Imagen de Juan Romero Álvarez, asesinado por ETA el 21 de junio de 1993. (Archivo familiar)
Imagen de Juan Romero Álvarez, asesinado por ETA el 21 de junio de 1993. (Archivo familiar)

Esta semana ha sido muy dura para mí. Cuando leí la carta abierta
enviada al rey y firmada por varios militares retirados (no lo
olvidemos) en la que se nombra a mi padre como argumento para atacar
al Gobierno de este país, pasé un par de días reflexionando. ¿Debería
contestar a esa carta? Luego, cuando se publicaron los mensajes
privados de los compañeros de mi padre, me decidí a escribir un hilo
aclaratorio en Twitter.

No entro a criticar la ideología de los miembros de la XIX promoción
del Ejército del Aire (año 1967, no lo olvidemos). Yo siempre he
defendido la libertad de opinión en cualquier circunstancia. No me
ofende que alguien arremeta contra las víctimas del terrorismo en ETA,
a pesar de lo que dice el Código Penal. No me importa que un colectivo
de militares retirados manden una carta al rey y a las instituciones
europeas en la que expresan su temor a la supuesta desintegración de
España. De verdad, me da igual.

No obstante, el hecho de que los compañeros de mi padre usen su
memoria para argumentar su postura me llega a lo más profundo del
alma. Mi padre, Juan Romero Álvarez, fue asesinado en 1993 por ETA y
su caso nunca se ha resuelto en los juzgados, a pesar de mi
investigación publicada en el podcast Las tres muertes de mi padre.

No, ellos no tienen derecho a incluir el nombre de mi padre para
justificar sus trasnochadas opiniones antidemocráticas. Poco conocían
a mi padre sus propios compañeros cuando han usado su drama para sus
fines; él nunca hubiera firmado algo así, estoy convencido de ello.

El legado de mi padre es otro, muy diferente: como ya explico en el
podcast, él es un muerto sin alma porque nadie (NADIE) se preocupó
durante 20 años sobre las circunstancias de su asesinato y el de otros
seis compañeros: el teniente coronel del Ejército de Tierra Javier
Baró Díaz de Figueroa; el teniente coronel del Ejército del Aire José
Alberto Carretero Sogel; el sargento primero de la Armada José Manuel
Calvo Alonso; el teniente coronel del Ejército de Tierra Fidel Dávila
Garijo; el capitán de fragata de la Armada Domingo Olivo Esparza; y el
funcionario civil del Ministerio de Defensa Pedro Robles López, que
conducía el vehículo en donde iban cuando un coche bomba acabó con sus
vidas.

No, 'compañeros' de mi padre, no tenéis derecho a usar el nombre de mi
padre para atacar al Gobierno actual; no, Bildu no es ETA,
afortunadamente, sino un partido político legal con representación
parlamentaria. Os puede gustar o no, pero en ningún caso podéis usar
la tragedia del asesinato de mi padre para reforzar vuestros
argumentos. No. Jamás.