Monago y Muñoz pudieron abusar de los viajes pagados que disfrutan todos los parlamentarios
porque no existen los más mínimos controles. Pasa siempre: la oscuridad
y el secreto son la manera más rápida para que todo acabe podrido.
José Antonio Monago viajó 32 veces a Canarias. Durante un año y medio, se fue allí unas dos veces al mes, siempre en clase business.
Pagó el Senado. Es decir, pagamos todos los españoles. No fueron viajes
de trabajo, sino para visitar a una amiga, Olga María Henao, que hoy
habla abiertamente en varios medios de su relación con el todavía
presidente extremeño. "Nos vimos como cualquier pareja. Él vino a verme a
Tenerife y yo fui a Extremadura", asegura en una entrevista en el periódico La Opinión.
Como cualquier pareja no. El resto de las parejas se pagan estos viajes de su bolsillo.
Se pilla antes a un Monago que a un cojo. Cazado en culpa, la respuesta
del presidente de extremeño fue emprender una huída hacia adelante con una rueda de prensa surrealista.
Monago se presentó como una víctima de oscuras conspiraciones donde no
faltaban ni el fuego amigo ni los independentistas catalanes; amenazó
con demandar a los medios en defensa de "su intimidad" y "su familia";
fue incapaz de aclarar siquiera qué encargo parlamentario merecía tanto
viaje a Tenerife; homenajeo a Miguel Ríos –"vivo en la carretera"– e
indirectamente a Jordi Pujol, al convertir este tema en un ataque a toda
Extremadura… Todo para prolongar unas horas más esta agonía. Y con todo
el PP, en Cáceres, dando lecciones a los atónitos ciudadanos sobre la
lucha contra la corrupción y las prácticas de "buen Gobierno". Con Rajoy
es posible.
Poco después de esa patética rueda de
prensa, la realidad ha atropellado a Monago en su huída. No solo por las
explicaciones que da su amiga Olga María Henao, mucho más detalladas
que las del presidente extremeño. Sino por la inesperada dimisión de un
diputado del PP por Teruel, Carlos Muñoz, secretario general del partido
en esta provincia. Según publica María Jesús Güemes en la SER, acaba de anunciar su retirada. Dimite y causará baja en el partido
–así se lo ha exigido la presidenta de Aragón, Luisa Fernanda Rudi– por
viajar a Canarias a costa del Congreso para ver a esa misma amiga a la
que también había visitado Monago. Ni Berlanga.
La
regla de tres es muy sencilla: el Congreso es al Senado como Muñoz es a
Monago. En un país más normal, la dimisión del presidente extremeño
sería cuestión de horas. No sé si lo veremos.
El tipo
de relación que Olga María Henao tenga o haya dejado de tener con sus
señorías es lo de menos. Es su vida privada. Si es asunto nuestro –de la
prensa y de los ciudadanos– que esa vida privada se pague con dinero
público.
El gran escándalo de fondo es aún más grave:
la opacidad y la arbitrariedad con la que se gasta el dinero de todos
los contribuyentes. Monago y Muñoz pudieron abusar de los viajes gratis en avión, tren y barco de los que disfrutan todos los parlamentarios
porque no existen los más mínimos controles. No hay ni uno. El más
básico: que los ciudadanos podamos conocer la agenda pública de los
diputados y sus gastos parlamentarios. La cacareada ley de transparencia
no lo permitirá –o eso pretenden al menos en el Congreso–. No se sabrán
los destinos, y ni siquiera el gasto anual de cada diputado o senador.
Los viajes seguirán siendo tan opacos como hasta ahora.
¿Cuántos otros Monagos y Muñozes tenemos en el Parlamento? ¿Cuántos
diputados y senadores han abusado del dinero público y de estos viajes
para su vida privada? No lo sabemos, pero me temo que estos casos no son
únicos. Pasa siempre: la oscuridad y el secreto son la manera más
rápida para que todo acabe podrido.
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