Son las matemáticas, estúpido
LUIS GARICANO
La economía del conocimiento exige una educación sustentada en tres fundamentos.
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El autor de este artículo es Luis Garicano , catedrático de Economía y Estrategia de la London School of Economics. Y me gustaría que lo leyéseis como ejercicio reflexivo. Y que después respondiéseis a algunas cuestiones como éstas:
a) ¿Qué estado de ánimo te ha dejado esta lectura?
b) ¿Cómo crees que puede resultar un mundo donde la estadística matemática sea la reina del mambo por encima de la intuición y los sentimientos?
c) ¿Es de verdad tan importante el uso de los números y los cálculos para conseguir el bienestar físico, psíquico y emocional?
d) ¿Cómo te imaginas una sociedad donde la educación valore por encima de todo las estadísticas, las operaciones matemáticas y los cálculos constantes de probabilidades, para acertar resultados con máxima habilidad combinatoria, mientras la vida, que es imprevisible, y se escapa por todas las rendijas del bloqueo controlador?
e) ¿Cómo será de hospitalario y acogedor el mundo del futuro propuesto por este catedrático de Economía, que sugiere que los recortes sean en salud y en pensiones y que todo se invierta en una educación robótica del cerebro infantil y juvenil?
Espeluzna imaginar que las teorías "empíricas" de este buen señor acaben por imponerse en la sociedad humana. El robot como demiurgo y deus ex machina, según afirma el interfecto, sustituirá al hombre en el oficio de calcular, ergo, de pensar en serie numérica, en su ensayo de "mundo" feliz al más puro estilo de Huxley. Parece que se ha quedado enganchado en la educación que seguramente recibió: memorización a tope, domesticación de las rutinas y como consecuencia, empobrecimiento de la creatividad, que ha sustituído en su, digamos, madurez, por la divinización de la estadística como regla de oro a la hora de hacerse con el control del cotarro, ya sea polìtico, médico, eoconómico o social.
A lo mejor resulta que es el asesor "aritmeticósofo" de la reforma Wert. Y que entre el ministro y Don Garicano exista un vínculo esotéricamente calculado por una tabla de datos empíricos, que pretenden la misma finalidad: convertir el mundo en una granja de ordenadores, discos duros, robocops y Matrix a tutiplén, donde lo que la estadística no calcule no exista ni tenga corporeidad reconocida ni reconocible, porque no tiene número ni se le puede poner precio de mercado.
Lo cierto es que aunque el número es un elemento medidor y calculador indispensable para nuestra gestión de la materia y de la forma, es sólo un medio. Como el dinero lo es de las transacciones del trueque. Los números son creación humana e interpretación adaptada al montante de la pequeñez de nuestros recursos intelectuales, que como ya está investigado, se encuentran ahora desarrollados al 10% de nuestras posibilidades. Los números, igual que las letras, son tan útiles al hombre actual, como las muletas, los andadores, los taca-taca y las sillas de ruedas lo son para nuestros cuerpos cuando estamos disminuidos en nuestras funciones motrices. Sería patético organizar todo un sistema de vida y de gestión global basado en muletas, andadores, taca-tacas y sillas de ruedas, y que el sistema educativo desde la infancia no nos dejase usar las piernas si no es a través de artefactos ortopédicos. Eso mismo sería organizar la educación humana a base cálculo matemático y el aprendizaje del inglés como panacea lingüística, que acabe borrando el resto de idiomas, por no decir nada de las inutilidades arqueológicas de las lenguas "muertas" como el conocimiento etimológico de las raíces y significados de lo que hablamos, escribimos e investigamos y la lectura de los maestros en sus propias lenguas.
Unificados y uniformados mentalmente por el número nos perderíamos la diversidad de lo imprevisible, cuya integración en el sistema psico-emocional humano es imprescindible para el autoconocimiento, el desarrollo armónico del carácter, la flexibilidad, la maduración o la creatividad. A base exclusiva de cáculos numéricos y estadísticos como paradigma pensante nos perderíamos la condición cuántica, cualitativa e intencional del universo, nos perderíamos la vibración sutil y no cuantificable de la belleza y del amor. De la riqueza de los sentimientos. De la sorpresa y del desafío existencial.
Un robot puede crear sonidos y armonizaciones matemáticas si le damos los datos adecuados, pero no puede crear música por sí mismo. Porque el impulso y la inspiración que mueve el alma humana no es cuantificable ni medible en decibelios, ni el impacto de lo contemplado bajo la iluminación del espíritu se puede medir en watios ni en voltios. Ni la riqueza del afecto más sincero y generoso se puede traducir en cifras. Aunque ya lo intenta la publicidad recomendando el regalo de oro, joyas, pieles,perfumes carísimos y objetos exclusivos que cuestan un pastón, para demostrar el "amor" que se siente por alguien.
Realmente sería espantoso acabar viviendo en un mundo donde se encabecen los artículos periodísticos con un insulto prepotente, a ser posible en inglés, y más propio de una emocionalidad de guardería, que de un catedrático de varias filigranas universitarias numeradas como las butacas de un cine. Muy pulcras y estadísticas, pero tiesas y estériles como un ábaco o una calculadora. Se puede imaginar una declaración amorosa en esos términos. Una novela genial escrita a base de números y sus correlaciones algebraicas y sus fórmulas de trigonometría, regalar en el cumpleaños una tabla de logaritmos o un vademecum de progresiones delirantes. En vez de un ramo de rosas, una proyección holográfica a base de ecuaciones de segundo grado. Bueno, las posibilidades combinatorias del aburrimiento y la esterilidad imaginativa, como los números, son infinitas.
En lo único que coincido con este adalid de la numerología estadística, es en la necesidad de adaptar el sistema educativo y la investigación a los nuevos tiempos. Y a la nueva conciencia. Llenando de sentido práctico los contenidos teóricos académicos. Es decir, haciendo que los alumnos toquen y sean tocados por la realidad que estudian en clase, aumentando su sensibilidad perceptiva e intelectiva en el contacto directo con la vida, su potencial humano y empático, compasivo y corresponsable en el funcionamiento del mundo, no sólo a través de las máquinas y las pantallas. Ni memorizando únicamente como papagallos lo que ya está en los archivos, libros y discos duros. Ni manipulando datos sin referentes humanos. Sino vis a vis. Para que cuando tengan que calcular estadísticamente, al mismo tiempo que piensan y descubren una cifra, vean un rostro humano en ella. No una oportunidad de cálculo comercial o electoral. Ni una forma de hacerse de oro con inventos alienantes, que desprovistos del alma humana, convierten la vida en un infierno helado y trágico.
No sé quién se encarga en El País de seleccionar los editoriales de entrada. Ni cómo en un medio de información, que aparentemente está a favor del respeto y los derechos humanos se puede colar un insulto como titular y una apología numérica de "El planeta de los simios robotizados semipensantes", pero, tal vez, si van a despedir a 129 periodistas a causa de la crisis, ¿no sería posible dejar a los más lúcidos y ya que hay que eliminar a algunos, se aplique el despido a quienes tienen tan poco discernimiento a la hora de seleccionar y dar prioridad a un nivel de conciencia ínfimo?
Esto ya es otra cosa, ¿verdad?:
Y ahora, si habéis tenido el tiempo y la paciencia suficientes para haber visto y escuchado el mensaje de este vídeo, comparad lo que experimentáis ahora, con lo que habéis sentido y experimentado leyendo el artículo del economista Garicano. Notad las diferencias o las similitudes y reflexionad sobre la influencia que los medios tienen en la construcción de nuestro paisaje racional, emotivo y de valores. Observar nuestras reacciones, nuestras confusiones, nuestros juicios y nuestros bloqueos nos enseña a gestionar mejor las informaciones a las que tenemos acceso. La verdad nos hace libres, sobre todo, cuando esa verdad es mucho más lo que somos que la información que acumulamos.
Esto ya es otra cosa, ¿verdad?:
Y ahora, si habéis tenido el tiempo y la paciencia suficientes para haber visto y escuchado el mensaje de este vídeo, comparad lo que experimentáis ahora, con lo que habéis sentido y experimentado leyendo el artículo del economista Garicano. Notad las diferencias o las similitudes y reflexionad sobre la influencia que los medios tienen en la construcción de nuestro paisaje racional, emotivo y de valores. Observar nuestras reacciones, nuestras confusiones, nuestros juicios y nuestros bloqueos nos enseña a gestionar mejor las informaciones a las que tenemos acceso. La verdad nos hace libres, sobre todo, cuando esa verdad es mucho más lo que somos que la información que acumulamos.
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