lunes, 14 de diciembre de 2020

La voz de Iñaki | 14/12/2020 | Un reinado a la defensiva

   


Que la monarquía española es la reproducción calcada de el cap avall, como se define en valenciano lo que está totalmente patas arriba, y a cómo se colocó en estas tierras el retrato de Felipe V el pirómano, tras quemar Xátiva con toda la población dentro solo por haberle rechazado como posible rey, es una realidad palpable, cada día con más certezas evidentes. 

La realidad indiscutible de la realeza española de ahora mismo es la incapacidad demostrada por esa dinastía borbónica para desempeñar la gestión de la jefatura del estado, sin más, visto lo visto y comprobado constantemente. No dar una en el clavo en el dí a día pone en la picota sin parar las dos figuras reales que se retroalimentan en la antología del disparate. Que nos represente y por ello tangamos la obligación de soportar los desmadres y barrabasadas del oxímoron borbonero y nada menos que ostentando el monos arjé (el poder de uno solo) en plan poder absoluto sobre el estado -presuntamente democrático- para hacerse un sayo con el toison y unos ahorros multimillonarios con la corona, es delirante en sí mismo, tanto en el modo padre como en hijo fashion. 

Si esos Borbones fuesen dignos del estatus que constitucionalmente han aceptado, jamás hubiesen dado lugar a una situación como esta. Ni el padre habría perpetrado las obscenidades que perpetró en su vida privada y financiera durante años incontables de abusos justificados por una impunidad de "Bribón" aberrante e inmoral, ni el hijo dudaría entre aferrarse al moho de su estirpe y hacer limpieza general empezando por sí mismo, por su propia conciencia, acciones y compromiso moral, humano. Aunque esto último sería un verdadero milagro si se ha sido educado en tabúes y excepcionalidades del siglo XVII,  a años luz del siglo XXI. 

Si a esta debacle sumamos las circunstancias del momento crucial lleno de riesgos, problemas, daños pandémicos irreparables e incertidumbre sin límites que atravesamos, está claro que ni la conciencia ni la responsabilidad, ni la ética, ni siquiera la más mínima sensibilidad empática, son cualidades de esos individuos, mucho más dinásticos profesionales, tiesos y en Babia sempiterna por diseño hereditario, que verdaderamente humanos. ¿Merece tantas consideraciones, quien habiendo sido el supuesto "temístocles" de la Transición, en plena pandemia solo se ocupa de salvar a base de chanchullos y normas "ad hoc" sus cuentas corrientes  multimillonarias sin pensar en los que sufren y mueren sin tener ayuda ni atención primaria, ni techo, ni trabajo ni subsidio, ni comida, sobre todo cuando ha vivido desde siempre, de sus impuestos, que pagan obligatoriamente por todo con el IVA, hasta los que piden limosna? 

Si esos reyes tuviesen un mínimo de integridad y salud psicoemocional serían los primeros en exigir que la Constitución les considerase como iguales a todo el mundo, y no ser la excepción por discapacidad moral atribuida y reconocida para los monarcas, en vez de la lógica igualdad en deberes y derechos que se exige a todas las personas normales. Imaginemos un ejemplo así en la constitución: todos los ciudadanos del estado tienen el derecho a caminar libremente sin prótesis ni ayudas extras, excepto los deficientes e imposibilitados a los que se les permitirá usar muletas y sillas de ruedas, cuya movilidad se garantizará con rampas de subida y bajada y ayuda social en todos los sentidos. Pues eso mismo es el artículo constitucional que declara insolventes e inválidos morales a los Jefes de Estado dinásticos, como lo aseguraba hace un par de días la misma Ayuso, afirmando con toda contundencia que "el rey no es como todos los demás", al tener una protección especial para su anomalía hereditaria, como podría ser la hemofilia, por ejemplo. Tener patente de corso para ser filibusteros entronizados es demencial, sencillamente un disparate, una perogrullada excepcional e inexplicable, algo que debería avergonzarnos como sociedad y no solo producirnos un schock bloqueante por el impacto  y quedarnos a cuadros sin que los pueblos ibéricos  reaccionen y digan ¡basta!

El peor de los riesgos y peligros no es equivocarse ahora exigiendo la revisión sin tapujos del tinglado actual tirando de la manta, sino hacer como siempre: posponerlo, dejar todo quietecito e intacto hasta que escampen las noticias -como viene siendo 'la costumbre del café', dirían los Álvarez Quintero en sus sainetes- para que nada se altere y cuando pase el chaparrón todo siga como siempre campechanamente y recuperando la shenshatez rajoyana, que no es tan precariamente ética si mete catalanes en la cárcel por decir que no les gusta este modelo de estado,pero deja sueltos a los ladrones que se llevan por delante el dinero del estado que  a los catalanes no les gusta, y que debería invertirse en justicia, bienestar de la mayoría, vivienda, sanidad de la normal -no de la inauguritis exhibicionista fascistoide y compulsiva ad hoc-, sino atención y cuidados sociales diarios para quienes hacen posible que hasta ellos, los ladrones oficiales se hagan ricos e impunes. 

La Constitución de un estado decente jamás debería ser la magna coartada de la Cueva de Alí Babá y si así fuera por la herencia recibida, lo más urgente debe ser su modificación hasta convertirla en una garantía plena de salud estatal sin nada que lo impida entre sus mandatos consensuados y nunca impuestos por una minoría de asaltantes del oligopolio caciquil, a lomos del mismo Dragon Rapid de siemppre. Mientas la Constitución haga excepciones que provoquen situaciones tan perversas como estrambóticas, tal que la excepcionalidad de "la persona", que no se juzga por su cargo, sino por ella misma, según Sánchez, y que cuando ya no hay cargo pueda delinquir tan excepcional y felizmente como cuando lo había, porque el resultado se reduce a liquidar el débito de un cobro indecente y  ya está, como se devuelve en el súper una cifra cobrada demás. ¿No sería lo más normal que ese marrón supusiese para el estado y el pueblo, la revisión inmediata de la norma constitucional que ha permitido el real atraco  premeditado a lo largo de años, usando la Jefatura del Estado al que representan como negocio particular ? 

Cuando una norma no sirve para garantizar la decencia y la estabilidad de los gobernantes, sino que facilita y justifica sus abusos hay que cambiarla cuanto antes. Igual que a los gobernantes que se han beneficiado de ella, porque han demostrado que su moral está por los suelos y no tienen conciencia suficiente para distinguir una ley de un chanchullo legalizado. Con eso se cae también la máscara del Poder Judicial, del Legislativo y del Ejecutivo. Afrontarlo limpiamente, ser humildes y sensatos de verdad, pedir perdón al pueblo y corregir el desastre es mucho más sano, inteligente y práctico, que volver a tapar la mierda podrida que está acabando con la credibilidad del Estado.

¿Qué diferencia hay entre la ética ausente en  el Pazo de Meirás y en la de la gestión patrimonial del demérito JC I? Los dos sujetos que debían haber servido al bien común se han comportado como buitres desalmados y rapiñeros sin freno. Y lo más duro de asumir es que ningún gobernante ni partido en el gobierno, en casi cuatro décadas se ha atrevido hasta ahora a explicar, a denunciar y a desactivar tantas afinidades. ¿Se puede, en pleno siglo XXI y en un estado europeo, exigir al pueblo que cumpla las leyes básicas que los monarcas no cumplen? ¿Qué modelo de ética, de política y de sociedad queremos tener  y ofrecer a nuestros jóvenes y niños si estos disparates son la "normalidad" amparada por una Carta Magna, que los reyes nunca juran porque  se  consideran por encima de ella como si fueran dioses del imperio romano, que divinizaba a sus emperadores y les rendía culto hiciesen lo que hiciesen?¿Qué herramienta posibilita que los poderes estatales solucionen las indecencias absolutistas de un dictador y no se atrevan a sanear y a penalizar las indecencias del sujeto que el mismo dictador dejó como guardián "democrático" de sus ataduras y de sus tinglados? Pues, la Constitución misma en su actual formato. El mismo documento que proclama un estado laico en la teoría y confesional en la práctica y deja que la Iglesia Católica haga lo mismo que el rey y su mentor: llevarse crudo el dinero que debería ser patrimonio social del bien común y no de especuladores desalmados y devotísimos de sus bolsillos.

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