El campo de la vergüenza
El relator de la ONU para la pobreza extrema y los derechos
humanos, Philip Alston, visitó el campo de Huelva poco antes del inicio
de la pandemia del coronavirus, justo durante la campaña de la recogida
de la fresa. Durante su visita quedo impresionado por las condiciones de
vida de las temporeras y temporeros, que describió como unas
condiciones "mucho peores que un campamento de refugiados", "como
animales", "mientras grandes empresas ganan millones de euros". Este no
es un fenómeno nuevo, pero sí que ha ido creciendo de forma exponencial
en los últimos años en relación al aumento de los cultivos de la fresa y
frutos rojos. Así la degradación permanente de las condiciones de vida y
laborales de los/as jornaleros/as se ha convertido en un pilar
fundamental del llamado milagro económico del "oro rojo", que ha
transformado a Huelva en la primera potencia europea con unas 400.000
toneladas de fresones y otros frutos rojos, 11.500 hectáreas de cultivos
y exportaciones por valor de 1.200 millones de euros al año.
Estos mismos jornaleros/as que se ven obligados a vivir en
infraviviendas en poblados chabolistas, en los márgenes de los campos de
cultivo, aún teniendo recursos económicos para poder alquilar una
vivienda, se encuentran con la imposibilidad de poder hacerlo, ya que ni
los empresarios se lo facilitan, ni los propietarios de las viviendas
de los diferentes municipios donde trabajan.
Jornaleros/as que durante el confinamiento por la crisis
sanitaria ha sido un sector económico "esencial" para que la comida
llegue a nuestras mesas. En cierta medida, el confinamiento ha arrojado
luz sobre quiénes están realizando principalmente este trabajo esencial y
en qué condiciones: explotación y semiesclavitud, tal como lo vemos en
los campos frutícolas de Huelva. Sin derechos, infraviviendas, sin agua,
luz y mucho menos condiciones de salubridad o servicios sanitarios para
hasta unas 5000 personas, en unos 50 asentamientos. En España suman
15.000 entre este y otros polos como Almería y Murcia.
La situación en el campo, es de todo menos desconocida para una
patronal agraria que se lucra con este régimen de explotación y unas
instituciones que lo permiten, a pesar de lo cual nadie parece estar
dispuesto a mover un dedo para que esta situación mejore.
Llamativo fue cómo la misma ministra de Trabajo y Economía
Social fue amenazada por la patronal al anunciar inspecciones laborales
extraordinarias en el campo. Unas inspecciones motivadas entre otras
razones por la relevancia mediática de la escandalosa situación de las
más de 7.000 temporeras marroquíes atrapadas sin recursos económicos, ni
información y en un absoluto abandono institucional en Huelva. Además
al estar alojadas en fincas dispersas muy lejos de los núcleos urbanos,
la sensación de abandono y de estar atrapadas se ha intensificado
generando numerosas patologías. Una situación que no solo manifiesta las
terribles condiciones laborales de estas temporeras sino que también
cuestiona el marco de la propia contratación en origen.
La situación de los asentamientos chabolistas de la comarca de
la fresa en Huelva no es nueva, a pesar de ello ni la patronal ni las
instituciones enfrentan la situación buscando algún tipo de alternativa
habitacional para los miles de jornaleros/as que se desplazan cada año a
la región. Por si no fuera poco, estos campamentos son en demasiadas
ocasiones pasto de las llamas, con una frecuencia que hace sospechar que
no solo se debe a las altas temperaturas o a la precariedad de su
situación sino que en muchas casos pueden estar provocados.
Solo en la última semana, el incendio de tres poblados
chabolistas habitados por trabajadoras migrantes del campo, ha dejado a
más de 400 personas sin techo en la provincia de Huelva. El fuego no
solo ha destruido sus casas y sus escasas pertenencias, sino también
documentación vital para sus aspiraciones de regularización. El último
en la madrugada de este viernes 17 de julio, cuando las llamas arrasaron
parte del poblado chabolista ubicado a la vera de la "Pista del
Corchuelo", muy cerca del Estadio Ciudad de Lepe. En lo que podría ser
un incendio provocado por uno o varios vecinos de la localidad. Mientras
el Ayuntamiento sigue sin responder a la emergencia habitacional, a
pesar de que podría habilitar alguna de las numerosas dependencia
municipales como polideportivos o escuelas que continúan sin actividad
por la pandemia. Como por cierto ya se ha hecho en otras ocasiones en
este municipio, la gran diferencia parece residir en que el Ayuntamiento
del PP tiene miedo a la presión electoral de una extrema derecha en
auge en la localidad, que en las últimas elecciones generales llego a
ser la segunda fuerza.
Todos sabemos que si cualquier vecino hubiera perdido su casa o
más aun si un barrio entero de Lepe hubiera ardido pasto de las llamas,
esa misma noche las personas afectadas hubieran contado con la ayuda de
las diferentes administraciones asegurando que nadie durmiera en la
calle. Pero como aparecía en un telediario de Antena 3, no son personas
sino migrantes, sujetos de no derecho, invisibilizados y estigmatizados
por una legislación migratoria que vulnera derechos. Porque una de las
grandes falacias, no española sino europea, es que no queremos o
necesitamos migrantes, claro que los necesitamos pero justamente así,
sin derechos, con miedo, viviendo en chabolas y sin sus papeles en
regla. Como mano de obra barata, explotable, sin capacidad de sindicarse
u organizarse y favoreciendo una disputa por los recursos escasos entre
los últimos contra los penúltimos. Porque negando los derechos a las
personas migrantes estamos devaluando nuestros propios derechos,
favoreciendo una competencia laboral a la baja que solo favorece a unas
elites que maximizan sus beneficios a costa de agrandar la desigualdad y
a una extrema derecha que se aprovecha de ella para convertir a los más
golpeados en chivos expiatorios y exculpatorios de las primeras.
El Real Decreto 13/2020 permitió que jóvenes extranjeros de 18 a
21 años adquiriesen permiso de trabajo temporal en el sector agrario
durante la pandemia para asegurar que se salvaran las cosechas. A través
de este gesto quedó claro que una regularización amplia no sólo es
posible, sino necesaria y que jurídicamente no habría obstáculos, sobre
todo si se considera el derecho al trabajo como derecho universal. Y es
que no existe otro enfoque para la regularización, que no sea el de
derechos, rechazando la premisa según la cual la población inmigrante
solo merece consideración si económicamente aportan más de lo que
reciben de parte del Estado. En el actual contexto, un gobierno que se
autodenomine progresista no pude menos que afrontar una regularización
administrativa urgente de aplicación inmediata para las personas en
situación administrativa irregular. El movimiento de Black Lives Matter
ha generado con su movilización todo tipo de simpatías, es el momento de
demostrar que las vidas negras importan a miles de kilómetros, pero
también en los campos de Andalucía.
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