La ONU acepta a Palestina
La Asamblea General de Naciones Unidas concede a los territorios palestinos la condición de Estado "observador"
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Ya le vale a la ONU. Desde hace sesenta años los palestinos se han visto arrinconados en su propia casa por ese estado sionista y fanático, que ha hecho con ellos lo mismo que Nabucodonosor o Hitler hicieron con los israelitas en otros tiempos. Ghetos, progroms, razias, negacionismo existencial, abusos, muros aislantes, alambre espinoso, miseria, destrucción, ruina y muerte. No cuatro jinetes, sino una legión de ellos, en el apocalipsis protegido y poyado por Whasington. ¿Qué harían los norteamericanos si de pronto, todos los ingleses del mundo se plantasen en sus costas y en sus aeropuertos, armados hasta los dientes y protegidos por la ONU, reivindicando sus posesiones territoriales del siglo XVIII y cantando la milonga del "inglés errante," mientras les quitaban las tierras de cultivo y trazaban fronteras a su gusto por el territorio, y un buen día, los yankies aborígenes se viesen reducidos a las reservas, como apaches o sioux?
Parece mentira que un pueblo como el hebreo, con un origen nómada, que salió hace cuatro mil años de Mesopotamia en busca de la "tierra prometida" haya terminado esquilmando la tierra que debería compartir naturalmente, como los palestinos no judíos la han estado compartiendo con ellos desde siempre. Los judíos asentadores tienen un problema educacional gravísimo: han confundido la velocidad con el tocino, a pesar de aborrecer el cerdo religiosamente. Han confundido una tierra física necesaria para la expansión de sus ambiciones soberanistas con un estado de conciencia liberadora que pudo haber sido la religión que presintieron y nunca entendieron. De eso se han hecho un credo excluyente. No se conforman con asentarse, vivir y dejar vivir. Ellos quieren ser los amos de todos los cotarros. Los fürer, los capos, los que mandan, buscan hacer girar el mundo al son de su música sin aprender a valorar la música de los otros. Desprecian otros tempos otros compases y otros ritmos. Con una pobreza de miras tan grande como su soberbia ciega. Los que exterminan a quienes no profesan sus manías y tradiciones. También es justo decir que ni todos los hebreos son así, por supuesto, ni todos los tiranos fanáticos son hebreos. Pero lo que es innegable es que los hebreos sionistas no se diferencian en nada de los talibanes del Islam terrorista. Ni de los nazis de sus pesadillas.
Y es que la maldad y la mente obtusa no tienen fronteras ni nacionalidades. Son endémicas en el hombre primitivo que ahora se apodera de bancos, mercados, ciencia, tecnología, gobiernos y estados, como en el Paleolítico se apoderaba de la caza o del territorio. Igual que las bestias.
Lo cierto es que entre el sionismo expansionista de Netanyahu, el dinerismo germanista de Merkel, de Wall Street, el FMI , el Banco Mundial y el automatismo recortista y sumiso del pp español y sus socios evasores e inmunes, tampoco hay demasiadas diferencias. Son distintas variaciones del mismo tema. Distintas caretas para ocultar el mismo rostro feroz. Distintas recetas para combinar los mismos ingredientes y cocinar el mismo menú intoxicante.
En la humanidad sólo hay dos razas disponibles: la dormida y la despierta. La sana y la enferma. La que busca insaciablemente el poder y el poseer todo a cualquier precio y la que por encima de todo busca y desea el bien común.
Ahora, mirando el panorama, invito a cada lector posible de este post, a que se pregunte a sí mismo a cuál de las dos subespecies pertenece o le gustaría pertenecer. Que escriba en una cuartilla los pros y los contras de cada una de las dos opciones, que mire sus tendencias y actitudes y compruebe en qué lado de la balanza humana está en realidad y con qué forma de existencia se identifica y si esa forma de estar y de ser, puede tener un futuro sostenible o deberá extinguirse o cambiar para que el futuro llegue y el pasado no se repita como hasta ahora. Porque se es incapaz de vivir la verticalidad intensa de un presente ilimitado. La felicidad. La inteligencia y el amor. Un mundo cuántico pero no cuantitativo, sino cualitativo. Donde cada problema lleva en sí mismo la solución y cada ser humano lleva dentro un genio luminoso e irrepetible.
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