2020, el año que nos puso ante el espejo de nuestras propias lagunas
Público
En el tramo final de este 2020 que nos ha puesto al borde del abismo, ‘El Asombrario’ ha querido repasarlo juntando a Miriam C. Leirós, representante de Teachers for Future España, y el biólogo Fernando Valladares, uno de los científicos más brillantes en explicar la relación entre pandemias, crisis climática y deterioro de la biodiversidad. Porque la encrucijada ambiental planetaria es el gran reto que tenemos planteado ahora y en los próximos años.
El año ha sido convulso y hemos tenido que incorporar muchos cambios urgentes a nuestras vidas adaptándonos a la nueva situación. ¿Qué medidas urgentes tomarías ahora mismo, Fernando?
Llevamos 30 años sobrevalorando la globalidad, la importancia de alcanzar acuerdos globales, desde la Cumbre de Río de 1972, pero la especie humana aún no está bien adaptada para alcanzar una gobernanza global. De hecho, con la pandemia vemos que somos bastante mediocres en gobernanzas nacionales e incluso regionales. Se nos han ido tres décadas cruciales, con avances muy modestos en protección y conservación de la naturaleza y en mitigación del cambio climático. Ahora nos estamos dando cuenta, otra vez, de la importancia de lo local, que es donde realmente sabemos movernos. Y tenemos que avanzar en la coordinación de lo local para que alcancemos respuestas globales. No digo abandonar cumbres planetarias del clima o de la biodiversidad, ni estrategias ni acuerdos internacionales. Son imprescindibles. Pero son insuficientes y van demasiado despacio. Digo que hay que moverse a más ritmo, y esa velocidad mayor hoy por hoy solo podemos alcanzarla en agendas locales. Coordinadas, pero locales. Por ahí irían mis medidas urgentes. Por coordinar lo que ya se hace a nivel local. Por sacar partido y por poner en el punto de mira de la motivación la acción local. Por sentirnos todos más útiles en esta batalla global contra enemigos que hemos creado nosotros, pero que no vemos hasta que nos golpean en forma de pandemias, huracanes o mares repletos de plásticos.
Más allá de tu trabajo como científico o profesor en la Universidad, has comenzado una labor de comunicación muy necesaria. A menudo entender la ciencia o informes muy técnicos resulta una labor ardua para la ciudadanía en general que puede llevar al desinterés por el sobreesfuerzo que requiere. Tú te has implicado mucho en este sentido tratando de simplificar el lenguaje, buscando metáforas y analogías como la que empleas en el vídeo ‘Cambio climático, la otra pandemia. Diapositivas narradas’, en el que te refieres el sistema circulatorio del cuerpo humano para hacernos entender las teleconexiones; en ese vídeo incluso enseñas a interpretar los datos de los informes del IPCC. Yo pienso que esta forma de comunicación realiza una gran labor para llegar a la masa social y concienciar, y evocas el “derecho a ser parte del cambio”, pero ¿cuánto peso recae en la sociedad general para que se produzca el cambio?, ¿qué vías de ayudar tenemos la sociedad?
La verdad es que me encanta el desafío de darle vueltas a las cosas para contarlas de otra forma, más intuitiva, más didactica, más breve… Me desayuno cada día con un artículo científico o dos que me llevan un rato desmenuzar, desmontar, elegir las piezas esenciales, buscar nuevas palabras y reconstruirlos en un tuit o en una infografía para Instagram. Me obliga a entenderlo muy bien y me desafía a la hora de la economía de términos y conceptos. Quiero pensar que todo el mundo disfruta entendiendo las cosas. Y si se lo ponemos fácil a la gente para que entienda bien los problemas que subyacen a las crisis que sufrimos, logramos que disfruten aprendiendo, pero también les damos herramientas para ser parte del cambio. ¡Un auténtico dos en uno!
La sociedad tiene mucho que hacer. Lo podemos ver como un peso que recae sobre sus hombros o como un desafío o incluso como una oportunidad de hacer historia. El papel de la sociedad ahora es clave, insustituible y urgente. La sociedad ya hace mucho entendiendo y queriendo entender. Conexiones, prioridades, mecanismos, procesos. Lo que nos está ocurriendo es complejo. Necesitamos una sociedad que quiera entenderlo, que yo creo que con eso podemos contar, y también una sociedad que pueda entenderlo, y en eso hay bastante en lo que podemos ayudar los científicos, los docentes y los profesionales de la comunicación. Cuando la sociedad vaya entendiendo qué pasa y por qué pasa, ya irá viendo las cosas concretas por las que hay que ir empezando. No soy partidario de dar listas de cosas que hacer. Creo que hay que ayudar a que cada uno las hagamos personalmente. Dar una lista es como un profesor que ponga ejercicios a los chicos y chicas para que aprendan y se los dé ya resueltos, con la solución y los pasos a seguir y toda la información necesaria. Eso resta participación y se aprende menos que si uno se esfuerza en entender, elabora su lista y luego la contrasta con otras listas y la mejora.
Para que una persona tan ocupada como tú dedique tanto tiempo a la comunicación y concienciación tiene que estar realmente convencida con la causa, pues es una entrega de tiempo generosa y gratuita que muchas veces puede llegar a ser frustrante al no ver los resultados que se esperan. En este aspecto, el de la frustración, entiendo perfectamente a la gente cuando se queja de la gente que incumple con las restricciones o con las personas que no llevan mascarilla. Entiendo perfectamente su frustración en el tema Covid, pero también la identifico con la frustración en la causa medioambiental, porque sé lo que es estar dedicando tiempo a una causa y, lejos de comprobar avances, muchas veces ver retrocesos. ¿Se frustra Fernando Valladares en esta lucha medioambiental? ¿Qué te lleva a seguir adelante?
Hace tiempo, cuando me propuse cambiar el mundo, me preparé para la frustración porque sabía que sería cuando menos improbable que lograra cambiarlo, al menos en cosa de unos pocos años. Una fórmula que me ha dado resultados excelentes es hacer las cosas por coherencia interna. Por el simple hecho de que hay que hacerlas. Cuando te ves haciendo algo porque crees que hay que hacerlo, eres inmune a la frustración. Cuando haces las cosas pensando solo en conseguir objetivos, pones tu felicidad y tu motivación en las manos de otros. Y eso te expone innecesariamente. Por eso creo que el excesivo énfasis en lograr objetivos en el caso de muchas empresas y del propio sistema social e incluso el sistema docente, durante la formación de las nuevas generaciones, genera gente frustrada o insatisfecha. Por supuesto que hay que ponerse objetivos, pero no cegarnos con ellos. Poner el foco en el centro de gravedad de uno mismo, revisar que uno hace lo que debe hacer, genera satisifacción y estabilidad emocional.
Pero es evidente que me frustra que no se alcancen los cambios que propongo; bueno, cambios que proponemos muchos, en general la comunidad científica y mucha gente bien informada y mejor intencionada que hay en el planeta. Estar todo el día rodeado de malas noticias y de equivocaciones, decisiones egoístas y cortoplacistas que estropean la labor colectiva de años o siglos entristece cuando menos. Pero seguir cada día revisando información que merece ser contada me entretiene y me recarga de motivación. Salir de la frustración requiere terapia y esfuerzo. De momento me voy bastando yo mismo, con mi familia, amigos y colegas más cercanos para neutralizar los malos ratos y las dudas. Y por cada negacionista o por cada hatter o troll hay cinco buenas personas que te alegran el día.
Estamos asistiendo a una llegada masiva de migrantes a España, mucha gente no entiende qué relación puede tener la inmigración con el medioambiente, pero lo cierto es que además de la evidente sequía, en muchos pueblos de África ya no hay conflictos armados por oro o esmeraldas, sino por el control del río, del agua dulce, que es la fuente de vida que les proporcionará cultivos con los que sobrellevar hambrunas. Los más desfavorecidos en todas las sociedades son, además, los que más sufren las consecuencias del cambio climático, esto es algo que a mí me molesta especialmente, pues me parece una situación de abuso. En tu labor de comunicación, no solo simplificas los términos científicos para hacerlos más accesibles a la población general realizando una gran labor didáctica, sino que además llamas la atención de cómo el cambio climático, la pérdida de biodiversidad o la contaminación afectan a las personas. Hablas de cómo se provocan muertes de forma directa e indirecta, migraciones climáticas y conflictos. ¿Crees que todavía no se ven las consecuencias en este aspecto? ¿Cómo poder concienciar sobre las consecuencias sin caer en un catastrofismo que desanime?
Estoy totalmente de acuerdo contigo en esa tremenda injusticia múltiple que cometemos con los migrantes climáticos. Normalmente viven en países que apenas han contribuido a la emisión de gases de efecto invernadero, pero el cambio climático les obliga a abandonar lo que más quieren: su país y su familia y amigos. Y luego no los aceptamos, les ponemos vallas y todo tipo de obstáculos legales. Y a los que logran pasarlos todos, les regalamos una horrible discriminación social. Es increíble. Cuando empecé a hablar de migrantes climáticos en mis charlas de cambio climático hace 15 años me decían de todo. Desde que ideologizo o politizo mi mensaje hasta que no estaba demostrada ninguna conexión con el clima. El tiempo, por desgracia, ha ido poniendo las cosas en su sitio y no andaba yo muy desencaminado.
Cada día busco formas nuevas de provocar reacciones en la sociedad ante la injusticia y ante los problemas medioambientales. La pandemia nos ha dado todo un repertorio de argumentos, principalmente relacionados con la salud. Cuando puse el nombre de La salud de la Humanidad a mis canales en YouTube o Instagram, muchos pensaron que era exagerado. Luego vino la pandemia y con artículos científicos en la mano vimos que de lo que estamos hablando es de la salud de la humanidad cuando hablamos del cambio climático y del origen de las pandemias, y que la salud de la humanidad y la de los ecosistemas están estrechamente vinculadas porque se rigen por los mismos principios y se necesitan mutuamente. Hablar de eso no es catastrófico ni apocalíptico. Es como hablar con tu médico si tienes un problema de diabetes o de cáncer o de lo que sea. Es grave. Hay conocimiento. Hay opciones. Pero hay que ponerse serios. Creo que se puede hablar de cambio climático y de crisis ambiental y de riesgo de pandemias poniéndose serios pero sin caer en el catastrofismo. Y hay luz al final del túnel. Hay opciones, requieren esfuerzo, pero las hay. Y tenemos mucho que ganar en el proceso.
Desde el colectivo Teachers For Future Spain, en el que estoy implicada de forma muy activa, llevamos a cabo actividades educativas de concienciación y acción, pero sabemos que no tenemos tiempo de que este alumnado llegue a la sociedad, los cambios deben comenzar ya. Sin embargo, también sabemos que este alumnado concienciado transmite estas ideas a las familias que realizan pequeños cambios en su día a día y así parte de la sociedad adulta se conciencia de algún modo a través del alumnado. Educar y concienciar sobre el medioambiente y su necesidad de cuidado no es tarea fácil, y menos este curso, en el que la seguridad urgente ha desplazado al tema medioambiental, creyendo que para ocuparnos del medioambiente ya habrá tiempo. Todavía mucha gente no ve la relación entre pérdida de biodiversidad y zoonosis. Para ti, ¿qué labor tiene la educación reglada en este sentido? ¿Crees que habría sido necesario incluir contenidos sobre cambio climático o eco-alfabetización más allá de un tema en una asignatura en la nueva ley de Educación?
El sistema educativo de nuestro país tiene muchas asignaturas pendientes. Yo no soy ningún experto, pero leemos las estadísticas de nuestros chicos y chicas, les oímos sus reflexiones, vemos a los que tienen ocasión de conocer los sistemas de otros países anglosajones, del norte de Europa o incluso de Asia… hay muchas cosas que cambiar y modernizar. La grandísima paradoja es que España fue líder mundial en su modelo docente de principios del siglo XX, para caer a la cola del mundo a finales del mismo siglo. Una auténtica involución. Creo que no vamos a arreglar nada cargando con más contenidos a los pobres muchachos y muchachas. De hecho, la obsesión con contenidos y materias es la gran tragedia del sistema español. Y con el advenimiento de Internet, este énfasis ha quedado aún más obsoleto. Así que yo, si pudiera elegir y ser ambicioso en las mejoras, no añadiría nuevas asignaturas ni recargaría las existentes con más contenidos ambientales. Estuve acompañando a mis propios hijos durante sus estudios en Primaria y Secundaria, y los libros de texto ya tenían miles de conceptos complejos de ecología y medioambiente. No hacen falta más. Hace falta que los entiendan. Y hay que comenzar por que los entiendan bien los propios profesores.
Hay que acompañarles en la comprensión de la situación histórica y ambiental en la que estamos. Esto es una formación transversal donde necesitamos a los profesores de matemáticas o de música tanto o más que a los de biología o historia. Como científico, creo que no se inculca con suficiente claridad y decisión el método científico y la actitud crítica. Eso es mucho más importante en la formación de los estudiantes que aprenderse de memoria la tabla periódica de los elementos, la lista de los reyes godos o la lista de preposiciones o el pretérito pluscuamperfecto del verbo correr. Creo que hay que poner patas arriba los planes de estudio. No en el sentido político del término. Ya vemos los efectos devastadores de que los chicos y chicas pasen por dos y hasta tres planes de estudio diferentes durante su paso de infantil a bachillerato. No, yo me refiero a revisar la forma de enseñar y abandonar las peleas por asignaturas y por contenidos. Pero mientras no sea posible, mientras no haya políticos valientes que quieran afrontar este cambio que implica un diálogo profundo y continuo con el personal docente y estar dispuestos a escuchar, revisar y proponer y volver a proponer, tendremos que poner parches. Y esos parches deben contener mayor presencia de temas y conceptos de ecología y medioambiente porque viven y vivirán en un planeta en crisis ambiental y deben entenderlo. Y hay que recuperar a toda costa el placer de aprender, la pasión de entender. El sistema actual mortifica y castiga, penaliza y juzga constantemente a los estudiantes, sometiéndolos a 6 o 7 charlas magistrales de 6 o 7 temas completamente diferentes cada día. Hoy sabemos que ningún adulto, por motivado que esté, puede escuchar con provecho más de dos o tres charlas magistrales al día y no deben durar más de 20 minutos. El resto del tiempo, nuestro cerebro debe correr libre por los conocimientos recién impartidos.
COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.
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