viernes, 16 de noviembre de 2012

La España cerril no sabe nada más que odiar aquello que no entiende


Muerte a los sindicatos

¿A qué se debe el odio que despiertan los sindicatos en la derecha?. Es una estrategia que parece quitar los obstáculos al paseo militar del neoliberalismo en España.


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Buena pregunta. Sí, una pregunta que desencadena otras preguntas, como ¿a qué se debe que el odio sea la divisa del pp y de  lo que llamamos "derecha" en general o extrema "izquierda" en particular? El odio es hijo del miedo y de la irracionalidad. Una pareja matadora. Los Bonnie & Clyde de  la brutalidad montuna e incapaz de evolucionar. Frustraconciencias y matavidas. Chafaproyectos y hundepaíses. Destroyers y, al final, suicidas masificados a mogollón.  Miedo, don Iñaki, canguelo cavernario y controlador, que no son capaces de superar, ni teniendo la pasta del mundo entero entre sus garras para comprarlo todo; todo menos la inteligencia y la lucidez, obviamente. 

El miedo es un bloqueo instintivo ancestral, que en el hombre civilizado se recicla en la prudencia y en la observación imparcial sin prejuicios. La irracionalidad es el impulso animalesco e incontrolable que desata las tragedias y las hecatombes. 
Cuando esta parejita de tórtolos del Pleistoceno se aparea y se reproduce, aparecen los brotes negros talibanes y fanáticos a derecha y a izquierda. Aparece el fascismo ambidiestro, porque esa enfermedad no tiene ideologías ni opciones dignas de llamarse "política" ni "economía" ni "religión", ni "cultura" ni "proyecto social". Y la criatura engendrada entre ambos, que es el odio, se convierte en la heredera universal del fatídico matrimonio. Por eso el odio no puede hacer nada más que destruir, la creación requiere inteligencia, libertad y libre albedrío bien canalizado, pero el odio no, por eso es incapaz de crear algo que dure y sea aprovechable para el bien común, que a ellos le suena a "comunismo", en su ignorancia wertiana-botellil, seguramente no tienen ni idea de que el término "bien común" o bonum communis, no lo inventó Marx, sino su querido, santificado y venerado Tomás de Aquino. 

Si repasamos el master que en ocho años de oposición inenarrable nos dio el pp y los resultados que está produciendo desde que desgobierna a base de decretos-escobazo, como los que daba la bruja escondida y siniestra en los "trenillos del terror" de las ferias de mi infancia, veremos muy bien el eje de abscisas, las des-coordenadas, o sea, el gráfico del odio quintaesenciado, desorientado, palos de ciego fashion y de su inutilidad y su torpeza, más que manifiesta. Impepinable. Todos los porqués están inscritos en esa trayectoria alucinante. Su curriculum calamitatis es vastísimo y bastísimo. Tan extenso como garrulo, obtuso; rien ne va plus, que dirán cualquier día en su antro pp.lasvegas@ossea

Lo preocupante del caso no es sólo la demostración diáfana de los estragos del odio en la minoría desgobernante y de sus ondas de retorno en los extremismos de su polaridad opuesta y escorada a la "izquierda"del mismo dios padrastro que, en un momento de despiste, debió crearlos de la misma pasta y sentarlos a su misma mesa.
 Lo preocupante es que ese salvajismo tenga clientes electorales tan numerosos y tan poca oposición creativa enfrente, que tenga fans todavía. Lo preocupante es que aún haya quienes se apuntan a su discurso y no superan la media civilizada que posibilitaría convertir en historia ese dechado de aporías y farfullos mentales sin sustancia ni base cognitiva alguna, pero con un poder demoledor a lo Jurasic Park.
Acabo de darme cuenta, eureka!, de que tal vez el problema no sea que la derecha odie por sistema todo lo que no parte de ella, o es mejor que lo que ella hace, y que aborrezca y desprecie lo que no la enriquece y no la beneficia directamente. El problema es que tantos ciudadanos todavía no relacionen esa condición odiófila y miserable con la ruina que tienen-tenemos encima desde hace tanto tiempo y tanta historia.
Al fin y al cabo, si los sindicatos -aún, y a veces,con alguna veta de los mismos males fanáticos- son capaces de dialogar, negociar, asociarse y trabajar para reivindicar justicia y derechos, lo normal es que aquellos que odian y desconocen el diálogo, la justicia y los derechos, la tomen con los sindicatos. 

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