¿Por qué necesitamos una nueva medicina, una medicina integrativa?
La medicina durante el siglo XX y lo que llevamos del XXI ha
evolucionado de modo extraordinario desde el punto de vista tecnológico,
farmacológico y organizativo, sin embargo sabemos que solamente el 10% de la salud de las personas depende de los sistemas sanitarios1,2 según el modelo de Dever de un ya lejano 1976.
Lo que de verdad importa para la salud de la población son las condiciones en las que vive la gente; sus trabajos, los servicios de protección social, la exposición a agentes tóxicos ambientales, los hábitos tóxicos individuales, el poder disfrutar de una vivienda digna, el acceso a una alimentación de calidad, a agua potable y calefacción, el tiempo de ocio o la práctica de actividades deportivas entre otras.
Los principales problemas de la medicina actual3-5 son:
A los profesionales nos parece imprescindible poder tratar a los pacientes como personas y a los pacientes (que somos todos) nos gusta que nos reciban con cordialidad, respeto y afecto y que se preste la suficiente atención a nuestro problema de salud con el tiempo preciso para poder compartir la información necesaria y encontrar el mejor modo de diagnóstico y tratamiento.
Se ha llegado a la deshumanización desde la falta de tiempo en las consultas, por la importante carga burocrática en los sistemas sanitarios y el creciente deslumbramiento por la tecnología de políticos, periodistas, profesionales y usuarios.
La práctica de la medicina tiene que ver sobre todo con el profesionalismo y éste, con el establecimiento de una relación humana en la que el paciente busca la ayuda del médico para solucionar su problema de salud por sus conocimientos, pericia técnica y compromiso en un contexto ético.
La técnica y la ciencia despojada de humanidad ha sido y continúa siendo en nuestros días el obstáculo principal para el ejercicio de una medicina centrada en las personas.
Es habitual que numerosos motivos de consulta se centren en la solicitud, cuando no la exigencia de la realización de pruebas complejas, costosas y con riesgos para la salud del propio solicitante y resulta difícil demostrar a esas personas que todavía en el año 2020 el diagnóstico depende en más de un 90% de los casos de la escucha del relato de la historia clínica y de la exploración física, es decir de la escucha, la vista, el tacto y el oído del médico.
Desde la década de los 90 la medicina basada en pruebas nació como una necesidad de disminuir la variabilidad en la práctica médica y la incertidumbre en la toma de decisiones clínicas. A los profesionales este cambio de paradigma nos ha sido de gran ayuda, sin embargo su mayor debilidad ha sido el énfasis en el componente biológico de la actividad médica, considerando los ensayos clínicos la única fuente de información a la hora de tomar decisiones, sin tener en cuenta los aspectos emocionales, psicológicos y sociales del paciente.
Es preocupante que aquellos que tanto defienden este modo exclusivo de ver la medicina (muchos de los cuales ni son médicos ni tienen profesiones relacionadas con la salud), ignoran que en ciencia no hay certezas absolutas. El conocimiento científico es conjetural, hipotético, cambiante con el paso del tiempo, en consecuencia, en ciencia no hay autoridades.
La medicina defensiva es una práctica muy cara, con importantes riesgos para la salud del paciente por la realización de pruebas innecesarias y costosas y desprovista de todo calor humano.
Desafortunadamente sigue siendo una práctica observada en la medicina privada (en la que se cobra por prueba realizada) pero también en el contexto de los sistemas públicos de salud.
Solo desde la práctica de una medicina centrada en el paciente, reflexiva, compartida y con el conocimiento de las mejores pruebas disponibles es posible evitar este tipo de asistencia médica.
El sobre diagnóstico y sobre tratamiento constituyen dos de los principales males de nuestro tiempo y son difíciles de resolver porque hay muchos intereses creados y poco tiempo para la reflexión y el diálogo con pacientes y familiares.
Los desfavorecidos reciben menos cuidados, los que más lo necesitan no suelen poder acudir a los profesionales sanitarios y aquellos servicios más próximos a los ciudadanos son descuidados.
Tenemos una gran oportunidad después de la pandemia de reforzar con medios materiales y humanos a dos de los principales pilares de la salud de los ciudadanos; la salud pública y la atención primaria.
Es posible que gane más votos un moderno hospital en una ciudad dormitorio con tecnología punta y bonitos pasillos que un consultorio rural que da atención a personas mayores que no pueden desplazarse con facilidad fuera de su pueblo. Y también es probable que tenga una imagen más apetecible en los telediarios.
Todos estos factores han influido en una creciente medicalización de la sociedad, algo que ha preocupado a pensadores y sanitarios desde hace más de 40 años5 pero que parece difícil de parar en una sociedad donde el mercado manda. Manda el mercado de fármacos, el de aparatos diagnósticos, el de políticos cortando cintas y haciéndose fotos y prometiendo a sus electores que no va a faltar de nada por muy costoso y sofisticado que sea.
Y mientras tanto los médicos en nuestras consultas no disponemos de tiempo para escuchar, diagnosticar y cuidar a sus pacientes.
Como diría Victor Montori es tiempo para las revoluciones, para la revolución de los pacientes y de los sanitarios en busca de un nuevo modelo de atención sanitaria universal, de calidad, justa y equitativa en la que los ciudadanos participen como un experto más en la toma de decisiones.
Esta revolución debería ser una puerta abierta a una forma más humana de ejercer la medicina.
Y una gran oportunidad para la medicina integrativa.
Bibliografía
Lo que de verdad importa para la salud de la población son las condiciones en las que vive la gente; sus trabajos, los servicios de protección social, la exposición a agentes tóxicos ambientales, los hábitos tóxicos individuales, el poder disfrutar de una vivienda digna, el acceso a una alimentación de calidad, a agua potable y calefacción, el tiempo de ocio o la práctica de actividades deportivas entre otras.
Los principales problemas de la medicina actual3-5 son:
- La deshumanización.
A los profesionales nos parece imprescindible poder tratar a los pacientes como personas y a los pacientes (que somos todos) nos gusta que nos reciban con cordialidad, respeto y afecto y que se preste la suficiente atención a nuestro problema de salud con el tiempo preciso para poder compartir la información necesaria y encontrar el mejor modo de diagnóstico y tratamiento.
Se ha llegado a la deshumanización desde la falta de tiempo en las consultas, por la importante carga burocrática en los sistemas sanitarios y el creciente deslumbramiento por la tecnología de políticos, periodistas, profesionales y usuarios.
La práctica de la medicina tiene que ver sobre todo con el profesionalismo y éste, con el establecimiento de una relación humana en la que el paciente busca la ayuda del médico para solucionar su problema de salud por sus conocimientos, pericia técnica y compromiso en un contexto ético.
La técnica y la ciencia despojada de humanidad ha sido y continúa siendo en nuestros días el obstáculo principal para el ejercicio de una medicina centrada en las personas.
- La excesiva tecnificación.
Es habitual que numerosos motivos de consulta se centren en la solicitud, cuando no la exigencia de la realización de pruebas complejas, costosas y con riesgos para la salud del propio solicitante y resulta difícil demostrar a esas personas que todavía en el año 2020 el diagnóstico depende en más de un 90% de los casos de la escucha del relato de la historia clínica y de la exploración física, es decir de la escucha, la vista, el tacto y el oído del médico.
Desde la década de los 90 la medicina basada en pruebas nació como una necesidad de disminuir la variabilidad en la práctica médica y la incertidumbre en la toma de decisiones clínicas. A los profesionales este cambio de paradigma nos ha sido de gran ayuda, sin embargo su mayor debilidad ha sido el énfasis en el componente biológico de la actividad médica, considerando los ensayos clínicos la única fuente de información a la hora de tomar decisiones, sin tener en cuenta los aspectos emocionales, psicológicos y sociales del paciente.
Es preocupante que aquellos que tanto defienden este modo exclusivo de ver la medicina (muchos de los cuales ni son médicos ni tienen profesiones relacionadas con la salud), ignoran que en ciencia no hay certezas absolutas. El conocimiento científico es conjetural, hipotético, cambiante con el paso del tiempo, en consecuencia, en ciencia no hay autoridades.
- La medicina defensiva
La medicina defensiva es una práctica muy cara, con importantes riesgos para la salud del paciente por la realización de pruebas innecesarias y costosas y desprovista de todo calor humano.
Desafortunadamente sigue siendo una práctica observada en la medicina privada (en la que se cobra por prueba realizada) pero también en el contexto de los sistemas públicos de salud.
Solo desde la práctica de una medicina centrada en el paciente, reflexiva, compartida y con el conocimiento de las mejores pruebas disponibles es posible evitar este tipo de asistencia médica.
- La polarización de la medicina
- La práctica de una medicina insegura
El sobre diagnóstico y sobre tratamiento constituyen dos de los principales males de nuestro tiempo y son difíciles de resolver porque hay muchos intereses creados y poco tiempo para la reflexión y el diálogo con pacientes y familiares.
- Una medicina centrada en el hospital
Los desfavorecidos reciben menos cuidados, los que más lo necesitan no suelen poder acudir a los profesionales sanitarios y aquellos servicios más próximos a los ciudadanos son descuidados.
Tenemos una gran oportunidad después de la pandemia de reforzar con medios materiales y humanos a dos de los principales pilares de la salud de los ciudadanos; la salud pública y la atención primaria.
Es posible que gane más votos un moderno hospital en una ciudad dormitorio con tecnología punta y bonitos pasillos que un consultorio rural que da atención a personas mayores que no pueden desplazarse con facilidad fuera de su pueblo. Y también es probable que tenga una imagen más apetecible en los telediarios.
Todos estos factores han influido en una creciente medicalización de la sociedad, algo que ha preocupado a pensadores y sanitarios desde hace más de 40 años5 pero que parece difícil de parar en una sociedad donde el mercado manda. Manda el mercado de fármacos, el de aparatos diagnósticos, el de políticos cortando cintas y haciéndose fotos y prometiendo a sus electores que no va a faltar de nada por muy costoso y sofisticado que sea.
Y mientras tanto los médicos en nuestras consultas no disponemos de tiempo para escuchar, diagnosticar y cuidar a sus pacientes.
Como diría Victor Montori es tiempo para las revoluciones, para la revolución de los pacientes y de los sanitarios en busca de un nuevo modelo de atención sanitaria universal, de calidad, justa y equitativa en la que los ciudadanos participen como un experto más en la toma de decisiones.
Esta revolución debería ser una puerta abierta a una forma más humana de ejercer la medicina.
Y una gran oportunidad para la medicina integrativa.
Bibliografía
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