miércoles, 17 de junio de 2020

Verdades y evidencias como puños. Confundir libertad con destrucción de la integridad y derechos con la ausencia de deberes inseparables del derecho es muy mala base para cualquier iniciativa, pero sobre todo para el bien común y su cauce político más sano y fiable:la democracia real. Una vez puestos a legalizar el sexo humano como moneda de cambio, ¿por qué condenar a los consumidores y traficantes de las drogas o a los traficantes corruptos del poder? ¿Por qué un modo de degradarse como lo es la prostitución tiene fans y otros solo castigos? No confundamos la libertad de entender y vivir la propia sexualidad con la libertad para converrtir a los seres humanos en moneda de cambio y carne de transacción, "cultivando" los más bajos instintos como fuente de negocio, como esclavitud de mujeres en su inmensa mayoría marginadas e inmersas en la voracidad del lucro y la extorsión ¿Cómo se puede defender la esclavitud-negocio sexual en pleno siglo XXI y asegurar que se está a favor de los derechos humanos?. Qué esquizofrenia.Parece imposible que quienes dicen estar comprometidos por el bien común puedan pensar y proponer algo tan escalofriante como 'el derecho a prostituirse libremente', que es como el derecho a destruirse por dentro y por fuera como seres humanos libres y equlibrados. Quiero hacer una pregunta a Montero e Iglesias, Errejón y a Alberto Garzón: si Irene Montero fuese prostituta en tan digno ejercicio ¿sería la compañera de Iglesias en casa y en Parlamento? Errejón ¿te casarías con una prosituta que ejerciese cada día por las esquinas o los baretos de alterne su magnífico oficio de 'trabajadora sexual' y fuese madre de tus hijos o tu propia madre o tu hermana? Garzón, Arrimadas y Rufián ¿os gustaría que vuestras hijas o hijos se dedicasen a la prostitución? Si fuese así, nadie, salvo los chulos y madames, os votarán en las próximas elecciones. Y si no es así, ¿por qué queréis para otras y otros lo que no queréis para vosotros y vuestras familias? Si diciendo que que quereis conseguir una sociedad mejor, lo hacéis por convencimiento real estáis para el psiquiatra, y si lo hacéis por postureo y atraer votos de las alcantarilla sociales en vez de desatascarlas, limpiarlas y desinfectarlas evitando su putrefacción en vez de aumentarla y hasta protegerla, estáis realmente para el arrastre político. A efectos éticos sociales es lo mismo que si hiciéseis de la mendicidad una profesión y unos estatutos. Sois una vergüenza total.



La verdad es siempre revolucionaria

La ilusión de abolir la prostitución





Movilización en Madrid para pedir el fin de la violencia de género y de la prostitución EFE
Movilización en Madrid para pedir el fin de la violencia de género y de la prostitución EFE
Como nunca antes en la historia de las luchas sociales la prostitución está siendo considerada aceptable por una parte de la izquierda. El cáncer social que supone aceptar que la mujer es el sexo que debe prestarse a los deseos salaces del varón por una miserable cantidad de dinero, que ha sido siempre una de las enfermedades crónicas del Patriarcado, y de cuyo negocio se lucran con ingentes cantidades de dinero las mafias internacionales, se intentó erradicar  por las más preclaras figuras políticas, sociales e intelectuales del mundo hace siglos. En España desde Concepción Arenal las pensadoras y activistas feministas pretendieron lograr que se aboliera  en todo el mundo, como se planteó en la Convención Internacional contra la Trata de 1905. Es interesante consultar el artículo que escribió Lenin en aquella ocasión y la polémica que desató sobre la libertad sexual. Pero ciertamente así se llevó a cabo en la URSS a partir de la Revolución de Octubre.
Las anarquistas españolas pusieron mucho énfasis en la crítica de la permisividad que sus compañeros de ideología mantenían hacia la prostitución, reprochándoles que frecuentaran los prostíbulos. En las Cortes de la II República, impulsada por Clara Campoamor se abolió la prostitución y Federica Montseny, la primera mujer ministra española, que lo fue de Sanidad, anarquista, la llevó a cabo cerrando los lupanares y creando los "liberatorios de prostitución", en plena guerra Civil.
El largo tiempo que atravesamos en la dictadura no permitió que se reclamara la abolición, pero ciertamente no existía ninguna duda tanto en la moral social mayoritaria como en la conciencia feminista de que ser prostituida era la explotación y la humillación más grave que podía sufrir una mujer.
Ha sido con la llegada de la democracia cuando la ideología capitalista –y no se debe añadir el calificativo de liberal porque es un disparate- se adueñó del discurso dominante y la mafia de la prostitución ha introducido en la conciencia social la idea de que la prostitución "libre" es aceptable, a veces hasta recomendable, como un trabajo más. No se califique de liberal esta concepción porque es un insulto a los liberales, aquellos que lucharon contra la esclavitud y la prostitución durante todo el siglo XIX, y cuyo partido fundó John Stuart Mill, el filósofo y diputado inglés, uno de nuestros admirados feministas, que tanto trabajó para lograr el voto para la mujer. En España, desde las Cortes de Cádiz en 1812, los liberales lucharon heroicamente contra la reacción tiránica y a favor de la República.
Pero ya sabemos que hoy los términos clásicos se desprecian y se corrompen. Desde que el marxismo es execrado por los posmodernos para sustituir este método de conocimiento por el engrudo ideológico que nos sirven todos los días los políticos, incluyendo a los de izquierdas, y aún peor, la Universidad convertida en un páramo del pensamiento, hablar de esclavitud sexual para definir la prostitución provoca rechazo en los sectores que se lucran del negocio, que son muchos más de los que la mayoría de la ciudadanía conoce.
Si mi abuela, anarquista, Regina de Lamo, resucitara y oyera que la prostitución se denomina ahora "trabajo sexual", y que políticas con poder ejecutivo financian una "escuela de prostitución", que unas cuantas propagandistas aseguran que es una buena solución económica para las mujeres, y que las que persistimos en lograr la abolición somos anticuadas, ñoñas, prejuiciadas y putofóbicas –nuevo vocablo en el vocabulario posmoderno de las prostituidoras- volvería a morirse. Y con ella todas las grandes pensadoras y activistas feministas de dos siglos: Alejandra Kollöntai, Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin, Federica Montseny como ya he mencionado,  Clara Campoamor, Victoria Kent, Margarita Nelken, Dolores Ibárruri, las precursoras que nos abrieron un luminoso camino en la selva oscura del Patriarcado y que ahora son despreciadas.
Lo más penoso es comprobar que hoy no debemos abrigar muchas esperanzas de que se apruebe en España la abolición de la prostitución. A pesar de las Plataformas y Frentes y Asociaciones y Asambleas abolicionistas, demasiadas para que tengan verdadera fuerza, que la reclaman y que incluso se proponen elaborar la ley, lo cierto es que una ley se aprueba en el Parlamento y no en la calle ni en las reuniones, asambleas, jornadas y conferencias que de cuando en cuando se realizan. Y en el Parlamento en este momento tenemos partidos públicamente prostituidores: Podemos, Ciudadanos, Esquerra Republicana y Mas País que con 61 escaños pueden frenar cualquier proyecto de ley en ese sentido. Los demás, PSOE, PP, PNV, y los nacionalistas, sin que estén defendiendo la regulación de la prostitución como hacen los otros, se muestran muy tibios en su afán de acabar con ella.
Si contamos que tanto el PSOE como el PP han gobernado decenas de años por mayorías absolutas o con la ayuda de los nacionalistas y nunca han planteado un proyecto de ley abolicionista, no sé por qué ahora, con la debilidad parlamentaria que todos padecen iban a hacerlo.
Como decía Lenin "excepto el poder todo lo demás es pura ilusión", y el poder desde luego hoy no lo tiene el Movimiento Feminista. A pesar de su demostración de capacidad de convocatoria de masas en las manifestaciones, las declaraciones de sus dirigentes de que nos encaminamos a la abolición de la prostitución son puras ilusiones.
Del PSOE no sabemos qué acabará haciendo, a pesar de las declaraciones abolicionistas de las mujeres del partido, que por otro lado se han conformado durante los 24 años que han gobernado con que la abolición quedara siempre en la cuneta, y en este tema con menos poder sin el apoyo de UP. Los de la derecha, algunos incluso confesionales, se harán los exquisitos con enmiendas y sugerencias y abstenciones haciéndonos perder el tiempo. Y al final la aritmética parlamentaria no será suficiente para dar una alegría al Movimiento abolicionista, que cree, ensoñado en sus ilusiones, que con manifestaciones en la calle y asambleas multitudinarias se cambian leyes y gobiernos. Cuando nunca ha sido así. Ni siquiera ante movimientos internacionales que sacaron a la calle a millones de personas en ocasiones memorables como las que se opusieron a la guerra de Irak, y que ya tristemente hemos comprobado cómo se hundió a esa región del planeta en la destrucción, la miseria y el conflicto perpetuo, sin que ninguno de sus autores recibiera el castigo que se merecían.
Es cierto que el MF ha luchado y protestado activamente desde que se acabó la dictadura y que gracias a su esfuerzo se logró aprobar algún artículo de la Constitución prohibiendo discriminaciones y más tarde leyes más o menos progresistas. Pero que tales avances no nos hagan engañarnos. En cada una de esas ocasiones hubo partidos políticos que votaron a favor de la causa, porque si no nunca hubieran ganado. Y ahí tenemos el voto femenino en las Cortes Constituyentes de la República, la Constitución de 1978, y las siguientes leyes de divorcio, aborto, violencia, igualdad, matrimonio homosexual, a las que los partidos dominantes dieron el visto bueno.
Porque o triunfa una revolución, que suele llevar aparejada una guerra, o se ganan las elecciones parlamentarias y se forma gobierno, o te quedas en la calle con una pancarta en la mano. Que es lo que lleva haciendo el Movimiento Feminista hace cuarenta años.

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