lunes, 27 de julio de 2020

Es que ese modelito socio-económico es un retwit de un episodio del "El libro de la selva", cuando el trigre Sheerkhan está intentando zamparse a Mowgli sin miramientos, mientras un trío de buitres apalancados en las ramas de la foresta mirando el panorama desde lejos comentan entre sí que algo habría que hacer...que vaya tela cómo está la cosa... Pues eso mismo nos está pasando, con el agravante de que esta vez los buitres los criamos, alimentamos y enriquecemos todos nosotros, o sea, el Mowgli colectivo que se las tiene que ver las veinticuatro horas con esa fiera corruptia, el tigre en varios formatos...Como si fuera Lola Flores, q.e.p.d., pero más en serio, sin el arte de la rumba -derrumbaos-, y de verdad sin edulcorar. ¡Qué razón tienes, Javier Aroca!

In tourism we trust


Paseo de la playa de La Malagueta. En Málaga (Andalucía, España), a 19 de julio de 2020.

Se lo escuché a un líder turístico español de postín: “en el turismo confiamos”. Eran tiempos de bonanzas y de alegrías y de pedir más, más monocultivo , más depredación urbanística , abandono de la industria y santificación nacional de la industria patria y vernácula: el turismo.
La frase no era inocente. En los billetes de dólar, fetiches del enriquecimiento acelererado de los segundones -con las peores tierras para el cultivo, pero ,por ello, a pie de playa, las mejores para el nuevo maná-, ponía y pone “In God we trust”: en dios confiamos, supremo hacedor de las fortunas rápidas de los padres y “bigmen” del tour milagroso.
Estamos todos muy preocupados, la crisis sanitaria se está llevando por delante la economía pero ,según. La noticia que más inquieta hoy que escribo es que un turoperador de los más potentes ha decidido suspender vuelos a España. Se añade a otras que recomiendan no viajar a Catalunya, cierre de establecimientos de ocio, discotecas, tablaos, restaurantes, pubs, hoteles a medio pistón. ¿Se dan cuenta? Lo que nos afecta como camareros , kellis, guías, maleteros, taxistas ... al servicio del que quiera venir. Y venir quieren pero no pueden.
La prensa sensacionalista británica, no falta de ayuda por su homónima española, denominaba estos días la Costa del Sol , Costa de la Cuarenta. La cuarentena se ha convertido en el arma arrojadiza de la globalización turística. El sector apretaba, los políticos se dejaban apretar para así apretar al que gobierna en Madrid y el final está siendo el esperado: el turismo da dinero, pero no cura. Pan pa hoy y pandemia para siempre. Pandemia de falta de miras en los planificadores -es un decir- de la economía española. Turismo y construcción. Y de ahí no salimos.
Como turista accidental y ocasional en mi propia ciudad he podido comprobar la enorme e insospechada oferta turística hotelera y hostelera -por no hablar de tiendas de cosas y recuerdos-. Una ciudad tan gentrificada en su centro -pongamos que Sevilla- que es una aventura tomarse un café un fin de semana , no digo ahora que los negocios destinados a los turistas están cerrados dejando un paisaje urbano en barbecho hasta mejores tiempos.
Y construcción, mucha construcción o, al menos, se nota mucho. Pero curioso y no por ello inesperado, forma parte del modelo hispalense; en una visión rápida, la mayoría de las obras más importantes son nuevos hoteles, reformas en edificios para más pisos turísticos...
Los responsables de este diseño y de la industria turística están escondidos. No están acostumbrados a presentar malos datos, el turismo lo miden al peso y el peso siempre aumenta. Da igual el deterioro que produce, los gastos que genera o la hipoteca para una ciudad que se ha acostumbrado solo a vivir de fiestas, procesiones y eventos.
Cuando puedan presentar nuevos congresos, un festival, una nueva efemérides histórica (en la que nada tuvimos a que ver) una gala de lo que sea, saldrán y sacarán pecho entre cócteles, canapés y fotos en revistas especializadas con publicidad igual de especializada.
Las ciudades y Comunidades Autónomas con más especialización en turismo son las que más duro lo pasan y pasarán, lógico. Basta con que se escuche el martilleo de los nuevos brotes, las cuarentenas, los cierres de fronteras para que el futuro tiemble y el presente te arruine .Y más hoteles, más pisos turísticos, más insensatez.
Los economistas y doctores prescriptores de la dieta -tan antigua como el plato combinado turístico de Manuel Fraga-, tampoco es que expliquen mucho, excepto que si viniera gente esto se arreglaría. Triste destino analítico, despilfarro de años de carrera y más de turnés por platós, girovagando por simposiums, cursillos, la red y otros lucimientos. Pero el futuro está aquí y el pasado ya se ve. Con los dineros europeos se espera que el modelo económico comience a cambiar, que se vaya a otro modelo más sostenible más verde, más resistente, más plural, aunque se pueda presumir menos-

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