lunes, 21 de diciembre de 2020

La voz de Iñaki Gabilondo | 21/12/2020 I Volver a la normalidad o invent...

  


Querido hermano Iñaki, gracias, muchas gracias, por esas reflexiones navideñas, más necesarias que nunca, que son en realidad la resonancia magnética, la percepción del latido desnortado de una realidad social, económica y organizativa del disparate, del desbarajuste convertido en sistema/hecatombe, ataviado con una mascarilla/venda de ojos fantástica, que permite controlar todo mientras todo se va por el desagüe magnífico de un narcisismo loco de atar, estrepitoso a la deriva y por ello incapaz de atar cabos entre causas y consecuencias. No se puede curar ninguna enfermedad cuyo origen se desconoce, sin etiología no hay forma de encontrar remedio, solo chapuceros alivios momentáneos a ver qué pasa, y sobre todo, a ver, cuánto se cobra por ellos y se gana en el tinglado de unas soluciones que en realidad no interesan tanto como las miserables ventajas solo hilvanadas y casi nunca definitivas, que proporcionan los problemas. La problemafilia es una pandemia propia de nuestra especie que se recrudece sobre todo en determinadas geopolíticas del Planeta, de las que no voy a añadir nada para explicar algo de lo que ellas mismas ya hacen cada día un recital constante, una exposición perenne y exponencial de causas, efectos, recursos y creatividad ya insostenible. Sin problemas ¿qué harían los noticieros y telesustos, con lo bien que se vende el canguelo y lo que cotiza el soponcio? Si todos estamos sanísimas, ¿de qué iba a vivir la ciencia de laboratorio y sus criaturas? Si todas somos pacifistas, ¿qué sería de las fábricas de armamento y de los puestos de trabajo militares y represivo/"protectores"? Si todas fuésemos vegetarianas los animales de corral, gallinero, zahúrda, establos y extensiones hídricas serían una plaga para el Planeta. Si generosamente no consumiésemos tanto tóxico, ¿qué sería de la producción potentísima de Dióxido de Carbono y de la solidaridad que nos ilumina, por ejemplo, compartiendo la tecnobsolescencia que producimos con los países africanos que la desconocen hasta que se la enviamos en modo basura...con esa solidaridad imperante en nuestra cultura del desguace. Sin  provocar con nuestro infalible sistem in failure verdaderas oleadas de migrantes no se habría descubierto jamás el turismo inverso ni lo que mola pagar diez euros al día por quince horas de trabajo en invernaderos o campos de monocultivos implantados en lo que antes  de los incendios forestales ad hoc, eran bosques inútiles que no rentaban nada -si no eran de eucaliptos, claro!- ¿Y qué habríamos hecho en una civilización sin petróleo? pues, privarnos de unos chapapotes magníficos, de unas mareas negras fabulosas, de unas enfermedades e intoxicaciones apasionantes y de unos temas inimaginables, tan hiperrealistas y exitosos, para novela y guión cinematográfico ...

Estas son algunas de las tendencias de alcantarilla que dominan el mundo mundial de la destarifocracia descoyuntiva, pero la verdad es que hay muchísimas más repartidas por el orbe terráqueo.

Y sin embargo basta con hacernos conscientes como masa crítica de energía regenerada y a la vez transformadora por 'contagio' natural e intransferible, cuántico, y a la vez, tan sencillo como amar y al mismo tiempo y con la misma energía inseparable de entender, para que el mismo desastre que nos mata sea sorprendentemente el empujón hacia el nuevo nacimiento integrador que necesitamos con más urgencia cada día, una reconversión bifurcadora, -como intuyó Prigogine y  por ello se llevó el Nobel de Física-, una navidad vital, verdadera y no solo una evocación de calendario comercial, raramente "devota" de algo que ya el tiempo ha emborronado, podrido, desfigurado y destrozado, en una complicada y perversa entropía delirante, sin más sentido que autodestruirse a base de tripadas por devorar y consumir mientras se es consumidos como seres pre/humanos y consumados como ocurrencia sistémica, no de ningún dios impresentable y border line, -que si nos hubiese hecho a su imagen y semejanza, estaría como un cencerro- sino como resultado de las propias opciones, actitudes y objetivos de una especie-paradoja,  que puede ser divina o basura, según decida elegir por mayoría, según sus tripas o según la inteligencia emocional de sus sentimientos más sanos, limpios y lúcidos, que no dependen de lo que te encuentras, sino de cómo decides considerar y gestionar lo que te vas encontrando. 

Se puede elegir ser indiferentes o negacionistas de todo lo que no es el propio ego, o felices y libres de ataduras en el abrazo de la comprensión y la fusión del cariño que mana de una fuente interna nautural, que salva e instruye, que crea y reparte sin juicios ni privilegios, sin categorías, donde el primero es el último; por eso en la Realidad que Es, no hay dioses, ni amos, ni reyes ni señores, solo gobierna y organiza la más inteligente bienaventuranza de lo sencillo, de lo auténtico, de lo transparente y sano, del Nosotros como conciencia compartida y espontánea. Y no es utopía, hay quienes ya han podido y pueden cada día descubrir el camino y en ello andan por la vida sin montar espectáculos ni pollos. Sin exhibirse como potencias a bombo y platillo bancario compratodo.

Si aun este mundo no se ha ido al garete es porque todavía existe mucha de esa buena gente trabajadora, clara, directa, entrañable sin comillas, tan vulnerable como inexplicablemente resistente, capaz de renunciar a lo suyo por el bien del Otro, que no busca por ello agradecimientos ni recompensas, que da sin esperar nada a cambio, porque el hecho de poder dar ya es en sí la felicidad compensatoria y riquísima que nada puede eliminar, que no se deja atrapar por el odio ni la violencia ni por el miedo o la ambición manipuladora, aunque los sufra como tentación constante...que desde la creación del silencio y la luz puede ir dejando pistas materializadas de que otro mundo es posible. Y si hay dios precisamente, ellos y ellas son su manifestación incontestable, la prueba total de lo que ES sin más. La familia cósmica e infinita como experiencia social, sí, también política y económica, sin necesidad de gerifaltes. Lo mismo en La Cañada Real, que en Los Pajaritos, que en La Coma, en El Raval o en Entrevías. El puzle inseparable de sus piezas. El Océano inseparable de sus gotas de agua...Y viceversa...

No es cosa de religiones ni de conceptos previos, ni de "lucha", qué va, sino de experiencia resiliente y plenamente viva, nada más. Todos los días del año son una celebración si aprendemos a descubrir por dentro algo pleno que compartir y celebrar por fuera.

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