Qué ganas de que empiece el cole en septiembre
28/7/2020
eldiario.es
Qué ganas de que llegue septiembre y vuelvan al cole nuestras
hijas e hijos, ¿verdad? Qué ilusión, qué nervios: entre los brotes y
rebrotes que ya en verano anticipan un otoño entretenido, y las noticias
diarias de profesores y AMPAS que denuncian la falta de recursos para
garantizar un comienzo de curso seguro, estamos todos locos por que
llegue septiembre…
Pero ojo, que esta vez nadie podrá acusar a las autoridades de
imprevisión: cuatro meses después de cerrar las aulas, las autoridades
educativas estatal y autonómicas tienen preparado un plan para reanudar
las clases en septiembre. Mejor aún: tienen dos planes, el A y el B,
para que no se diga.
El plan A viene a ser: "queridos equipos directivos y
profesorado, aquí van unas estupendas instrucciones de seguridad para
que las apliquéis como buenamente podáis en vuestros centros, con mucha
imaginación y con los pocos recursos materiales y humanos que os
daremos, que ya sabemos que son insuficientes pero confiamos en vuestra
creatividad después de tantos años apañándoos sin recursos".
Y el plan B, en caso de que falle el A y se disparen los
contagios en las aulas, dice algo así como: "queridas familias, os
mandamos a vuestros hijos de vuelta a casa para que disfrutéis las
bondades de la conciliación laboral-familiar y la escuela a distancia de
la que tan buen sabor os quedó en primavera".
El plan A varía según las comunidades, en algunas con más
recursos que en otras, pero en todos los casos provocan muchas dudas en
el profesorado y las familias, cuando no la protesta, la denuncia y
hasta la dimisión de equipos directivos que no están dispuestos a
comerse un marrón ajeno y asumir responsabilidades sanitarias que no les
corresponden. Las consejerías de Educación han recogido las
instrucciones que acordaron con el ministerio, las han retocado un poco y
las han enviado a los centros para que las apliquen ellos con
"autonomía". Y las instrucciones son geniales, vale, pero redactadas por
quien no ha pisado un colegio ni un instituto en muchos años. Imagino
el pasmo de directores y profesores al leerlas. En algunos centros no se
puede cumplir ni con las indicaciones más básicas de lavado de manos,
pues implicarían colas y aglomeración en los baños por insuficientes.
Son instrucciones irreales, inviables.
No, perdón: las instrucciones pueden ser perfectamente reales y
viables… si van acompañadas de medios materiales y sobre todo humanos.
Ante las dudas, las comunidades sacan pecho anunciando la contratación
de miles de docentes, pero en la mayoría la cuenta no sale ni a un
profesor por centro. Sin pandemia ya hacía falta más personal para
resolver carencias, ahora es una emergencia. Eso sí, mucha compra de
mascarillas, geles y carteles recordando el lavado de manos, y por
supuesto un montón de pruebas PCR –no tantas como en el fútbol, pero
algunas se harán–. De las ratios de alumnos por clase y la imposibilidad
física para asegurar distancia en aulas y zonas comunes ya hablaremos
otro año, en la siguiente pandemia, que esta ya nos ha pillado con los
coles saturados.
Así que el verdadero plan es en realidad el plan B, que es el
paracaídas con que cuentan las autoridades educativas si el A no
funciona. Quién se va a preocupar de considerar la educación una
prioridad y dotarla de recursos suficientes para asegurar la enseñanza
presencial con garantías sanitarias, cuando tienes a mano un recurso tan
fácil y barato: que los estudiantes se queden en casa y las familias se
busquen la vida en cuanto a conciliación, apoyo educativo o tecnología.
No hace falta que me recuerden lo endemoniadamente difícil que
es la situación actual, y la incertidumbre de qué pasará en otoño. Nadie
dice que sea fácil. Pero cuando llegue el comienzo de curso habremos
estado seis meses con las aulas cerradas. Repito: seis meses, medio año.
En marzo nos pilló el coronavirus a mitad de trimestre y hubo que
improvisar una solución con el esfuerzo de docentes y familias. Pero
ahora hemos tenido seis-meses-seis para planificar, y contamos con las
experiencias exitosas o fallidas de otros países que ya abrieron las
escuelas, y las muchas propuestas aportadas por docentes, equipos
directivos, expertos, sindicatos y AMPAS. Hay tiempo, hay ideas, hay
experiencias a imitar o evitar. Lo que no hay es dinero. Es decir, lo
que no hay es voluntad política. Que hablamos de educación, no de
turismo.
Si en septiembre empiezan las clases y a las pocas semanas
vuelven a cerrar colegios e institutos, la culpa será del coronavirus,
sí; pero la responsabilidad será de quienes no hayan garantizado
recursos para mantenerlos abiertos con seguridad. Las familias
asumiremos nuestra parte, y junto a los docentes amortiguaremos en lo
posible el golpe para minimizar los daños, que serán muy desiguales para
unos alumnos y otros, pues en la enseñanza pública el único espacio de
igualdad es el aula.
Todavía queda un mes y medio hasta el comienzo de curso.
¿Mejoramos el plan A dotándolo de recursos, o nos conformamos con el
plan B, sacrificamos mucho más que un trimestre, y a confiar en que
llegue pronto la vacuna?
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