Poder, mentiras y periodismo
He escuchado a Jorge
Ramos, un gran periodista, en una entrevista en la Cadena SER. Ha dicho
algunas cosas con las que estoy totalmente de acuerdo pero que me
suscitan, al mismo tiempo, un montón de preguntas o inquietudes.
Para
Jorge Ramos, el periodista no puede ser neutral ante la defensa de los
derechos humanos, en la lucha contra la corrupción y el racismo. Debe
tomar partido, es decir, no ser equidistante, la plaga del periodismo
acomodado. También sostiene que el periodista tiene que ser incómodo,
situarse frente al poder, decir cuándo un gobernante miente. No es la
primera vez que se lo escucho. Tiene mérito siendo un periodista
mexicano, profesión de mucho riesgo en su país, teniendo en cuenta que
su resistencia es, además, en el mundo hispano enfrentado al poderoso
cacique estadounidense, Donald Trump.
La primera pregunta que me hago es: ¿dónde está el poder?
Porque en muchas ocasiones no está en el Gobierno, por muy extraño que
parezca, es más, es el poder el que se sitúa frente al Gobierno, con la
ayuda, en muchos casos, de medios y periodistas.
Otra
sería: qué pasa cuando no son el Gobierno, los gobernantes, los que
mienten sino ese poder, sus aliados, instituciones no electas, poderes
económicos, lobbies, incluidos los mediáticos, incluso destacados
comunicadores o líderes de opinión que, aprovechando sus plataformas
mediáticas, sirven al poder y no a la verdad, a la que, según Ramos, hay
que ser fiel antes que a la objetividad.
Quizá hemos
visto en EEUU ejemplos edificantes que albergan una cierta esperanza en
otro periodismo, medios, líderes de opinión situándose frente al poder,
en este caso, bien representado por Trump. Un poder que encarna esos
vicios que hay que extirpar, tarea en la que el buen periodismo adquiere
su grandeza. Defender la democracia, denunciar la corrupción, el
racismo.
La política y los políticos, en todo caso,
tienen mecanismos de control, salvo en regímenes totalitarios –en donde
también hay periodistas, como los hubo con Franco–. Elecciones, mociones
de censura, votaciones parlamentarias, equilibrio de poderes, en
definitiva, un sistema de pesas y equilibrios, pero ¿a qué está sometida
la prensa? Sobre todo cuando miente, conspira, cuando se da una
concupiscencia con el poder, cama redonda, dependencia económica o
sencillamente se han convertido en correas de transmisión de intereses.
Otra cosa es la ideología que cada medio tenga y haga patente.
Tenemos el caso reciente de la presión judicial –lawfare–
con motivo del acoso al Gobierno de coalición instrumentada en torno al
8M. Ha dado toda la impresión de una amplia entente entre medios de
comunicación, muchos periodistas, mucho experto encastrado, filtrado
como la carne de waygu pero a menor precio. No ha trascendido que hayan
pretendido estar, ni intentar estar, al lado de la verdad. Han estado al
lado del poder, en sus versiones y estrategias. Si mentía el poder y no
el Gobierno, ¿por qué no estar de parte de la verdad aunque coincidiera
con el Gobierno?
Naturalmente que podrían pensar que
era el Gobierno quien no tenía la razón, faltaría más. Pero queda un
poso de duda que hace aún reflexionar más sobre las palabras de Jorge
Ramos. Si pensaban los periodistas y medios que estaban al lado de la
verdad, una vez falseadas sus posiciones, ¿por qué no han dado la misma
dimensión a la noticia, luego desmentida judicialmente, que a la verdad
reluciente tras el archivo de la causa? ¿Puede, debe, un periodista
pedir perdón?
Esto y muchas cosas más hacen que no se me vayan de la cabeza las palabras de Jorge Ramos
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