Dejemos al rey en paz
Algo serio ha tenido que ocurrir en el interior de la Guardia Civil para que José Antonio Zarzalejos haya recurrido a la figura del rey para taparlo
Desde hace unos días la
Guardia Civil ha ocupado un lugar destacado en la información en los
diversos medios de comunicación. Se han producido diversos movimientos
extraños en el interior del cuerpo y se ha reaccionado a dichos
movimientos con el cese de un coronel, que ha arrastrado la dimisión de
un general y con algunos cambios ordenados por la Directora General con
el conocimiento y conformidad del propio ministro Grande Marlaska, que,
por cierto, ha sido objeto de un ataque brutal con ocasión de la
explicación del cese del coronel Pérez de los Cobos.
El
ruido generado por todos estos acontecimientos ha sido notable. Dicho
ruido tuvo su máxima expresión en la sesión del Congreso de los
Diputados en la que se decidió la quinta prórroga (no la sexta y última,
sino la penúltima), en la que el Gobierno llegó a temer seriamente que
la prórroga no fuera aprobada, lo que condujo, entre otras cosas, a un
pacto con Bildu que provocó que hubiera muchas hipócritas rasgaduras de
vestiduras.
Ningún ciudadano de a pie puede tener no ya pruebas, sino
ni siquiera indicios en el sentido preciso del término, de que, desde
el interior de la Guardia Civil se haya secundado la estrategia de PP y
Vox o de Vox y PP, de intentar "reventar" el Gobierno de coalición
aprovechando la votación de las prórrogas del estado de alarma, pero
algo debe de haber habido, cuando un periodista tan bien situado como
José Antonio Zarzalejos se ha considerado obligado a publicar un
artículo en El Confidencial el pasado sábado con el título "El Rey y la Guardia Civil", en el que en cierta medida proyecta la "inviolabilidad" regia sobre el instituto armado en su integridad.
El
artículo, que recomiendo al lector que lea detenidamente, es un
disparate tanto desde un punto de vista constitucional como desde una
perspectiva política. Genera una perplejidad notable en cualquier
persona que tenga un conocimiento mínimo de la Constitución española y
que esté siguiendo lo que ocurre en el país.
La
fórmula del juramento de los miembros de la Guardia Civil al adquirir la
condición de tales son las primeras palabras del artículo. El
articulista la transcribe en su integridad. De dicha fórmula se deriva
la lealtad permanente al rey, que es calificado a continuación como el
garante último de la Constitución y de la democracia en España. Como
consecuencia de ello se concluye que es absurdo que desde el interior de
la Guardia Civil se pueda iniciar movimiento alguno que pueda poner en
peligro el orden constitucional y la democracia, porque es
contradictorio con su juramento de lealtad al rey. Los miembros de la
Guardia Civil, se da a entender, actúan como lo haría el rey si se
encontrara en su lugar. Es indigno insinuar siquiera que puedan hacerlo
de otra manera.
Dada la conducta intachable del rey
Felipe VI en defensa de la Constitución y de la democracia que, como la
ley de la gravedad lo rige todo sin que tenga que hacerse visible de
manera permanente, no puede entrar en cabeza alguna que los miembros,
todos los miembros, de la Guardia Civil no estén replicando la conducta
del monarca. De todos los miembros de la Guardia Civil no se puede
esperar otra cosa que defensa de la Constitución y de la democracia.
Porque eso es lo que juraron al tomar posesión de su cargo. Defensa
subrayada por su juramento de lealtad al rey, garante último de la
Constitución y de la democracia.
Son, por el
contrario, la directora general y el ministro de Interior, los que, en
opinión del señor Zarzalejos, al haber dudado de la conducta intachable
de algún miembro de la Guardia Civil y haber procedido a su cese, han
actuado de manera inaceptable y deberían ser cesados por el presidente
del Gobierno. Poner en cuestión la actuación de los miembros de la
Guardia Civil, como se ha hecho, es en cierta medida poner en cuestión
al propio rey. Es la consecuencia que se deriva del vínculo que en el
artículo se establece entre el rey y la Guardia Civil.
La
argumentación no puede ser más delirante. ¿Está queriendo decir el
señor Zarzalejos, por ejemplo, que la petición (¿orden?) del coronel
Pérez de los Cobos sin autorización judicial a un supermercado de que
conserve la cinta de vídeo en la que aparece el vicepresidente del
Gobierno es la forma de respetar la Constitución y la democracia que se
corresponde con la conducta del rey? ¿Quiere decir que es así como se
hubiera comportado el rey si hubiese estado en su lugar?¿Está queriendo
decir que el juramento de lealtad al rey autoriza a incluir "mentiras,
bulos y manipulaciones" en un informe elaborado por dos miembros de la
Guardia Civil en funciones de policía judicial? ¿Es esa una forma de
respetar la Constitución y la democracia?
Intentar
cubrir las irregularidades de los miembros de la Guardia Civil con una
invocación al rey es un disparate. Las irregularidades que hayan podido
producirse o que puedan producirse tienen que ser investigadas y
sancionadas, si es lo que corresponde tras la investigación. Proyectar
la inviolabilidad regia derivada del juramento en el momento de adquirir
la condición de guardia civil sobre la totalidad de los miembros del
instituto armado es una invitación a la arbitrariedad incompatible con
cualquier Estado de Derecho digno de tal nombre.
Es la
propia Guardia Civil la que debe estar interesada en investigar qué es
lo que ha ocurrido y en depurar las responsabilidades, si las hubiere,
tras la investigación correspondiente. No se puede tolerar un ejercicio
presuntamente tan desviado de la autoridad como policía judicial como el
de los dos miembros de la Guardia Civil que han elaborado el informe
encargado por la jueza Rodríguez Medel.
Asimismo la
Fiscalía debería investigar si la acción instructora de la jueza puede
ser constitutiva de delito. No basta con interponer un recurso. Hay
indicios en su conducta de un ejercicio presuntamente desviado de la
potestad jurisdiccional. Y en tal caso, además de interponer el recurso
contra la decisión judicial, se debería activar una querella contra
dicho ejercicio desviado. No se trata de una decisión judicial errónea,
susceptible de ser corregida por la vía del recurso correspondiente,
sino de una decisión presuntamente prevaricadora, que es algo distinto.
Todo
esto es lo que ha ocurrido, con la Guardia Civil presente en todos los
momentos, en estas últimas semanas. Y esto no puede, ni debe, intentar
tapar con una invocación al rey.
Me imagino que en la
Casa Real se habrán quedado horrorizados tras la lectura del artículo.
Lo que le falta al rey es que lo involucren en operaciones tan turbias
como las que se han producido dentro de y en torno a la Guardia Civil.
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