martes, 4 de noviembre de 2014

La voz de Iñaki


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Ofensiva empresarial

EL PAÍS


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Está claro que la empresa neoliberal tiene unas miras tan cortas como los gobiernos neoliberales que nos afligen. Son galletas de la misma harina y ni una ni otros van a resolver el paro que es una enfermedad endémica del capitalismo salvaje y su filosofía destroyer, un efecto secundario y hasta "natural" en el proceso del enriquecimiento de unos pocos a costa del hundimiento y la miseria de muchos. 
Está claro que el propio Planeta ya no aguanta este secular tira y afloja entre barbarie y justicia distributiva bajo mínimos. Si no cambia la visión de la realidad ni se detecta el fallo básico del sistema carente de la ética más elemental, si no se integra lo que está pasando ni se crean campos nuevos de iniciativas de decrecimiento para reducir la ambición y la avidez, orientar el bienestar hacia derroteros sostenibles y respetuosos con el hombre y el medio que le sostiene, y que así crezca la conciencia social y planetaria, no se saldrá nunca de este círculo vicioso. será el fin de la civilización(¡!) 
 Es muy cutre que estos empresarios sólo sean capaces de inventar chapuzas y no vean que están matando,con su ceguera y su ambición sin límites, la gallina de los huevos de oro. La riqueza verdadera es el ser humano, no el dinero, que sólo es una herramienta de trueque, convertida por error en valor absoluto. El trabajo usado como señuelo y "bien social" -gestionado como se hace actualmente por las empresas-piraña- no es sólo un derecho, en manos indecentes y sin escrúpulos, es también una trampa plutócrata y una estrategia humillante y repulsiva para manipular y someter a las masas, cuyas necesidades van creando los mismos que las explotan. Por eso deberíamos aprovechar esta crisis para desobedecer a lo Gandhi, e independizarnos de la tiranía del dinero empleado contra la humanidad para someterla a un orden(?) social pensado por los abusadores y violadores de los derechos y de la dignidad del hombre y la mujer, con ánimo de lucro y al precio de cometer delitos de lesa humanidad, sin sentido de culpa ni escrúpulo alguno y para más inri, justificados y amparados por la propia "legalidad" laboral. Un crimen sin condena posible, hasta según la mentalidad de los propios perjudicados, incapaces  de atar cabos entre su resignación y hasta su satisfacción con una vida pésima, y la precariedad de su estatus social de esclavos dependientes de los humores y manejos de un mercado feroz. Monstruoso. Basado en la seducción publicitaria de la mentira globalizada.

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