miércoles, 14 de noviembre de 2012

El triste salario del miedo

Esta mañana escuchaba las noticias en una emisora de radio privada, que suelo sintonizar cada día porque valoro su espíritu abierto y democrático. Hablaban de  la huelga, mantenían a sus reporteros haciendo un seguimiento exhaustivo por todo el país, dando crónicas, entrevistas y pulso de opinión acerca de la jornada reivindicativa, que está siendo general en Portugal, España, Italia y Grecia, con concentraciones ante las embajadas de los países en huelga, en Francia, Bélgica, Suiza, Austria, Alemania, Chequia, Slovenia, Rumanía, Polonia, Dinamarca, Reino Unido, Finlandia, Suecia, que se sumarán a una manifestación masiva el 17N. 
La emisora no hace huelga aunque no para de hablar de ella. Y está muy bien, porque informa y mantiene en alto la atención social; y lo curioso del caso consiste en que las opiniones acompañantes del programa hablan sin parar de que esta huelga es un aldabonazo muy importante en las entrañas del sistema capitalista y entonces, en medio de la reflexión certera y profunda, del dedo en la llaga, suenan las doce, la carroza de Cenicienta se convierte en una calabaza, los caballos potentes y briosos son ratones que se escapan a toda velocidad, el cochero es el perro guardián de la madrastra y sus hijas y Cenicienta, que ha perdido el zapato de cristal, a pata coja, vuelve a los fogones, al atizador y a la leñera: entra la publicidad. 
Las maravillas de los grandes almacenes que están que lo tiran explotando el glamour del otoño encriptado por los recortes, el chollo del coche a plazos a base de engordar a la banca con un crédito más, las ofertas de compañías de gas que compiten entre sí como pirañas o ese centro de ortodoncia maravilloso que deja la sonrisa hecha un pincel mucho más que nuestro modesto dentista de siempre que ha perdido todo su charme o incluso ese gran banco omnipotente que no sabe lo que es una crisis y por eso te invita a disfrutar su abrazo mayestático y letal de boa constrictor. 

Por arte de magia potagia, de repente, en un soplo helado, la huelga se esfuma de las ondas hertzianas como si nunca hubiese existido. A ningún contertulio le sacude esa evidencia. Ni la duda ni el más ligero mosqueo y si les sacude, lo disimulan con un savoir faire divino de la muehte. Un corte publicitario, y la huelga comienza a adquirir el caché de cuento, de relato de política-ficción. De sueño evanescente. ¿Qué ha pasado?
Ha pasado la rutina del miedo haciendo su limpieza general de pelusas sospechosas de subversión, ese canguelo subliminal que va siempre de la mano de la fragilidad del negocio. Y se expande la disociación habitual salvapellejos mercantiles entre causas y efectos  como si la publicidad y lo que la sostiene por los bajos fondos no tuviese nada que ver con ese capitalismo sin vergüenza ni escrúpulo alguno que se ha apoderado de nuestra libertad, de nuestros derechos, de nuestra dignidad humana, de nuestra compasión, de nuestra inteligencia y de nuestra lucidez. Y nos está dejando reducidos a simples objetos consumibles, que sueñan ser los consumidores, pero que en realidad son la leña que arde en la estufa de la avidez y de la delincuencia económica, disfrazada de "progreso", "prosperidad" y "estado de bienestar" y de no ser nada más que rebaños alienados que sirven y mantienen a sus matarifes y devoradores. Que a su vez, se "matarifan" y se devoran entre sí, en cuanto la pasta los separa, los divide y los enfrenta por medio de la rivalidad, la competencia sucia y la avaricia delirante. Las intrigas y el descuajaringue político-financiero.

En ese clima no resulta nada extraño que los oyentes que participan, al mismo tiempo que apoyan la huelga de boquilla, se anden disculpando por estar trabajando en vez de estar en la calle diciendo no a la malversación del presente y a la aniquilación del futuro, por no saber soltar la adicción al pasado, que es el miedo. Contra lo que se puede pensar a simple vista, el miedo nunca es a causa del futuro, que permanece informe y desdibujado en el notiempo, sino el enquistamiento del pánico ancestral, grabado en el cerebro primario de nuestro sistema límbico. El miedo es el residuo de la vieja conciencia, de la mente elemental que aún no ha dado el salto cuántico-cualitativo hacia la dimensión de lo realmente posible, simplemente porque ya ha madurado el fruto de otra esencia más elevada y más humana que se va consolidando en cada decisión de cambio a mejor, a más justo y a más solidario, a más inteligente, cada decisión justa y coherente con el bien común que cada individuo de nuestra especie va tomando. 
Es decir: cada vez que se toma la determinación de mejorar las cosas, nosotros cambiamos a mejor y las cosas cambian con nosotros. 
Evolucionamos en la medida en que superamos las ataduras de las costumbres mecánicas y bloqueantes, de las que el instinto automático y el miedo en sus tres facetas más visibles: pánico, poder y placer, se apodera de nuestra libertad de elección y de nuestra lucidez consciente. 

Culpar al capitalismo o al comunismo o a cualquier sistema por el que nos sintamos oprimidos, es un juego recurrente e inútil si estamos manteniendo ese estado de cosas y no lo vemos. Ni lo sospechamos. Porque aún estamos prisioneros del miedo paleolítico . Como también lo están los que se enganchan a la explotación capitalista, porque su ambición sin límites nace del mismo miedo ancestral a no tener nada material que les proteja de su debilidad y de la depredación del entorno, que es igual que ellos. 
Por esa razón, nada cambia de verdad en la sociedad y los ciclos que , hasta ahora, se han repetido constantemente con pequeñas e irrelevantes modificaciones en la superficie de la conciencioesfera o de la noósfera (del griego, noós = conocimiento), que es la capa inteligente del Planeta, siempre en crecimiento y modificándose con las transformaciones del hombre. Es esa noósfera, la que  está permitiendo que los físicos desarrollen el sistema cuántico y vean la relación y cambios de la materia y la energía que se producen con las variables conscientes de la humanidad, que es el sistema neuronal e inteligente del Planeta e incluso del sistema planetario que se habita. La antigua cultura del asombro inexplicable, al resultado de ese proceso lo llamaba "milagro" o "magia" y sin embargo es el simple resultado de unas leyes naturales e inteligentes, que crecen en nosotros si nosotros crecemos en ellas,  y que funcionan desde la conciencia y operan sobre los niveles cósmico y telúrico, modificándolos mientras nos modificamos también los seres humanos en el mismo proceso.

El miedo es, sin duda alguna, el complejo de ideas preconcebidas y paradigmáticas que, basadas en experiencias antiguas y sin detectar ni superar, alojadas en el inconsciente personal y colectivo, se convierte en el factor bloqueante de los procesos de cambio y mutaciones imprescindibles, evolutvamente, para adaptarse a las nuevas posibilidades y recursos que la conciencia hace evidentes, mientras cambiamos nuestra esencia antigua e inservible para los nuevos retos de la evolución. 

En el entramado evolutivo hacia la antropología del bien común, las huelgas generales, los movimientos masivos de conciencia y de justas reivindicaciones, que reaccionan y se retroalimentan, para eliminar los bloqueos del miedo, la violencia y la injusticia, son hitos de crecimiento responsable de un valor absoluto. Nada relativo. Y hay que cuidarlos y posiblitarlos como drenajes imprescindibles de la basura cósmica almacenada en la intención enferma de quienes viven aún esclavos del temor e ignorando, en su falso concepto del poder, que cuanto más temen, menos crecen, menos prosperan y evolucionan, menos capacidad tienen para la salud mental y física, menos recursos equilibradores del desgaste y sanadores hay a su disposición. Y mucha menos lucidez. Dice el Magníficat:  Con su brazo protege a los sencillos, derriba a los poderosos de sus tronos y colma de bienes a los pobres. Si le quitamos el cemento religioso y más primitivo y nos quitamos prejuicios de encima, vemos que es la percepción de ese mismo paradigma. Nadie castiga a nadie. Todos dormimos en la cama que nos hacemos o que dejamos que nos preparen otros. Física cuántica en esencia.
Pueden medicarse y operarse en las mejores clínicas, pero no podrán sanar si no cambian de paradigma consciente; pueden ponerse siliconas y prótesis o fotoshop para disfrazar la imagen, pero nunca serán bellos ni atractivos realmente. No tienen más que mirarse a sí mismos para comprobarlo. Pueden ser multimillonarios y poderosos pero incapaces de adquirir la paz interior, la autonomía espiritual, la felicidad ni el bienestar que acompaña a la pérdida del bloqueo atemorizante y malpensante, competitivo,desconfiado, errático y narcisista. 
Saben que nunca podrán esquivar la muerte, que para ellos, llenos de apegos ansiosos y de instintos pánicos, es un verdadero y angustioso final irremediable. Mientras que para el consciente que se ha desbloqueado, la muerte se transforma en un trámite evolutivo y asumido con optimismo y sin dramas, entre dos estados, el sólido-líquido de la materia y el gaseoso-consciente del espíritu, y en medio de ambos el desarrollo del alma-puente, que es la médula de la conciencia, donde habita el amor, que es la llave de toda vida posible. Una vida plena en todos los sentidos, capaz de ir resolviendo incógnitas y desafíos de todo tipo según se presentan, sin llorar por lo perdido ni alienados por los deseos ilusorios de lo que no se conoce ni se controla. Una vida completa en el Presente infinito, que es el único campo de operaciones en que se vive de verdad y plenamente. 

Una vez descubierto el sistema vital por el que se rige nuestra conciencia, el miedo se esfuma,la especie se transforma por ósmosis. Y sólo entonces, el bien común brilla como una estrella inextinguible para todo el Planeta y sus habitantes. El 15M, los movimientos reivindicativos, las huelgas bien sustentadas en la justicia y el ideal de la realización humana, son factores de un valor transmutador sin fronteras y sin fin.
Lo iremos comprobando cada día.

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