Osadía antidemocrática
eldiario.es
"El despotismo se podría definir como una democracia fatigada"
G.K. Chesterton
No me extraña en absoluto que durante el estado de alarma se
alzaran tantas voces en los territorios históricos para achacar a
Sánchez no solo cesarismo sino también el bonapartismo de querer
privarles de sus facultades y competencias. No me extraña que no vieran
las dificultades que planteaban sus exigencias y no me extraña porque
acabo de comprobar que ellos pensaban entrar a mazo y cizalla en los
derechos fundamentales de los ciudadanos sin que se les pusiera nada por
delante. Así, cualquiera.
Estoy absolutamente indignada con el aplomo y la chulería
mostrada por la consejera de Sanidad vasca, que se ha investido del
poder que en este país no tiene nadie de privar a centenares de
ciudadanos de la posibilidad de votar porque unos test dicen que están
enfermos. No solo les ha confinado sino que les ha conminado a no acudir
a las urnas bajo apercibimiento de cometer un delito, como si no fuera
posible que lo estuviera cometiendo ella misma. Miren, si en una
democracia una decisión administrativa puede privar del derecho a voto a
un ciudadano sin ningún otro requisito, vayamos apagando y pensando en
vivir en otro tipo de régimen. Es curioso que, además, no encontrándose
referencias de expertos juristas constitucionalistas o estudiosos del
derecho electoral que avalen tal decisión, los regidores de los
territorios que hoy acuden a las urnas lo tengan tan claro y que incluso
haya ciudadanos que les aplauden, considerando que el riesgo del
contagio bien merece la privación arbitraria del derecho más sagrado en
una democracia.
Una vez llegados al país en el que los empresarios de bares o
discotecas tienen un derecho capital a abrir sus negocios pero los
ciudadanos no pueden ejercer el voto, ¿a dónde más queremos ir a parar?
Vivir en Matrix solo depende de que cuando nos apunten con el arma de la
vulneración de derechos fundamentales, nosotros levantemos
pacíficamente las manos y nos retiremos a tomar una caña a la
reconquistada terraza. Ese va a ser nuestro más libertario título, el de
consumidores frente al de ciudadanos. Título que estamos entregando sin
batalla y cuyo último estadio consiste en que unos burócratas nos
quiten el voto porque así les parece que tendrán menos problemas.
La cuestión no gira en torno a la sanidad pública y el más
sagrado ejercicio del ciudadano en una democracia, no se equivoquen,
gira en torno a la ineficiencia de unos gestores para prever las
consecuencias de sus decisiones. Estamos en julio, señores vascos y
señores gallegos. Ya procedieron a congelar unas elecciones sin mayor
respaldo legal que la situación de necesidad absoluta y de absoluto
pánico en la que vivíamos pero esto es como la merluza, no se puede
descongelar y volver a congelar. Así que deberían haber sido
perfectamente conscientes de que reactivar la maquinaria democrática en
un escenario en el que sí o sí el coronavirus iba a seguir presente les
obligaba a tener previsto cómo iban a solucionar el caso de los
positivos. No lo han hecho por negligencia. Era obligación suya tener
previstos sistemas para que las personas con pruebas positivas pudieran
ejercer su derecho. No era imposible. Incluso si convenimos en que los
sistemas de voto telemático no están desarrollados, existen soluciones
de picapedrero como pedir de la Junta Electoral la habilitación de unas
"mesas electorales itinerantes" o, mejor aún, prorrogar una hora el
cierre de los colegios afectados con la instrucción de que esa franja
solo fuera utilizada por las personas que están en cuarentena. No sé,
cualquier cosa excepto aniquilar el derecho fundamental de un ciudadano
sin tener ninguna capacidad para ello.
Es cierto que la democracia no puede ser suspendida y menos por
un periodo de tiempo desconocido. Por mucho que todos tengamos puesta la
esperanza en una vacuna próxima, lo cierto es que no sabemos cuándo
estará lista ni tampoco cuánto costará producirla para toda la
población. Por cierto, por seguir con la distopía, en esa democracia en
la que cualquier político puede decidir privar del voto a los
ciudadanos, y ahora que sabemos a ciencia cierta en qué zonas abunda más
el disputado voto que nos interesa, ¿han pensado los consejeros de
Salud en volcar la distribución de las vacunas en aquellos lugares o
tramos de edad en las que tengan un granero mayor? Lo digo porque eso te
asegura que los tuyos estén sanos y, total, ¡con lo poco que costaría
dejar a los enfermos en casa si son de los otros! La democracia no puede
suspenderse y, de hecho, ni Corea del Sur ni Francia la han suspendido.
En ambos casos han llevado a cabo comicios teniendo la certeza de que
hay ciudadanos contagiados. No he visto ninguna prohibición de voto. No
se les ha pasado ni por la imaginación.
No me vengan con que es menos grave prohibir el voto de unos
cuantos que poner en riesgo a la población. Saben perfectamente que hay
personas positivas y enfermas que van a acudir a las urnas simplemente
porque no saben que lo están. Así es este virus. Ustedes quieren hacer
de peor condición a unos ciudadanos no por el hecho de estar enfermos
sino por el hecho de que ustedes saben que lo están. Lo que toca es
dotar a los comicios de todas las seguridades y exigir el uso de
mascarillas y protección para todos los que formen parte o, yo que sé,
saquen las urnas a la calle. Lo que sea menos este dislate que busca más
asegurarse una participación que no baje demasiado por el miedo de los
sanos que ninguna otra consideración.
Han tenido tiempo. Han clamado por tener la potestad. Han
acusado al Gobierno central de todo lo que se les ha ocurrido por
afirmar que sin el estado de alarma era muy difícil gestionar. Ahora no
vengan con mandangas. Si con el estado de alarma no era posible impedir
el derecho de manifestación, ¡a dónde van impidiendo el derecho a voto
por su bonita cara territorial!
Solo les deseo que los ciudadanos, convenientemente pertrechados
de mascarillas, guantes y lo que sea menester, acudan mañana a los
colegios a ejercer ese derecho que ustedes tenían obligación de proteger
y facilitar y que no tienen potestad para arrebatar. Les deseo también
una bonita impugnación electoral.
La democracia no es un juego.
Ni siquiera es cierto que la vida valga más que el derecho al
voto. Pregúntenselo a todos los que han muerto en este país para
conseguirlo o conservarlo.
Espero que su osadía antidemocrática no quede impune.
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