19 NOV 2014 - 09:28 CET
España no es país para jóvenes
EL PAÍS
Ni para viejos, Don Iñaki. Ni para viejos. El neoliberalismo de este Occidente cultísimo en materias Wert, es viejicida anti-natural, convicto y confeso; es criminal legalizado por sí mismo. ¿Acaso podemos olvidar la opinión exterminadora de Christine Lagarde, jerifalta mayor del FMI, asegurando que los viejitos pensionistas viven demasiado y no son sostenibles por el sistema y hay que ir viendo la manera de buscarles "soluciones" al estilo Hitler, mientras se les obliga a hacer con su pensión el milagro familiar de los panes y los peces? Este capitalismo monstruoso no perdona a nadie. Y tiene un ingenio que se escapa de lo comprensible: condena el aborto de los fetos con malformaciones, pero cuando nacen les recorta la asistencia médica y los deja tirados y tarados sin ayuda. Condena el aborto en general, pero cuando los niños nacen les recorta las escuelas públicas, elimina becas y comedores escolares y les obliga a comprar libros carísimos, escasos y pésimos en contenidos, pero muy útiles en el proceso de imbecilización social, producidos, of course, por sus amiguetes editores y cambiándolos cada año, para que por narices haya que comprarlos eligiendo entre comida y deseducación tontificante...En cuanto a lo de los jóvenes, igual. Jorobados en el Sur como en el Norte, donde si quieren vivir, tienen que emigrar a los emporios de la explotación globalizada donde podrán sobrevivir a base de múltiples trabajitos a perragorda la hora y con el calvario de hacerse un plan de pensiones, que cuando llegue la hora valdrá la cuarta parte de lo previsto y habrá que hacer el pinopuente, versión minijobs, para comer caliente y tener un techo. Y para cuando ya se llega a esos extremos, donde la escasez y los recortes hacen imposible la vida, la salud y la dignidad, el sistema penaliza la eutanasia que haga más humana la salida del horror.
El capitalismo es sádico por naturaleza. Sádico selectivo, obviamente. No puede ni quiere ni sabe evitarlo. No va con su esencia. Porque, curiosamente, estén ene le hemisferio que estén, ni los niños, ni los jóvenes ni los viejos con dinero pasan por esa condena a humillación y a esclavitud vitalicias. El capitalismo neoliberal es un incitador a la codicia y a la perversidad. A trepar por encima de los otros, a matarlos para vivir de su energía y de sus recursos, como buitres, tiburones o pirañas y crueles como hienas. Cuando el hombre se animaliza, hasta los instintos de la sana animalidad, se degradan con él. El animal no piensa, reacciona, pero es su condición. El hombre que pervierte su inteligencia y la deja bajo mínimos animales, que no son su condición, es un monstruo, incapaz de albergar sentimientos, que son el síntoma evolutivo del potencial humano. El hombre capaz de hacer un sistema financiero racional de la irracionalidad depredadora es un sociópata, un enfermo, y su sistema es una condena a muerte para ese propio sistema, que es el verdadero antisistema. Retuerce la animalidad y la hace ley, enreda los instintos más crueles y los convierte en virtud en habilidades comerciales y especuladoras, maquilla las trampas de la caza y las convierte en sistema político y enreda la superstición hasta hacerla ciencia, educación utilitaria y castradora, cultura y religión domesticadoras. Y todo el entramado está sostenido por la avaricia, el miedo y los deseos de poder y de poseer. Ni jóvenes, ni niños, ni viejos. Este sistema es odio irracional contra la propia vida. Es necrófilo por ceguera. Violento por instinto. Zombi por inercia. Cruel por tendencia y estúpido suicida por propia decisión.
Sólo puede cambiar si el ser animalizado consigue humanizarse. Descubrirse. Liberarse, individual y colectivamente, de las ataduras irracionales que nos venden como " lo normal". Asociarse libremente con un orden prioritario decente que facilite la vida y no la exprima. Pensar y desarrollar la inteligencia sin presiones del sistema y fortalecer el libre albedrío desde una ética natural, compartida, dialógica, feliz y hermosa (kallós kai agazós, decían los antiguos mediterráneos) que se comparte solidariamente. Por eso el sistema a lo único que le teme es a los movimientos sociales que despiertan la conciencia. No le teme a las reivindicaciones de lo urgente, porque para eso tienen sobrados recursos comecocos, se crean necesidades y "ventajas" engañosas, miedos y desconfianzas, o fe ciega en la publicidad mediática a gusto del narcotizado consumidor y puede comprar y venderse todo. Absolutamente todo, todos y todas. Le temen mucho más a la desobediencia pacífica, a la inamovible convicción ética y a la firmeza de la lucidez, que hace insobornables e inmanipulables a los ciudadanos y a los colectivos de la ciudadanía. Por eso prefieren la masa, la gente, el pueblo...teledirigidos consumidores de ilusión. De emociones. De estímulos y de conflictos. Necesitan el conflicto, la intriga y la "estrategia" para hacer negocio. Para crear el problema y vender las soluciones a precio de oro y hasta de la propia vida. En plan laboratorio farmacéutico, que para curar malestares agudos esporádicos produce con sus remedios tóxicos y "vacunas" para todo, como efectos secundarios, graves enfermedades crónicas e incurables, pero fármaco-dependientes y rentabilísimas de por vida. Ese mismo sistema se aplica en economía y en política. En finanzas. En negocios. Hasta en las leyes que se promulgan. Hasta en las religiones que se mantienen vendiendo la solución para la culpa que estimulan y el miedo a lo desconocido que fomentan, que la propia religión impide conocer y sanar para ser imprescindible y seguir viviendo del engaño universal, como la Gran Ramera beneficiada por los poderes más elementales, ignorantes y brutales, que con ella se "lavan" la imagen de su no-conciencia.
En este barullo de obcecaciones, intereses y demagogias aceptadas como lo más natural, ni jóvenes, ni viejos, que no pertenezcan a la cleptocracia, tienen sitio ni más futuro aparente que el que hay ahora mismo. Estos lodazales y fangos de hoy son la consecuencia de las polvaredas de toda la historia, que nunca se han limpiado. Ahora nos toca hacerlo. Nos toca asumir la bifurcación y salir de la entropía, pero no lo podremos hacer repitiendo lo de siempre. Así no 'podemos' nada más que destruirnos.
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