jueves, 10 de diciembre de 2020

Naturaleza en directo. Gracias, Yayo Herrero y gracias a Jesús Cañas, árboles, hierbas, flores, semillas...Vida y conciencia


“Yo detecto la inteligencia vegetal y la de la naturaleza”

Yayo Herrero 8/12/2020

Jesús Cañas (Casavieja, Ávila, 1961) es guarda forestal en el Parque Natural Saja-Besaya, en Cantabria desde 1982. Desde hace décadas anota en sus cuadernos cuándo florecen los frutales, cambian de color las hojas de los árboles o migran las aves. Colabora desinteresadamente con la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) desde hace años, proporcionando datos meteorológicos y sobre cómo la variación de estos afecta a los ciclos de los seres vivos.

Durante estos años, ha apagado incendios, rescatado animales, vigilado con celo los bosques, y ha documentado minuciosamente los efectos del cambio climático es este trozo de Cantabria.

Alexander von Humboldt escribió: “Trataré de averiguar cómo las fuerzas de la naturaleza actúan unas sobre otras, y de qué manera el entorno geográfico ejerce su influencia sobre los animales y las plantas. En resumen, debo aprender acerca de la armonía en la naturaleza”.

Eso es lo que hace Jesús Cañas, un sabio, un naturalista humilde y anónimo,  dispuesto a compartir con generosidad lo mucho que ha aprendido observando la tierra; un cuidador del bosque sencillo y cercano.

¿Cómo llegaste aquí?

Hice las oposiciones  de guardabosques en 1981. Todavía había secuelas de la dictadura y tenías que tener la mili hecha. Cuando las aprobé, pedí Ávila pero me mandaron a Santander. Me vine para acá con idea de volverme a Ávila en cuanto pudiera, pero llegó la Ley de Autonomías y me transfirieron. Al final, hice aquí mi vida…

Y no es mal sitio para vivir ¿no?

Echo de menos Ávila, sobre todo los días que llueve mucho. Me gusta mucho Cantabria pero soy más de los espacios abiertos en los que me crie.

¿Cómo llegaste a ser guarda forestal?

Vengo de una familia humilde. Mi padre era jornalero y sacaba el jornal podando olivo, poniendo cepas e injertándolas y también sacando resina. Este último oficio casi se ha perdido. Con 12 años iba con él a picar los pinos. Hasta 1978 le ayudé. Él me enseñó. Sabía muy bien su oficio y estaba muy demandado para poner cepas en Talavera y Madrid.

Luego hice el curso en la Escuela de Repoblación Forestal de Capataces de  Villaviciosa de Odón y las prácticas en Madrid.

Me gustó la etapa en Madrid. Era la época de la Transición y participé en manifestaciones. Fue un momento bonito.

 

Y luego la oposición…

Sí, en 1981. Entonces era una oposición fácil. El examen fue en la Universidad Complutense. Las cosas de la época…(Se ríe). Había un cura, un guardia civil con tricornio, vigilando cómo dos civiles le daban al bombo para sortear las preguntas.

La prueba física era en la Casa de Campo. Hacía un calor ese día… Había que correr seis kilómetros en una hora con una mochila de seis kilos.

Los días del confinamiento hubo un debate importante sobre los trabajos esenciales y los que no lo son. Cuidar del bosque y de la tierra, en estos tiempos de crisis ecológica y social es un trabajo socialmente esencial...

Me gusta mucho mi trabajo. Ahora se exige más para ser guarda forestal, pero el trabajo no tiene el romanticismo, ni es lo bonito que era antes. Fuimos una generación de guardas diferentes. Creo que teníamos una mirada más compleja del bosque. No veías el bosque solo como arbolado, sino directamente conectado con el cielo, con el agua, la fauna, los insectos. Lo veías como un todo. Fuimos aprendiendo con la práctica cómo afrontar los problemas que iban surgiendo.

Llevas años colaborando en plan altruista con la AEMET recopilando de datos.

Me encanta la meteorología desde joven. Me fascina. Me preguntaron si podría poner un estación de medida de tormentas, temperaturas máximas y mínimas, pluviómetro, evaporímetro, termohigrógrafo (que mide la temperatura y humedad relativa de toda la semana). Yo acepté. Recojo los datos y se los envío oficialmente a la AEMET. Me llaman diariamente y les paso los datos que me solicitan. Además, voy apuntando lo que ha llovido y lo entrego todos los meses. Llevo haciéndolo 38 años.

¿Y se nota el cambio climático o no?

Mucho. Sobre todo desde 2001, la subida de las temperaturas es muy evidente, de forma mucho más acusada desde 2010. Han subido prácticamente 1ºC respecto a los datos previos que hemos podido extrapolar. Y va a más, de una forma rapidísima.

Este año está siendo el más cálido desde que tengo datos y también el que ha tenido mayores precipitaciones. Las lluvias caen de forma diferente. Antes estaban más repartidas. Solo había precipitaciones de más de 30 l/m2 dos o tres días al año. En lo que va del siglo XXI son ya nueve días en los que se alcanzan esas precipitaciones y desde 2015, hemos tenido varios días de más de 100 l/m2 de precipitación.

Desde 2001, la subida de las temperaturas es muy evidente, de forma mucho más acusada desde 2010

En 2019 hubo una lluvia excepcional. El río volvió a sus orígenes. La gente decía que el río había sacado las escrituras. También se ha roto el patrón de las riadas, fue la mayor en 500 años.

Los registros nos dicen que sin duda hay más temperaturas y más precipitaciones distribuidas de forma diferente.

Sin embargo, lo que hay son menos días de nieve. En el siglo XXI, los años con más nieve fueron 2004, 2005 y 2006. Desde entonces, va en declive.

¿Y los impactos sobre la fauna y la flora de la alteración climática?

Los impactos de estos cambios en flora y fauna son muy importantes. Después de empezar a registrar los datos meteorológicos, comencé a recoger también información fenológica. La fenología es el comportamiento de la flora y la fauna respecto del clima. Aquí se recogían datos para la agricultura, pero yo empecé a observar y a registrar el comportamiento de las especies autóctonas: hayas, fresnos, tilos, etc. Los sistematizo y los envío a Madrid.

¿Qué tipo de cambios observas?

Este año, por ejemplo las maduraciones están muy adelantadas. Las rosáceas, los castaños, los nogales y los avellanos, casi todos, llevan un mes de adelanto.

Las castañas normalmente maduran en octubre y noviembre. Las variedades autóctonas son capaces de adaptarse mejor y florecieron en junio, más en su tiempo, pero las variedades híbridas comenzaron en mayo.

Los árboles están completamente desorientados… Ahora, en octubre, están volviendo a echar flores los manzanos. Es una locura.

¿La gente de los pueblos de la zona es consciente del cambio climático?

A su modo sí. La gente suele decir que hay seca. Aquí abruma mucho la sequía. Aunque las precipitaciones sean mayores en conjunto, hay períodos muy secos y sobre todo el que no haya nieve es muy importante.

Esta zona es ganadera y cuando no nieva se nota en los pastos altos. La nieve es la garantía de que el pasto se regenere. Antes, arriba la nieve duraba todo el año. Ya no hay nieve vieja cuando llega la nueva. Ahora, a lo mejor a finales de agosto, cae mucha agua, que llega muy pronto a los acuíferos pero arriba en el monte no dura nada.

Eso se une a que ha cambiado mucho la forma de pastorear. La vaca tudanca, que es la que estaba adaptada aquí, empezó a desaparecer y se incorporaron razas nuevas menos adaptadas y, sobre todo, caballos que arrancan al comer mucha raíz y termina provocando la pérdida de la calidad de los pastos. En realidad, el problema es la tríada que componen menor precipitación de nieve, un menor tiempo de reposo para la regeneración de pastos y la mayor carga ganadera.

El agua va a ser el gran problema en muy poco tiempo, incluso aquí.

¿Cómo has aprendido tanto sobre meteorología, botánica, animales o fenología?

Yo no tengo ningún título universitario.

Y no parece que te haya hecho falta…

Soy autodidacta. Aprendí con los programas de Félix Rodríguez de la Fuente, leyendo libros de cetrería, de meteorología,...

Me acostumbré a apuntarlo todo; si veo golondrinas o abubillas, lo apunto. Si están solas, si llegan parejas… Por ejemplo, este año vi los aviones y las golondrinas por última vez el 8 de septiembre.

Apunto la caída de las hojas, el cambio de color, la llegada y la ida de las aves y añado pequeñas observaciones. Si veo que los castaños de indias están enfermos, apunto qué enfermedades pueden ser las que tienen. Ahora por ejemplo hay un fusarium (un hongo) que está atacando al pino radiata.

Me he inventado unas tablas con sus formatos y ahí lo voy apuntando todo. Y luego lo envío.

La verdad es que no sé qué hacen con los datos, la cosa es que siempre me los agradecen un montón.

Esos registros son los que me permiten ver el cambio. La secuencia y el seguimiento a través de los años es lo que te permite contrastar.

Yo lo del cambio climático lo veo en mis fichas. Se adelanta la caída de las hojas y lo veo ahí. He cambiado procesos básicos de octubre a septiembre, he tenido que cambiar el formato de las fichas.

¿Y el bosque y la naturaleza, también te han enseñado?

Estudiar a fondo el comportamiento de los árboles permite comprender su inteligencia. Yo detecto la inteligencia vegetal y la de la naturaleza.

Las planta son seres vivos que se regulan y organizan perfectamente en su espacio. En un hayedo, por ejemplo, solo crecen aquellas plantas a las que dejan las hayas. Cuando se ven acosadas reaccionan produciendo mucho fruto y cada árbol identifica perfectamente los que son suyos y los que proceden de otro árbol de la misma especie.

Un plumero (planta invasora) en un hayedo o en un robledal tiene los días contados; el bosque autóctono los mantiene a raya. Solo prosperan en un entorno de árboles alóctonos o en entornos degradados.

Los bosques tienen una enorme capacidad de adaptación y resistencia. Algunos de ellos, como el quercus pyrenaica son incluso resistentes al fuego. Sólo una acción deliberada y destructiva de los seres humanos puede con ellos, aunque tienen una enorme capacidad para recomponerse. 

¿Cuál es la mayor amenaza del bosque?

En tiempos fueron las talas. Cantabria tuvo unos bosques inmensos. Una buena parte de la deforestación de la zona tuvo que ver con la industria de armamento, sobre todo en la zona del Asón, en el Pas, etc. La madera era la fuente energética para fundir los metales y fabricar las armas. La deforestación fue brutal y ahora es casi imposible que se pueda regenerar.

Pero ahora la gran amenaza del bosque es el fuego. Los incendios forestales son la mayor lacra de los montes. Aquí siempre hubo fuego. La cultura del fuego es crónica. En tiempos, casi no se apagaban. Los ovejeros eran muy quemadores. Ahora hay muchos menos ganaderos, pero los incendios son más grandes. Hay más biomasa que puede arder y se han plantado más especies pirófitas. Se metió eucalipto para reforestar y eso es un enorme problema. Lo hicieron particulares, pero también las propias administraciones.

Los incendios forestales son la mayor lacra de los montes. Casi todos son intencionados

La cosa es evitar los incendios. Casi todos son intencionados. Se prende fuego en los días de fortuna y con viento sur y el fuego se propaga como quiere.

Mirando los datos que tengo registrados, veo que hay zonas de monte que ahora se queman cada cinco años. De los años noventa hacia atrás, los turnos de quema eran de 7-8 años. El turno de quema cada vez se acorta más.

En Cantabria, al problema de los incendios se le une la erosión posterior al incendio y el pisoteo de los suelos por el ganado. Recuerdo que un profesor que tuve decía “ vuestra mayor lucha es evitar la erosión de los montes”.

¿Has pasado miedo en los incendios?

Sí que se pasa. No tanto por las llamas, sino porque trabajas en laderas pronunciadas que dejan caer piedras que no sabes ni de dónde vienen.

No te imaginas lo que puede llegar rodando… Alguien grita “piedra” y no la ves venir. También tienes que tener mucho cuidado con el humo. Al no ser pino y eucalipto, el fuego no es tan violento.

¿Tenéis conflictos con los ganaderos?

Al principio de trabajar aquí teníamos enormes conflictos con ellos, después te haces. Mientras haya ganadería, aquí habrá fuego. Lo van a quemar todo, así que se trata de irles disuadiendo… Poco a poco la sensibilización y el trabajo van ganando terreno.

Si se le deja al monte a su aire, los arbustos ocupan el terreno degenerado y poco a poco van regenerando el suelo, hasta que el bosque vuelve a aparecer.

En realidad hay más conflicto con el lobo. Los lobos matan ganado para subsistir: potros, terneros, sobre todo las razas de peso, que no son las autóctonas.

Cuando un lobo mata a algún ternero, tratamos de tasarlo enseguida, para que se pague rápido. Si se respondiese rápido y bien se eliminarían muchos problemas y eliminaríamos la idea de que el lobo y el ganado son enemigos.

Es un trabajo de sensibilización que hay que hacer. Aquí hubo un guarda que se decía que acabó con el lobo. Era un héroe para los ganaderos y para la gente de aquí. Se consideraba que hacía una labor beneficiosa. Llegó a debatir incluso con Félix (Rodríguez de la Fuente).

¿Y el turismo es un problema?

Aquí el turismo no es masivo. En realidad son más ojos en el monte, que te avisan de cosas que se ven.

¿Tenéis suficientes medios para trabajar?

La mayor parte de nuestro trabajo se va en mejoras ganaderas y en la gestión de la caza. A mí me da  pena. Las tareas silvícolas se hacen muy poco. Hay escasez de personal. Habría que gestionar los bosques, hacer zonificación, hacer una labor pedagógica y de sensibilización de los ganaderos. En Campoo tienen mejor organización, pero aquí es más complicado y problemático.

Ahora estoy liado porque después de las riadas de 2019 hay tramos del río Saja con obras de acondicionamiento y, claro, hay que salvar a los peces. Los sacamos con pesca eléctrica que los adormila y los soltamos aguas abajo. Yo he aprendido a hacerlo pero cuando me jubile, no sé quién lo va a hacer. Igual dejan que se mueran. El otro día saque 660 truchas, 700 piscardos y 5 anguilas en Ucieda, las solté más abajo y no tuve ninguna baja.

Impresiona el trabajo y la labor de naturalista metódico que haces...

No mucha gente sabe lo que hago y no pasa nada, pero lo que me preocupa es que no encuentro relevo. No hay muchos colaboradores altruistas  para AEMET y se ha ido automatizando todo, pero no es lo mismo con las máquinas. Hay que observar los colores, las huellas, los rastros. No se perciben bien los cambios en la naturaleza solo con máquinas.

Mucha gente joven ya no quiere hacer este trabajo porque hay que ser metódico y paciente y no ves qué hacen con ellos.

Mis datos salen en una revista local que se llama Cantárida y hago un boletín que mando a unas 200 personas. A veces voy con los chavales al cole. Hay profes que se implican.

Te sigue gustando tu tarea...

Me noto que ya no tengo la misma fuerza, aunque todavía dejo atrás a muchos jóvenes.

 

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Yayo Herrero

Es activista y ecofeminista. Antropóloga, ingeniera técnica agrícola y diplomada en Educación Social.


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