George Orwell: «En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario».
jueves, 16 de julio de 2020
Nada que celebrar
La plaza llora. Sí, también ella,
la de la Armería. Con mañana de julio
a toda vela,
jueves a la intemperie coronada
por virus y monarcas.
Son tres siglos de llanto
sin parar después de la invasión
violadora y cruel de cada pueblo,
de cada territorio. De luto sin alivio.
Un llanto silencioso
que estalla algunas veces en rabia
y en despojo. En manada y crueldad
analfabeta y ciega.Y luego se evapora
sin recuerdo de sí ni de su historia.
Basura emocional acumulada año tras año,
siglo a siglo, guerra a guerra.
Triste desolación de pueblo hundido,
de mudo manifiesto que se aborta a sí mismo.
De cañón a fusil,
de sable a parabellum,
del banco y su caudal a la cloaca,
del palacio al garito. Del cuartel al burdel
y viceversa. Del templo al matadero.
De las urnas al trullo,de la miseria al trono.
Un camino, al parecer sin fin,
que va de la derrota al abandono
y desde la crueldad de la miseria,
del fraude y del olvido,
al cementerio.
Quizás ya sea el momento de aprovechar el llanto
para lavar legañas seculares
y arrancarse la venda de los ojos.
Basta de confundir la enfermedad
con el falso remedio que es su origen,
y al matarife profesionalizado
con el patrón del barco que se llama Bribón
para dar fé y que consten en acta
cinismo y desparpajo campechano
Tú, pueblo, aposentado en la comodidad
de mansedumbres varias,
eres el responsable de esta burla fatal,
de la calamidad que ahora lamentas.
Piensa y razona, pueblo de chascarrillo
y de poltrona:
Si has perdido a tus viejos y enfermos
por la calamidad de ese tinglado,
por falta de recursos sanitarios
debidos al medrar filibustero,
desde la corrupción y sus apaños
al permitir
que el dinero del pueblo
acabe en los bolsillos soberanos
con una impunidad escandalosa,
no vayas a llorarles por decreto,
ni cubras expediente de vitrina
para lavar la cara a esa mentira
tan constitucional como un estado
que permite y legisla hazañas tan dolosas
como cosa normal,
pero condena en cambio
a quienes no comparten el sistema
y exigen que se vote sanamente
en libertad un modelo estatal que nos permita
subsistir con decencia y dignidad,
y sin alcantarillas pestilentes
de esas que desembocan
en bancos de Suiza y Panamá
mientras lavan sus manos indecentes
en ritos cortesanos de liturgia teatral.
Plántate de una vez, pueblo en la inopia,
y no sigas el juego a quien te exprime,
te engaña y manipula a base de parodias.
Llora a tus muertos, sí, ¡pero reacciona!
y llóralos por libre y sin coronas turbias
de por medio.
Exige un referendum y despierta
para llenar de luz los cementerios
y sembrar mil jardines donde las flores crezcan
en medio de las tumbas
y que la vida siga sin momias ni más ritos
truculentos.
No necesitas reyes ni templos ni palacios
ni partidos en guerra ni caudillos fiambres,
ni terrazas ni bares, ni colillas,
ni latas de cerveza, ni rumores ni cuentos,
pero sí necesitas con urgencia de UCI
que por fin se despierte tu conciencia.
Para que así suceda, a ratos cierra el móvil,
apaga las pantallas; mientras pisas el suelo
mira a tu alrededor y luego al cielo,
camina y no conduzcas mientras puedas, permite que la calle
te construya el relato,
deja que el pensamiento se deslice
convertido en silencio,
respira hondo el instante bebiéndote ese amor que llevas dentro,
y luego en cada rostro, cuerpo a cuerpo,
descubréte a ti mismo, igual que tus hermanos indefensos
y siempre desarmados ante una inmensidad que no controlan
ni pueden abarcar,
almas en libertad brillando entre cadenas
que romper y soltar...Sin carnet ni licencia. Sin papeles,
como los refugiados cuando llegan.
Seguro que esas luces incansables,
persistentes e intensas
-que también eres tú, que somos todas-
despiertan el latir de tu conciencia.
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