martes, 20 de noviembre de 2012

Los balcones a la calle los abre la conciencia de los damnificados

foto'Con balcones a la calle', por I. GABILONDO



Existe en el mundo "sensato" de la política ad usum et abusum una especie de temor y temblor cuando la ciudadanía se hace presente en el circuito exclusivo reservado a las decisiones absolutistas disfrazadas de democracia. Ese antiguo y cínico "todo para el pueblo pero sin el pueblo", superado con creces por otro mantra derivado y mucho más heavy e hipócrita : "todo para nosotros a costa del pueblo", en que se ha convertido la esencia política de nuestros días, que consumen los últimos tragos y estragos, ya insostenibles, de un sistema agónico por voluntad propia, o sea, suicida contagioso. 

Vivimos en el caos que precede a los grandes saltos cuánticos con que la vida y la conciencia van salvando abismos y simas freáticas en la energía y en la conciencia, de calado incalculable, en el proceso sostenido de la creación evolutiva universal. Lo digo para situarnos un poco más serenamente y poder analizar lo que estamos padeciendo como individuos y como sociedad. 

El problema gravísimo, el peor, es que aún gran parte de los humanos no han comprendido desde donde están/amos funcionando. Y ahí debemos incluir tanto a los gestores ideológicos de beneficios públicos que se reconvierten en privados con el permiso de las urnas o del chanchullo que se camufla en las urnas a través de "las listas cerradas" y de las listas y listos disponibles a gusto de cada secta semi-ideológica, o sea, lo que ya se ha empezado a llamar "clase política", completando la trilogía con la "clase obrera" y la "clase patronal-capitalista". El montaje. Que debería haberse quedado en una mera herramienta instrumental y flexible de la sociedad para que la democracia responda a su esencia verdadera, pero no ha sido así. ¿Por qué? ¿porque los malos son muy malos y siempre acaban por convertirse en mandamases?, ¿porque los buenos no son buenos sino ignorantes y sin "maldad técnica" suficiente para agarrar la sartén por el mango y vivir en continua revolución guillotinera? No, nada de eso. 
Es una etapa evolutiva. Simplemente. Muy larga, es cierto. Demasiado, seguramente. Pero debemos ya darnos cuenta de que esos tiempos largos, que se nos hacen eternos, dependen y están unidos al nivel de crecimiento de nuestra conciencia global y personal. Que si nuestra conciencia despierta y crece en niveles cualitativos más altos, los tiempos "malos" se acortarían y desaparecerían en seguida y los tiempos "buenos" serían, cada vez con más frecuencia, la normalidad diaria. Es un camino orgánico, no un logro estático e inamovible, donde reina aquel refrán "cría buena fama y échate a  dormir". Si te echas a dormir en los logros del crecimiento imparable del desgaste, o sea, sin conciencia, los logros se pudren, se mueren, se convierten en enfermedad crónica, en desgaste decadente y estéril. Tóxico. Letal.

Se habla de crecimiento ilimitado y eso es un imposible. Un crecimiento así de las células humanas, es un cáncer. ¿Cómo podemos creer que ese mismo holograma no rige en los sistemas mentales y emocionales que creamos si los estamos impregnando de la misma intencionalidad "creadora", del mismo código, que se imprime en la inteligencia celular hasta enfermarla? Es trágico que individuos y sociedad no descubran la realidad energética de la disposición humana y pongan todo el esfuerzo en la apariencia exclusivamente mecánica del proceso vital, relacional y ecológico, incapaces para una inteligente adaptación al medio, a través de unas redes respetuosas y justas, que permitan la vida y no generen siempre el exterminio fatal como "solución" inapelable.

Pensemos un poco: si nuestro organismo no crece constantemente, sino que alcanza una edad adulta en la que ya sólo es necesario estabilizarse y adquirir un nivel sostenible, porque ya no es necesario el crecimiento material, cuantitativo, sino que al pararse éste, comienza el crecimiento cualitativo: nuestra madurez; el tiempo y espacio que empleamos en estudiar, trabajar, aprender, inventar y desarrollarnos plenamente, disfrutando de lo que hacemos, de lo que creamos, de lo que nos gusta y nos ayuda a estar mejor, a entender mejor nuestros procesos compartidos, sin tanta preocupación por crecer sólo en horizontal, en expansión del yo, en temores e hipocondrías, en obsesiones maniáticas ni complejos enfermizos. Como sucede en la infancia y adolescencia. Ahí es el momento de cambio hacia el crecimiento en vertical. Se trata de sostenerse en la materia con lo básico y dignamente imprescindible para vivir sin excesos y para crecer en la energía, para desarrollar nuestra alma, que es creación nuestra, nuestra conciencia, que es su médula ontológica y que facilita la unidad con todo lo creado, que es la vida superior del espíritu humano. Eso que tanto admiramos y  nos parece la condición exclusiva de los "sabios", los "santos" o los "genios".
Ahí es donde se asienta ese mundo que llamamos utopía porque hasta ahora hemos sido incapaces de lograrlo y darle forma material. Hasta ahora la utopía, que en griego significa lo que no se ha realizado, lo que no tiene lugar, (oú topós), ha sido el idealismo que ha impulsado valores superiores, que ha ido abriendo brecha en la mente y emoción dinosauricas de una mayoría dormida y básica. Instintiva. Y torpe. Muy torpe. Muy miope o muy hipermétrope. Pero corregible con las buenas gafas del despertar consciente. De la iluminación interior.

Y es en ese nivel utópico donde nacen los valores que nos hacen crecer y mejorar. Ser felices. La paz, la justicia, la equidad, la solidaridad, el altruismo, el respeto por lo diverso tanto como por lo afín, la generosidad, la honestidad, la coherencia, la veracidad, la ética, la transparencia y el amor. Sin esos ingredientes es imposible cocinar un menú civilizado y democrático. Libre, inteligente, bello y que sea expresión del bien común. Es un nivel que requiere una pedagogía del contagio, del ejemplo positivo. de una casuística comprobable. De una practica.

Sin esos ingredientes de la conciencia superior, lo que gobierna o lo que protesta por el desastre del desgobierno, pertenece al ego, a la transición entre el animal y el hombre, y así la política se convierte en corrupción, la independencia en agresividad y guerra constante, la economía en la cueva de Alí Babá y la banca en una banda de piratas y malhechores, la empresa en un tinglado de poder opresor, el trabajo en un suplicio de esclavos, la libertad en un caos de abusos que desconoce el placer de vivir en el equilibrio entre derechos y deberes, el amor en una ensaladilla de patologías dominadoras y sumisas, egocéntricas y esclavas, dependientes, encadenadas en la misma prisión y en la misma oscuridad del sufrimiento, donde la felicidad se confunde con la euforia pasajera de unos deseos insaciables e insatisfactorios. Las religiones se transforman en escuelas de manipulación e influencias destructivas amparadas en el fanatismo y la dominación proselitista, que acaba por determinar que en medio de una crisis absoluta que lleva al suicidio a los más desastidos, los obispos y gestores de culto y moralina, sólo  se  preocupen por la definición de lo que llaman "matrimonio", "divorcio" o "aborto" u "homo o hetero sexualidad".  Poco importa en ese nivel que la conciencia siga dormida cuando se desconoce en la práctica la posibilidad de su existencia e incluso se teme que exista y pueda despertarse. 

Paralelamente a toda reivindicación justa y necesaria, si de verdad queremos que "esto" cambie, tendremos que aprender a mirar dentro de nosotros lo mismo que miramos el bolsillo que mengua, los recortes piratescos que sufrimos, los derechos que nos recortan, el trabajo, el subsidio o la casa que nos quitan y el juego sucio que nos tiene esclavizados, justo porque no hemos aprendido a mirar dentro y hacia arriba; nos falla la fotosíntesis.
Estamos atrapados y quietos en la horizontalidad del estiércol, en las raíces subterráneas, decreciendo hacia la oscuridad impenetrable y así no podemos crecer con un tronco fuerte, crear una copa frondosa, llena de flores y de frutos. Funcionamos como rábanos, cebollas o remolachas, patatas o chirivías, aferrados a las oscuridades subterráneas y dando pocas hojitas verdes, las mínimas, nada de frutos policromos y perfumados, ni flores hermosas, porque ignoramos que somos árboles en potencia. Robles, baobabs. palmeras, castaños, acacias, viñedos, avellanos, nogales, olivos, encinas, rosales, jazmineros, hibiscus, higueras, ficus, pinos, abetos, cipreses, álamos, sauces...

Las manifestaciones que presionan en la calle ante la vida underground de la política amoral y cada vez más confusa, por su falta de adecuación al momento evolutivo, son los esquejes sanos de la nueva plantación. La nueva humanidad, que por encima de cualquier manipulación económica, política,  pro o anti independentista, clama por la honestidad, la transparencia, la compasión, la justicia, la empatía social, el respeto, los derechos y el amor.
Será por eso por lo que es tan agradable salir a la calle juntos y sentirnos, no como rebaño, sino como comunidad existencial que comparte las mismas aspiraciones, necesidades y utopías. Será por eso por lo que acompañar en un desahucio nos hace llorar de emoción cuando el sistema no puede conseguir lo que quiere, porque sientes que tu hermano no ha perdido la casa y ha encontrado una salida justa en su desesperación. Será por eso por lo que creyentes y ateos están asistiendo y cooperando con la misma entrega en los bancos de alimentos o de tiempo, en los centros del trueque, de actividades culturales y lúdicas, y en el acompañamiento y asesoría a los más golpeados. Será por eso por lo que nadie secunda la violencia cuando se provoca en cualquiera de los dos extremos del Jurasic Park. Será por eso, por lo que la conciencia se despierta o será que eso sucede porque la conciencia ya se ha despertado.

Si las reivindicaciones de los catalanes nacen de esa conciencia evolucionada, serena, justa y humanitaria, no habrá quien pare su marcha hacia una autodeterminación que será un éxito seguro. Si, en cambio, su rabia sólo procede de su ego-masa, nunca serán independientes aunque se separen del Estado español o del chino. Porque ellos mismos serán sus carceleros y tiranos. No tendrán un Rajoy ni un Don Malestad-family & frends que soportar, es cierto, y eso ya es mucho, pero nunca les faltarán un Mas, un Carod Rovira  o un Pujol que metan la pata hasta el fondo, o que les desplumen y les manipulen a capricho de sus intereses. 

Igual que el hábito no hace al monje, cambiar de estado adminstrativo-político no hace ni garantiza la verdadera independencia, ni la honestidad, si la conciencia duerme el sueño de los injustos. Para ser un recortado, un esquilmado, un re-pagador, un desahuciado, un parado y eurovendido, lo mismo da ser de Girona que de Rio Tinto, de Cambados, Bilbao o Cercedilla que de San Pedro del Pinatar. Los dineros no irán a Madrid, pero irán, con toda seguridad, como los de Madrid,  a Zürich o Basilea. A London City o Wall Street.

Dèu salve a Catalunya...y a todos los españoles, que en realidad somos la misma humanidad que los griegos, los palestinos o los somalíes...Víctimas de la misma ignorancia y de la misma narcosis, privada y global.

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