La rapiña del control migratorio
- "Es imposible buscar
racionalidades para la muerte de 595 personas en 2019 y más de 100 en lo
que va de año cuando huían del hambre, la guerra o las persecuciones"
- "La
‘lucha contra la inmigración ilegal’ es una especie de fosa sin fondo
donde se vuelcan miles de millones de euros de la UE y del Gobierno
español"
- "Qué cosas podríamos hacer con esos presupuestos
indecentes si fueran destinados a integración, acogida o a poner en
marcha vías legales y seguras"
Si vienes a nuestro Sur no dejes de visitar el Parque Natural del Estrecho. Los motivos para hacerlo son muchos (aquí toda la información), pero me voy a permitir recomendarte en relación al tema que nos trae aquí, que te desvíes desde la carretera Tarifa-Algeciras (la mítica N-340) hasta dos torres vigía testimonios de la vigilancia del Estrecho en tiempos pretéritos. Una es la Torre del Fraile, de esbelta planta cuadrada situada cerca del alto del Bujeo. La otra es la Torre de Guadalmesí, ya en el término de Tarifa, de formato troncocónico. Ambas construidas en la última parte del siglo XVI, dentro del plan de fortificación de la costa andaluza de Felipe II y con el mismo objetivo, vigilar el tránsito del Estrecho y evitar la llegada de barcos berberiscos.
Sí, el Estrecho como frontera tiene una larga historia, que parece que no va a acabar nunca. Desde algunos de los miradores de aquella carretera parecerá que está al alcance de vuestra mano el imponte monte marroquí Jebel Musa. Y entonces quizás encuentres un minuto para pensar qué estamos haciendo con nuestra Frontera Sur y por qué esa maravilla natural que es el Estrecho de Gibraltar ha terminado convertida en una inmensa fosa común.
Es imposible buscar racionalidades para la muerte de 595 personas en 2019 y más de 100 en lo que va de año cuando huían del hambre, la guerra o las persecuciones o, simplemente, intentaban encontrar un futuro con dignidad. Lo hemos puesto de manifiesto desde la APDHA en nuestro último “Informe Derechos Humanos en la Frontera Sur”.
Ante el imponente panorama que contemplamos no somos capaces de entender cuáles racionalidades llevan a implementar tremendas políticas de muerte (tanatopolíticas, en la afortunada expresión de Mª José Aguilar) como éstas.
Tal vez sea la razón de la irracionalidad del dogma. Convertida en una especie de mantra imposible de cuestionar, la “lucha contra la inmigración ilegal” es una especie de fosa sin fondo donde se vuelcan miles de millones de euros anuales, tanto del conjunto de la UE como por parte del Gobierno español. Ya se sabe de los 140 millones de euros que la UE ha destinado a Marruecos para que ejerza de fiel cancerbero de los desplazamientos de personas hacia Europa. A los que se suman 32 millones de euros del Gobierno español para el mismo y democrático Gobierno, destinando además cantidades crecientes a otros países del Sahel.
A los que tendríamos que añadir inversiones millonarias en el despliegue de fuerzas policiales, patrulleras, drones, avionetas, muros y concertinas, sistemas de vigilancia y detección sofisticados como el SIVE… ¿Se trata de una guerra declarada y una invasión en toda regla que estamos sufriendo o vamos a sufrir que justifique convertir a España en una fortaleza? Perdónesenos la frivolidad, pero se trata de matar moscas a cañonazos. Porque es sabido que sólo una ínfima parte de la inmigración que llega a España de forma irregular lo hace en las pateras que cruzan el Estrecho. Aunque sea con mucho la más dramática y la de mayor repercusión mediática.
¿Entonces? A falta de razones, podría pensarse que se trata de una respuesta irracional al enroque europeo en sus propios miedos e inseguridades. Miedos que se desarrollan incontroladamente entre el entramado UE con la expansión de la ultraderecha, de la que se asumen sus postulados xenófobos, aunque ello suponga cercenar los principios de solidaridad y derechos humanos de la propia UE. Ello en teoría, para conseguir parar el crecimiento de los nuevos fascismos, con el efecto inverso conocido: cada vez las ideas racistas y xenófobas tienen mayor influencia en la sociedad europea como comprobamos con enorme preocupación elección tras elección.
Pero en realidad, con otra mirada a lo que pasa en el Estrecho podríamos concluir, parafraseando a Bill Clinton, que ¡es el negocio, estúpido! Sí, el negocio de la xenofobia que ya desvelamos en el artículo “Mercado sin Fronteras” publicado en el Informe Derechos Humanos Frontera Sur 2018. Un negocio sin escrúpulos para controlar una amenaza inexistente y que pagamos toda la ciudadanía, como de forma admirable y lúcida acaba de denunciar el informe elaborado por la Fundación Porcausa en colaboración con Público.
Las cifras que proporciona Porcausa son escandalosas. Resulta que existe un entramado empresarial-mafioso denominado Industria del Control Migratorio. Fijaros bien, ¡Industria del Control Migratorio! En los últimos cinco años España ha realizado 1.677 adjudicaciones por 660 millones de euros destinados a esta industria cuya parte del león se llevan empresas como Indra, Everis, Acciona, Babcock, Evelop, Swiftair, Air Europa, Amper, El Corte Inglés, ACS, Ferrovial, Eulen y Telefónica. Y en estas empresas investigadas por Porcausa son extensas y amplias las puertas giratorias: nada menos que 121 altos cargos de la Administración forman parte de su dirección. Parece que todo empieza a explicarse.
La UE por su parte, ante la inventada y fantástica amenaza de la inmigración ilegal, destinará 30.829 millones de euros entre 2021 y 2027 destinados al control migratorio y de fronteras. De su lado Frontex, la Agencia Europea de Control de Fronteras, creada en 2005 con un presupuesto de 6,5 millones de euros, ya dispone en 2019 de 320 millones; y tras la aprobación de un nuevo mandato se prevé llegar en próximos años a 1.300 millones. Como dice Porcausa, “Frontex no solo ha multiplicado su presupuesto, sino que… adquiere su propio equipamiento, coordina operaciones conjuntas, ejecuta retornos, firma acuerdos con países terceros o recluta un cuerpo de 10.000 guardias fronterizos armados”.
Las Torres Vigía levantadas por orden de Felipe II fueron la avanzadilla de la creación del Estrecho como espacio de frontera. Hoy quedan como mudos testigos de un comienzo que ha llegado a los extremos de sinrazón que contemplamos en el altar de la rapiña de las multinacionales.
Quizás contemplando la otra orilla desde alguno de los miradores del Estrecho, seguro que podéis concluir qué cosas podríamos hacer con esos presupuestos indecentes si fueran destinados a integración, acogida o a poner en marcha vías legales y seguras. Pero claro, estaríamos en el marco de otro esquema de pensamiento donde las personas y los derechos humanos serían lo primero y no los negocios de los entramados financiero-mafiosos.
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