Una película bellísima. De una delicadeza y una profundidad muy poco frecuentes en el "arte" actual, por desgracia, cuando palabrotas, zafiedad, sexo a lo bestia sin gota de amor, intrigas, delitos, persecuciones estridentes, perversiones, vulgaridad, aburrimiento por el monotema habitual: el vacío de sustancia, y violencia a tutiplén, se encargan de quitar las ganas de ir al cine.
La poesía de Zhang Yimou, una vez más, ha dibujado con una maestría absoluta, un mundo sencillo, cotidiano. Donde, ante el genio y la pureza de la mirada, no son necesarias grandes movidas, ni despliegue de recursos, ni complicaciones añadidas ni retruécanos pasados de rosca. Frescura. Sutileza. Inocencia y respeto enamorado. Una delicia para paladares exquisitos. Un canto al amor mutuo y eterno que sobrevive a cualquier pesadilla por más horrible y dolorosa que sea.
La sutileza de la mirada sobre el perfil social, crítica y humanísima. Con toques de ternura natural y cotidiana. Una pasada absolutamente recomendable. Un gozo para los sentidos. Una caricia para el alma y un buen tema para reflexionar. Entre la China de ayer y la China de hoy. Entre los valores eternos y las euforias del consumismo innecesario.
Me pregunto si un amor como el de Jin y Sun, los protagonistas, sería posible en un mundo como el actual. Superficial y robotizado. Lleno de cosas y hueco por dentro. Más preocupado por acumular velocidad y emociones para quemarlas cuanto antes, que por cultivar sentimientos que duran para siempre.
La verdad es que cuando veo y escucho a los chicos y chicas en el metro, en el autobús o en las terrazas de los bares, besuqueándose en plan autómata, como besuquean al perro, mientras cada uno está enganchado a su wasap y dándole a la cerveza, me pregunto cuánto les durará el entusiasmo. Seguramente, lo que tarden en aburrirse uno del otro. O lo que tarde en aparecer un nuevo compañero de tecnología divertidora con más pantallas que ofrecer o que ponga más mensajes en menos tiempo. O tenga una moto más ruidosa y con más cilindrada. O que se vista a base de las mejores y más glamourosas marcas.
El cine en pleno, ayer tarde lloraba a moco tendido. Sobre todo los más adultos. Toda la sala suspiraba, hipaba y se sorbía las lágrimas. Excepto una pandilla de jovenzuelos "osssea" con una exuberante sensibilidad de lija del cinco, con la edad de los personajes del film, aproximadamente, que se pasó la película haciendo chistes imbéciles sobre los protagonistas y comentando sus preferencias por determinados desodorantes corporales y sobre la cogorza monumental que se pillaron la noche anterior, mientras perfumaban el ambiente con eructos, cocacola y tufo a palomitas.
Con maravillas así, el futuro está más negro que una mina sin luz. Me pregunto si la crisis verdaderamente terrorífica no será la incapacidad para educar a ese futuro perdido en sí mismo, por exceso de posesiones y comodidad y por defecto de inteligencia y alma, cada vez más incierto y fuera de la realidad. Cada vez más precario en valores y más insoportable en convivencia.
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