marta monforte/Público
Aunque esté cantada en valenciano-catalán-mallorquín, esta realidad es compartida y padecida por todas las tierras federales de los pueblos ibéricos. Somos 'una unidad de destino' sufridor en la globalización peninsular de la miseria ética, una comunidad de comunidades maltratadas, que intenta despertar de una pesadilla histórica, producto de una intoxicación social asumida como estado natural y ¡hasta saludable!, para sus mantenedores y explotadores. ¿La prueba inequívoca de que aquí nunca ha habido una transición auténtica?: que la democracia sea el refugio de la antidemocracia, porque la antidemocracia sigue al mando del sistema, disfrazada de lo que nunca puede llegar a ser si sus militantes no maduran ni crecen como seres humanos, y solo permanecen como marionetas de su propio tinglado miserable, pero millonario. Amb el cap per avall. Cuestabajo y sin frenos, corriendo en un Fórmula 1, por caminos sin asfaltar, estrechísimos, llenos de socavones y con cuestas demenciales y curvas impracticables. Y con barbies-cayetanas como polis de tráfico. Menudo provenir...
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