In tourism we trust
Se lo escuché a un líder turístico español de postín: “en el
turismo confiamos”. Eran tiempos de bonanzas y de alegrías y de pedir
más, más monocultivo , más depredación urbanística , abandono de la
industria y santificación nacional de la industria patria y vernácula: el turismo.
La frase no era inocente. En los billetes de dólar, fetiches del
enriquecimiento acelererado de los segundones -con las peores tierras
para el cultivo, pero ,por ello, a pie de playa, las mejores para el
nuevo maná-, ponía y pone “In God we trust”: en dios confiamos, supremo
hacedor de las fortunas rápidas de los padres y “bigmen” del tour
milagroso.
Estamos todos muy preocupados, la crisis sanitaria se está llevando por delante la economía pero ,según. La noticia que más inquieta hoy que escribo es que un turoperador de los más potentes ha decidido suspender vuelos a España. Se
añade a otras que recomiendan no viajar a Catalunya, cierre de
establecimientos de ocio, discotecas, tablaos, restaurantes, pubs,
hoteles a medio pistón. ¿Se dan cuenta? Lo que nos afecta como camareros
, kellis, guías, maleteros, taxistas ... al servicio del que quiera
venir. Y venir quieren pero no pueden.
La prensa sensacionalista británica, no falta de ayuda por su
homónima española, denominaba estos días la Costa del Sol , Costa de la
Cuarenta. La cuarentena se ha convertido en el arma arrojadiza de la globalización turística.
El sector apretaba, los políticos se dejaban apretar para así apretar
al que gobierna en Madrid y el final está siendo el esperado: el turismo
da dinero, pero no cura. Pan pa hoy y pandemia para siempre. Pandemia
de falta de miras en los planificadores -es un decir- de la economía
española. Turismo y construcción. Y de ahí no salimos.
Como turista accidental y ocasional en mi propia ciudad he
podido comprobar la enorme e insospechada oferta turística hotelera y
hostelera -por no hablar de tiendas de cosas y recuerdos-. Una ciudad
tan gentrificada en su centro -pongamos que Sevilla- que es una aventura
tomarse un café un fin de semana , no digo ahora que los negocios
destinados a los turistas están cerrados dejando un paisaje urbano en
barbecho hasta mejores tiempos.
Y construcción, mucha construcción o, al menos, se nota mucho.
Pero curioso y no por ello inesperado, forma parte del modelo
hispalense; en una visión rápida, la mayoría de las obras más
importantes son nuevos hoteles, reformas en edificios para más pisos
turísticos...
Los responsables de este diseño y de la industria
turística están escondidos. No están acostumbrados a presentar malos
datos, el turismo lo miden al peso y el peso siempre aumenta.
Da igual el deterioro que produce, los gastos que genera o la hipoteca
para una ciudad que se ha acostumbrado solo a vivir de fiestas,
procesiones y eventos.
Cuando puedan presentar nuevos congresos, un festival, una nueva
efemérides histórica (en la que nada tuvimos a que ver) una gala de lo
que sea, saldrán y sacarán pecho entre cócteles, canapés y fotos en
revistas especializadas con publicidad igual de especializada.
Las ciudades y Comunidades Autónomas con más especialización en
turismo son las que más duro lo pasan y pasarán, lógico. Basta con que
se escuche el martilleo de los nuevos brotes, las cuarentenas, los
cierres de fronteras para que el futuro tiemble y el presente te arruine
.Y más hoteles, más pisos turísticos, más insensatez.
Los economistas y doctores prescriptores de la dieta -tan
antigua como el plato combinado turístico de Manuel Fraga-, tampoco es
que expliquen mucho, excepto que si viniera gente esto se arreglaría.
Triste destino analítico, despilfarro de años de carrera y más de turnés
por platós, girovagando por simposiums, cursillos, la red y otros
lucimientos. Pero el futuro está aquí y el pasado ya se ve. Con los
dineros europeos se espera que el modelo económico comience a cambiar,
que se vaya a otro modelo más sostenible más verde, más resistente, más
plural, aunque se pueda presumir menos-
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