Hay muchas más George Floyd
Dos mujeres de 32 y 42 años resultaron
arrolladas la noche del miércoles 10 de junio por un tren de cercanías a
su paso por la localidad de Barreda (Torrelavega). Testigos
presenciales del suceso relataban ayer que ambas, de nacionalidades
rumana y dominicana y compañeras en un "club de alterne" de la
localidad, «llevaban un rato discutiendo y forcejeando» junto a las vías. El motivo de la disputa es que una de ellas trataba de evitar que la otra se suicidara, momento en el que el convoy que cubría el trayecto entre Torrelavega y Santander se llevó por delante la vida de ambas.
Una de las camareras del bar de la pensión La Principal,
el establecimiento más próximo al lugar donde se produjo el suceso
alrededor de las 22.50 horas, explica que las dos mujeres «llevaban un
buen rato discutiendo» junto a la cafetería de enfrente, El Pedal –en
cuya pensión se alojaba una de las víctimas– «luego cruzaron la
carretera, y una de ellas se sentó al borde de las vías. Ahí siguieron
discutiendo y comenzaron a forcejear, vino el tren y se las llevó a las
dos por delante»." "Nosotros no hemos oído nada, pero de pronto ahí estaban los dos cuerpos tendidos junto a las vías».
Pero en repulsa e indignación por estas dos nuevas
víctimas de la violencia machista no se celebran concentraciones ni se
montan barricadas ni se queman edificios como está sucediendo por el
asesinato de George Floyd, porque al fin y al cabo son mujeres, y además
prostitutas. Con el fino lenguaje que se estila en esta época de la
posmodernidad el burdel donde estaban metidas las dos víctimas se llama
"club de alterne", y nadie entiende por qué una de ellas quería
suicidarse ni tampoco movió a compasión los esfuerzos de la otra para
salvar a su compañera de desdichas.
Pero, ¿qué compasión ni indignación va a provocar una
prostituta? Como explican los partidos que pugnan por regular la
prostitución como un trabajo asalariado cualquiera, o quizá como una
actividad mercantil según la docta explicación de una de nuestras
ministras, ellas "trabajaban" en el "club de alterne" porque querían. En
el uso de su libertad de decisión decidieron emplearse en ese tugurio,
contratando en igualdad con el empleador, al que nadie ha mencionado,
"las condiciones de sus servicios". Según la teoría que difunden los
regulacionistas si la víctima no hubiese aceptado las condiciones de
trabajo nadie la hubiera obligado a permanecer en el "club de alterne".
Porque ya se sabe que los proxenetas, los chulos y los sicarios que
secuestran y apalean mujeres no existen, son fantasías de las películas.
De la biografía de las víctimas y de las circunstancias en
que se encontraban poco sabremos. El suceso no se investigará como
asesinato ya que ha sido un desdichado accidente. Si alguien hubiera
podido explicar qué pasaba en ese lugar de "alterne", que será de
tortura, hubiese sido la compañera que quiso salvarla pero ha fallecido
con ella. Y las que queden prisioneras en el mismo "club" no se
atreverán a contar nada de lo que allí sucede, porque ellas también se
juegan la vida.
Yo reclamo la indignación social y manifestaciones colectivas en memoria de las víctimas para que no vuelvan
a repetirse hechos semejantes, pero sé bien que soy la voz que clama en
el desierto. Porque los asesinos no es un policía sino un honrado
empresario de alterne, sus y
multitud de buenos padres de familia que las requerían como clientes y
que ni siquiera estaban en el lugar de los hechos. Porque, por no saber,
de momento ni conocemos sus nombres y la investigación que se realice
quedará en el secreto del sumario. Espero, que, al menos, avisen a sus
familias, que perdieron a sus hijas cuando se despidieran de ellas en
tan lejanos países y quién sabe si tendrán dinero para repatriar sus
cadáveres. Especulaciones estas que no leo en ningún otro medio. Al fin y
al cabo, me dirán, hay accidentes todos los días y todos los días
contamos gente que se suicida. ¿Por qué hemos de organizar
manifestaciones y funerales por otras dos, que ni siquiera eran
españolas?
Tampoco creo que este suceso ni este artículo emocionen a
nuestro gobierno ni a los partidos que lo conforman. Sobre las medidas,
como dicen, que piensa tomar respecto a la prostitución no he oído ni
leído nada. Las mujeres prostituidas no se consideran población de
riesgo por la edad, se supone que tienen alojamiento que suele ser el
mismo habitáculo donde veinte o treinta hombres las violan y las
maltratan cada día, y nadie les ha preguntado si han comido cada día
durante el confinamiento. Porque en realidad no existen.
Si la prostitución es una actividad tan normal y aceptable
como la peluquería o el comercio, ¿por qué habría de hablarse de ellas
en especial? Que sigan las instrucciones que tan detallada y amablemente
nos imparten Fernando Simón y el ministro de Sanidad Salvador Illa,
responsables de organizar la emergencia sanitaria, igual que las demás
ciudadanas.
Que una de ellas, ni siquiera puedo dar su nombre porque
no lo sé, quizá la más joven, desease morir antes que continuar en aquel
infame lugar, no alarma ni estremece ni preocupa a nuestros gobernantes
que iban a cambiar este país hacia más solidarios e igualitarios
futuros, porque, como ya he dicho, sólo eran prostitutas y tal situación
no las distingue del resto de las trabajadoras.
Que nuestro país esté gobernado por
partidos que consideran a las prostitutas "trabajadoras sexuales", como
escriben en todos los documentos que emiten sobre la situación de la
mujer, y lo digan sin vergüenza, que la sociedad civil asuma
tranquilamente que un colectivo de medio millón de mujeres vive en
situación de esclavitud, como declaró la ONU, y que varios millones de
hombres sean puteros porque su sexualidad les impulsa a desfogar su
excitación sexual utilizando el cuerpo de mujeres obligadas a dejarse
manosear y penetrar por una miserable cantidad de dinero, porque como
dijo Manuel García Cuesta "El Espartero" "más cornás da el hambre", significa que tenemos un país hundido en la inmoralidad.
Y ahora me pregunto: y las organizaciones de mujeres por
la abolición de la prostitución, ¿dónde están? ¿En el retiro del
confinamiento viendo por la pantalla del ordenador películas o
estableciendo diálogos con otras igualmente encerradas?
En 140 ciudades de Estados Unidos, cientos de miles de
personas han salido a la calle enfurecidas, sin mascarillas y
empujándose, para dar testimonio de su indignación y de su ira sin que
el virus las haya amedrentado. Pero no sólo en el país donde se cometió
el asesinato de Floyd, en Londres, en París, en Berlín, en Canadá, en
Nueva Zelanda, hasta en España, tan asustadas como estamos, se reunieron
en Madrid varios miles codo con codo para que el asesinato de Floyd no
se olvidara y no se repitiera.
Pero es que la causa de que se rebasara
la paciencia y el aguante de la sociedad civil de muchos países es que
se había asesinado a un hombre negro -quiero creer que si hubiera sido
una mujer la reacción hubiese sido la misma- por un policía. Y en el
caso de mis dos víctimas anónimas, son prostitutas, blancas, importadas
de otros países, y nadie intervino en la tragedia más que ellas mismas,
por deprimida una e imprudente la otra.
Y nadie, ni siquiera el Movimiento Feminista, va a salir a
la calle indignado, gritando y quemando contenedores, exigiendo
justicia para ellas, que se cierre el prostíbulo donde penaban y se
encarcele al dueño y a todos los "clientes" que las prostituían. Porque
eso no sería democrático ni justo. Al fin y al cabo, esas mujeres
estaban allí porque querían, aunque una al menos prefería morir a seguir
viviendo semejante vida.
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