04/2021 a las 06:00
Infolibre

Era domingo. Día 25 de abril de 1999. La mujer se llamaba Ewa Striniak. Era polaca. También era prostituta. Tenía 45 años y alguien la asesinó ese domingo en su casa de Valencia. Había llegado a la ciudad casi diez años atrás. Con su marido, que luego regresó a su país, donde habían dejado una hija pequeña. En Polonia era comadrona. Como tanta otra gente, pensaba que aquí le esperaba una vida mejor. Nadie sabe lo que hay detrás de los sueños. Muchas veces una emboscada, los monstruos de Goya, las figuras oscuras de Gutiérrez Solana. O algo que se parece al estrangulador de Boston en la película de Richard Fleischer.

Los sueños de Ewa Striniak tenían el rostro de su niña y un futuro que le permitiera traerla de su país para vivir aquí lejos de una vida miserable. Una historia como otras muchas historias. La vida no es igual para todos. Nunca lo ha sido. Hoy tampoco. En ningún sitio. Gestalgar, el pueblo de la Serranía valenciana donde nací y donde vivo desde hace casi veinte años, se quedó medio vacío en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. La emigración a Francia lo dejó así: luego volvía quien volvía. La mayor parte se quedaba en Francia o en Valencia, donde había pagado el adelanto para un piso con lo ahorrado en la vendimia o en la recolección de fruta por las tierras francesas del sur. Pero ahora nadie se acuerda, en ningún sitio, de ese pasado de miseria económica que se añadía al del exilio republicano después de la victoria fascista en 1939. Ahora quienes salimos en aquellos años a buscar una vida mejor despreciamos a quienes llegan aquí para buscar esa misma vida. Vaya mierda, ¿no?

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Esa tarde de abril, un hombre entró en casa de Ewa y la encontró muerta, con evidentes huellas de haber sido asesinada. No llamó a la policía, sino a un amigo suyo, conocido notario de la ciudad, cuando ya había transcurrido casi una hora desde el fatal descubrimiento. Sería el amigo quien lo llevaría a contar en la comisaría cómo y por qué había encontrado el cadáver de la mujer. El hombre era un importante personaje de la alta sociedad valenciana. También era un cliente de Ewa que disfrutaba de todas las preferencias. Tenía llave del piso, lo que demuestra la estrecha relación que mantenía con la víctima. La policía lo detuvo al día siguiente. ¿Por qué había tardado tanto en acudir a hacer su declaración en Jefatura? ¿Por qué llamó a un amigo en vez de a la policía? El escándalo fue de campeonato. El sospechoso estaba casado y acudía con su familia a misa todos los domingos. Cosas de esa alta sociedad que siempre se abre a las virtudes públicas y se encierra con doble vuelta de llave en la sordidez de sus vicios privados. La historia de siempre. El sospechoso, entonces decano del Colegio de Ingenieros Industriales de Valencia, confesó que era cliente habitual de Ewa Striniak, incluso que se había enamorado de ella. Tal vez por esa estrecha relación, tenía llave de la casa. Seguramente, también por eso se habló de los celos como causa del posible crimen. Y otro motivo para el escándalo: la agenda de Ewa Striniak que encontró la policía. Aquellos días coincidieron con la fiesta anual de los empresarios valencianos. Algunas veces trajeron a Ursula Andress y a Jaqueline Bisset para dar un punto de glamour a la celebración. Unos craks, esos empresarios. Seguro que algunos de ellos aún tendrán enmarcadas las fotografías que se hicieron con las divas cinematográficas. Digo yo. Entre el mundo periodístico apostábamos sobre los nombres que aparecían en la agenda. La fiesta empresarial fue un sobresalto. A ver cuál de ellos había pasado hoy a declarar, o ayer, o lo haría mañana. Unos craks, esos empresarios.

Por falta de pruebas fue puesto en libertad el sospechoso, el único sospechoso que hubo entonces. Nunca ha habido otro, al menos públicamente. La policía no encontró el arma homicida. Finalmente se declaró sobreseído el caso, sin ningún culpable. Y hasta hoy.

Han pasado veintidós años desde aquel domingo 25 de abril de 1999. Si la vida no es igual para todos, la muerte tampoco lo es. El asesinato de Ewa Striniak ha quedado impune, al menos hasta ahora. He escrito muchas veces sobre ese crimen. A veces hasta esperaba que se reabriera el caso judicialmente si aparecían nuevas pruebas que incriminaran al sospechoso, o a otro que hubiera podido matar a Ewa. No ha pasado nada desde entonces. Mujer sola, polaca, prostituta, asesinada: quién demonios se va acordar de aquella horrible tarde de abril de hace más de veinte años. Yo me acuerdo. Seguramente, también se acuerdan los nombres pomposos que aparecían en la agenda de la mujer. Callados todos, como muertos de lujo. Cada 25 de abril será una muesca en el obsceno cuchitril de su memoria. Si ustedes quieren saber más, entren en Google: hay bastante información sobre aquel horror.

“Yo soy una mujer. Apenas algo. / Carne desnuda, sola, desarmada”, escribía Ángela Figuera Aymerich en uno de sus poemas de 1953. Así Ewa Striniak aquella tarde de su asesinato a manos de no se sabe quién. Si hubiera sido una persona importante, si hubiera pertenecido a la alta y encopetada sociedad valenciana de entonces… Son preguntas lógicas después de ver cómo su asesinato ha pasado a ser un olvido más en los despachos policiales, también en los de la justicia, incluso en los medios de comunicación, esos medios tantas veces acostumbrados a reavivar sin sustancia mogollón de aniversarios. Seguramente, también en una sociedad que cada vez desprecia más el sufrimiento de los otros. Y con Ewa Striniak aún fue peor: era una de las otras. Mujer sola, polaca, prostituta, asesinada. A quién le va a importar su muerte. El rostro de la hija allá en Polonia, los sueños que tantas veces se convierten, siempre para la misma gente, en pesadillas.

Por si acaso suena la flauta, yo sigo haciendo la misma pregunta de hace veintidós años: ¿quién asesinó a Ewa Striniak? Ojalá algún día tengamos la respuesta. Ojalá.

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Alfons Cervera es escritor. Su último libro es Algo personal (Piel de Zapa, 2021)

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