El siglo de las sombras
Si miramos cara a cara a la realidad, bajo la luz de la razón, si aplicamos la lógica, sólo podemos ser conscientes de nuestra vulnerabilidad individual y como especie
"La Ilustración consiste en la salida de la humanidad de su autoculpable inmadurez"
Immanuel Kant (1784)
Immanuel Kant (1784)
Dice
un tal Tagaloguin que el lunes que viene será el fin del mundo. Me he
tenido que enterar de tal idiotez porque sigo a importantes medios en
las redes sociales. No sé qué zarandaja de los mayas y del calendario
gregoriano que ignoro quién ha considerado relevante difundir. A su
lado, corre camino de la meta del despropósito el señor que viste cola
de moaré, Cañizares, con sus fetos abortados vacuna inyectable, y no muy
lejos aparece un exministro del Interior, con diablo cojuelo enredando
con la unidad de España y el presidente de una Universidad, que combina a
Satanás con los gerifaltes de las tecnológicas y que dice que nos van a
implantar un chip para controlarnos la mente al inocularnos la
salvífica vacuna cuando se consiga. Haciendo los coros, un hombre
delgado y otro bandido.
Lo hemos hecho todo mal.
Les
he resumido lo que han excretado un señor de la Universidad de
Tennessee, un arzobispo, un exministro, alguien que rige un centro
académico superior y dos cantantes ídolos de masas. No voy a entrar ni
en los audios que pasan los mindundis. No hace falta.
Nos
dieron el camino y lo hemos hecho todo mal. Hemos apagado las luces.
Sabiendo que la razón es innegociable, la hemos puesto en almoneda. Si
algo nos debió quedar grabado de los ilustrados –que lucharon por abrir
las vías, con un bagaje de conocimientos y de medios técnicos en
pañales, y que nos permitieron llegar hasta aquí– era la absoluta
necesidad de aplicar insistente e incansablemente el estándar de la
razón a la comprensión del mundo. La razón, que desemboca en la ciencia,
es el único camino y el abismo "los generadores de engaños como la fe,
el dogma, la revelación, la autoridad, el carisma, el misticismo, las
adivinaciones, las visiones, las corazonadas…" resume Pinker. Déjenme
añadir la banalidad, la levedad, la frivolidad y la estupidez. Hoy todo
lo irracional ha vuelto a aparecer y a filtrarse en lugares y medios y
personas que deberían estar blindadas ante esta vuelta a la caverna.
¿Saben
lo que pasa? Que la realidad que nos descubre la pandemia a la luz de
la razón da miedo. Si no somos dioses, si la vida es efímera, si estamos
a expensas de la naturaleza en tantas cosas que no controlamos ni
podemos dominar, si podemos vernos sumidos en el caos ¿cómo nos
empleamos en hacer poses idiotas para que nos vean o encontramos sentido
a nuestra vida llenando los centros comerciales o hacinándonos en
playas, terrazas o discotecas? Si miramos cara a cara a la realidad,
bajo la única luz de la razón, si aplicamos las normas de la lógica,
sólo podemos ser conscientes de nuestra vulnerabilidad individual y como
especie. El cómo resuelva cada uno su pregunta vital… es el empeño de
cada vida. La cuestión es que la inmensa mayoría de la población no se
la hace. La tormentosa y angustiosa búsqueda del sentido de la vida se
han diluido en una tarjeta de crédito y un paquete de experiencias.
Allá cada uno, pero como especie y como sociedad hemos fracasado.
Las generaciones más formadas, el mundo más global, los jóvenes más preparados, la tecnología más punta. Bagatelas. Hemos fallado porque sólo había tres cosas que deberíamos haber conseguido que cada individuo de cada generación hubiera recibido como legado de las anteriores: el conocimiento del método científico, los fundamentos de la lógica y el espíritu crítico. Con esto todo, lo demás que añadan a un plan de estudios será una propina. Sin esto todo lo que incluyan será dilapidado. Todavía les voy a dar una noticia peor: justamente esos pilares han sido o están siendo laminados de esa educación de élite en la que todos corren para ser bilingües. Como dijo Ortega, se puede ser estúpido en varias lenguas.
Las generaciones más formadas, el mundo más global, los jóvenes más preparados, la tecnología más punta. Bagatelas. Hemos fallado porque sólo había tres cosas que deberíamos haber conseguido que cada individuo de cada generación hubiera recibido como legado de las anteriores: el conocimiento del método científico, los fundamentos de la lógica y el espíritu crítico. Con esto todo, lo demás que añadan a un plan de estudios será una propina. Sin esto todo lo que incluyan será dilapidado. Todavía les voy a dar una noticia peor: justamente esos pilares han sido o están siendo laminados de esa educación de élite en la que todos corren para ser bilingües. Como dijo Ortega, se puede ser estúpido en varias lenguas.
El siglo se plaga de sombras y la pandemia las está alargando más.
Lo
hemos hecho tan mal que hemos dilapidado la herencia de los ilustrados.
Sapere aude. Atrévete a saber y a usar tu razón. Sólo con eso estarían
conjurados la mayoría de los males que nos aquejan actualmente. Aún
hemos rizado el rizo, porque no sólo no hemos abierto el camino de la
razón a los individuos sino que además les hemos hecho creer que sí.
Así
nos luce. Tenemos una población en la que se instala el pensamiento
mágico de que la ciencia debe saberlo todo y saberlo desde el principio y
si no es así, se trata de ignorancia culpable. Los irracionales afirman
a gritos que todo lo que sucede tiene siempre una causa reconocible,
por lo que nada es imprevisible, y siempre hay un culpable. Estos
asertos falsos, estas premisas inasumibles por la razón, lanzan a las
gentes en busca de culpables porque es más consolador pensar que los hay
que asimilar que somos meras motas en el cosmos.
"Nos
ocultan datos, llegaron tarde". ¡Busquen al culpable y castiguen! Ya
que no lo harán los dioses, que esperamos nos protejan, que lo haga la
Justicia y nos dé la tranquilidad de pensar que no estamos al pairo, que
no somos ínfimos, que no vivimos en peligro en un valle de lágrimas y
que conseguiremos que éstas no terminen por correr.
Hemos fracasado y nos han engañado.
Hemos fracasado y nos han engañado.
Sin esos instrumentos apenas podemos llamarnos seres de la luz y sí candidatos a las tinieblas.
La razón es innegociable. Repetirlo no es suficiente, hay que asumirlo.
Atrévete
a saber, pero debes saber que el saber no te llegará en una cadena al
móvil. El saber cuesta y tiene consecuencias y no es la menor de las
cuales, como decía, verse obligado a reflexionar sobre el sentido de
nuestra propia existencia. La cara de la parca nos mirará a cada uno, un
día u otro, y no será una conspiración, será la culminación de nuestra
propia naturaleza.
Aquellos que están gobernados por la razón no desean para sí lo que tampoco desean para el resto de la humanidad.
No está al revés, es Spinoza.
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La exposición de Elisa es impecable. Una síntesis completa del estado en que ha rematado su trayecto esta remesa de humanidad que ha llegado al borde del finiquito. Lo primero, sensata y científicamente, es reconocer el estado real de lo que tenemos delante, no edulcorarlo ni barnizarlo para que parezca lo que no es. Más que nada, porque el material barnizable ya repele naturalmente cualquier intento de maquillaje o de apósito adhesivo. Lo nuestro canta La Traviata en estéreo y el cante ya no admite eufemismos ni zarandajas. Es lo que magistralmente acaba de hacer Elisa Beni en este artículo.
En efecto la ciencia es una herramienta fundamental, pero una herramienta nada más, no un absoluto, ni un estado del Ser, que aunque es completo, tampoco es absoluto, sino flexible y adaptable, en constante movimiento creador y mantenedor a la vez con un eje estable en sí mismo que comprende e irradia lo comprendido como esencia de cada cambio y modificación. En realidad es el Ser la inteligencia que decide dar un caché de absoluto o de relativo a cada entidad o energía.
Si el Ser no se descubre ni crece en nuestro interior en el trayecto vital, nos reducimos solo al plano epidérmico, superficial, al fenómeno sin noúmenos hablando en kantiano, o sea, al tener, al sentir, al pensar, al desear, al poseer o ser poseídos, al poder o al obedecer. Y así han ido pasando generaciones enteras a través de los siglos. Durante los que ha habido bastantes seres humanos que sin duda han sabido extraer del sapere aude mucha más sustancia que la habitual. No es que haya privilegiados a los que les tocó la lotería de una inteligencia aparentemente superior, es que decidieron libremente emplear su albedrío en otros planos del existir hasta descubrir y experimentar el Ser, que no es lo mismo que el existir. Se puede existir sin ser, es evidente, ahora es el tiempo de comprobarlo en directo. Las cosas, los objetos, los sucesos, las circunstancias, existen, es obvio, pero no son. Están sometidos a los a prioris que Kant clasifica como de la sensibilidad interna, -tiempo-, y de la sensibilidad externa -espacio- donde todo sucede sin necesidad de que sea. Creer que lo circunstancial es la base del existir, reduce por completo la posibilidad de experimentar el Ser. Ortega y Gasset dejó clarísima la confirmación que es el título del artículo de Elisa: el siglo de las sombras, cuando afirmó la banalidad total en ese "yo soy yo y mi circunstancia". Y no acertó nada más que en la frivolidad de su apreciación. No soy mis circunstancias, soy la energía interna y sutil que elige cómo gestionar y asumir cada circunstancia. Pero hay en la especie humana un modo de incluir las circunstancias como parte del Ser. Con lo que se impide al humano alcanzar la vibración cognitiva y experiencial de la Esencia, que es, el ejercicio del Ser. Es en el conocimiento un proceso personal e intransferible, como lo es que aprendamos en la infancia a hablar y a caminar. Nuestros padres pueden empeñarse en forzarnos a ello, pero cada niña o niño anda y habla cuando puede o cuando quiere. Soy madre de familia muy numerosa y lo he podido comprobar en vivo y directo. No hay un tiempo ni una etapa ideal para ese desarrollo. Y eso no quiere decir que la precocidad o la tardanza limiten en el futuro las capacidades, de modo que quien más tardó en andar y correr, con el tiempo es campeón en gimnasia o en carrera de relevos y quien más tardó en hablar se convierte en lo más parlanchín y dicharachero que se pueda imaginar.
Sí, las circunstancias están ahí, pero en nuestro poder está cómo y qué hacer con ellas, y no permitir que ellas determinen precisamente cómo y qué quieren hacer mecánicamente con nosotros. Puesto que ellas no piensan, no deciden no ven, no oyen, no tocan, solo transcurren, se acaban, no son, solo están de paso, y cuando acaban bien o mal, nos dejan en un estado lamentable de vacío. Esperando sine die que pronto aparezca una circunstancia nueva a la que engancharnos y dedicar toda la energía y atención que nunca hemos aprendido a emplear en el Ser, del que nadie nos ha dado noticia alguna. Salvo si se ha estudiado a Platón, a Aristóteles, Spinoza, Hegel, Rumi y la medicina sufí, Buda, Bergson, Jung o Gandhi.Y cuando digo 'estudiado', quiero decir, experimentado. Porque no puede haber ciencia y conocimiento real sin experiencia. Como no hay respiración y vida sin oxígeno.
Un importante detalle fundamental que se le olvidó impartir a la ciencia despendolada del siglo de las luces es su propia limitación. Pretende conocer y explorar todo pero se desconoce a sí misma. No sabe qué y mucho menos quién es. Desconoce la humildad. Las luces no surgen por casualidad, tienen un punto de origen que no solo es el cerebro/radar que las capta o no. Las luces necesitan energía impulsora que las emita y que las perciba. Y no son un misterio que es el eterno recurso de las religiones cuando dan en hueso y deben reconocer que están más perdidas que el alambre del pan de molde. Entonces llegan 'el misterio divino' concentrado en el rosario y Cuarto Milenio para resolver enigmas imposibles a base de dogmas y especulación divertidísimas en sentido literal. En latín, devertire es derramar, desparramar, desperdiciar, perderse por el camino. Y eso es lo que se hace oficialmente con la atención humana: divertirla lo más posible y que otros y otras alternativas vayan ocupando espacios íntimos que perpetúen la eterna y rentabilísima manipulación.
Afortunadamente, como anuncia Juan de Patmos desde hace dos mil años y se ha ido comprobando en el tiempo, existe el Ser. Su Revelación se basa en esa percepción ultra temporal de la trayectoria de la especie humana. Obviamente no lo pudo definir con los términos de hoy, su contexto profético era religioso y está condicionado por la historia del momento, el lenguaje y la psicología hiper tremendista de su época. Pero con un análisis científico y etimológico, desde la razón y el estudio de la antropología y del lenguaje, sí se pueden ir descubriendo en la propia historia humana y especialmente, la contemporánea, la reproducción digamos que profética de una trayectoria concreta con hechos que la avalan y que hasta podemos ver y reconocer en las noticias. No sé por qué se admiran de las intuiciones de Julio Verne, de Aldous Huxley o de Orwell de la relatividad de Einstein, la cuántica de Planck o los descubrimientos energéticos de Tesla y en cambio el Apocalipsis se queda bajo sospecha de locura o de atrocidad cuando nos está pasando por delante las 24 horas y da las pistas acerca de la evolución de nuestra hornada antropológica. Lejos de ser un anuncio de desastres y un productor de acojone irracional, es el relato atemporal y simbólico de nuestra trayectoria como especie, a través del tiempo . El resumen no puede ser más estimulante y hermoso. Comienza con una llamada a siete iglesias, que no son religión, sino centros internos de energía, que en Oriente llaman chakras y que todos tenemos repartidos en nuestra estructura psicoemocional. Y una vez despiertos esos centros vivos de sensibilidad cognitiva, nos pasan la película de la historia humana tal y como ha ido sucediendo a través de los siglos.
Nada que nos cuente ese relato es más horrible que la propia historia del noser humano perdido entre las tinieblas de su propia invención, de sus adicciones, de sus pánicos a todo menos a su propia brutalidad y a su enfermiza mentira compulsiva como sistema y establishment. ¿Cómo hemos llegado a esto? Pues negando el Ser y potenciando el tener, el apego ansioso a nuestro peor enemigo: un ego descomunal. Negando el amar y afirmando el querer, que en realidad es controlar nada más, pues si el ser "querido" no nos quiere según nuestras exigencias, se le agrede, y hasta se le mata si eso resarce el ego en su hambre patológica de reafirmación y ppoderío. Lo estamos viendo en la ppolítica y en la economía también. Así lo expresa la Revelación cuando habla de La Bestia y La Fiera. Y de sus manejos, que en el tiempo acaban y empiezan de nuevo, como imperios controladores. El pueblo va desorientado de un tiempo a otro. Se encuentra a veces con la tentación de la fiesta destroyer del poder y la prostituta, en la que es siempre la víctima, el cordero del sacrificio, que el poder acaba siempre igual. Hasta que por agotamiento insostenible y desastres encadenados llegan las guerras, el hambre, las plagas y la muerte. De todo ello el único que se salva es el pueblo,la totalidad de seres humanos que han podido evolucionar de una prehumanidad de bestias solo existentes, a una regenerada humanidad de Seres despiertos. La cifra dice ser de 144.000 justos. Es un símbolo de la totalidad, 1+4+4= 9, o sea, 6,la animalidad primitiva, seducida y autoengañada, al revés. Todos y todas las que atravesando el horror mediante la consciencia y el amor fraterno en la práctica social, consigan dar la vuelta a su animalidad, a sus instintos destructivos, a su egocentrismo y a su estupidez, constituyen la Nueva Ciudad, el nuevo cielo y la nueva tierra. O sea una vida sostenible y regenerada, una nueva forma y mentalidad de entender la vida. Otra creación, esta vez autoconsciente, porque ya se ha descubierto que lo que llamaban dios es la propia familia humana cuando usando su inteligencia a todos los niveles, acaba por comprender el Ser que Es ella misma. La Nueva Ciudad está construida con la energía de sus habitantes. No necesita ni mar ni sol,porque ella misma es su fuente de energía. Es decir, puede vivir en cualquier estado de materia y energía. Y la muerte se convierte en un simple cambio de plano reversible a disposición de la voluntad del viajero.
Es normal que la iglesia católica no haya incluido en sus enseñanzas la explicación de esta revelación. No la ha entendido nunca por dos probables razones: 1) la propia iglesia forma parte de la prostitución que se denuncia y obviamente comprenderlo y admitirlo sería su suicidio como lugartenienta de dios. 2) Hasta ahora no ha habido en la humanidad capacidad temporal y evolutiva para pasar por encima de las formas y descubrir el fondo. Simplemente ahora es el momento de ver, de atar cabos y poner en marcha el nuevo tiempo, del que el 15M sin duda ha sido el prólogo tangible para comprender el cambio presente que diseña un futuro completamente distinto de las predicciones más espantosas por un lado y más imposibles por otro: que dios se lleve de golpe a millones de personas al cielo y deje la tierra en manos de sus destructores, que es lo que han interpretado las sectas "salvadoras" de un cristianismo desconectado de la humanidad por completo y que solo quiere salvar a "los suyos", como si los suyos no fuesen todos sin excepción.
No es el momento de ceder a la evidencia mediática del desastre global, sino de ir uniéndonos en un sentir inteligente, de resiliencia y esperanza bien concreta, puesto que de nuestro despertar como masa crítica de conciencia depende nuestra regeneración como especie superviviente. Es un estado "contagioso" porque ya no depende de predicar en abstracto sino de emitir mediante la mente, la emoción, la voluntad benéfica, empática y conciliadora la energía necesaria para el cambio hasta de lo más impensable, de no dar por imposible el bien en todos los aspectos. Transmutar constantemente y hacer de cada dificultad un logro de la conciencia tanto colectiva como individual pues sin el cambio paralelo de las dos expresiones conscientes no sería posible hacer nada, como ha venido sucediendo hasta ahora.
Es el final del horror. Es el final de los imperios, de la necesidad de "la lucha" para todo. Ya ha pasado ese tiempo. Ahora ya toca comprender, disipar la hostilidad de lo que no puede avanzar y convertirla en aprendizaje, en humilde y sabio sistema de cooperación. Es tiempo de abandonar los intereses que no abarquen el bien común, de dejar los prejuicios aprendidos como "ciencia infalible", abandonar la competición y demostrar el valor de hacer las cosas juntos sin querer estar por encima de nadie. De ser los primeros en ser los últimos. De disfrutar la libertad de no estar atados al cálculo para sacar tajada, porque la mejor tajada no procede de lo que se rapiña y arruina materialmente a los hermanos de especie sino de lo que se comparte y crece exponencialmente por el hecho de ser un don comunitario que beneficia a todos y muy especialmente a quienes más dan con más amor.
No es extraño que este final en avalancha dé miedo y produzca desconcierto. Es algo inevitable sobre todo porque como dice Elisa Beni, parece que nos han engañado y que nos han obligado a hundirnos con el mismo sistema que nos han aupado a una experiencia de existir sin Ser. Que ve luces mitificadas sin distinguir que solo son reflejos que rebotan en la oscuridad. Pero también es cierto no nos han obligado a no pensar, a no reflexionar, ni a drogarnos con el plasma del sistema. Todo lo han dejado ahí delante para que nosotros elijamos cómo y qué queremos hacer con el material disponible. Tiempo y espacio tenemos. Y hasta el confinamiento puede resultar un don para pararnos y recapacitar en qué dirección queremos seguir viviendo, -si es que vivimos en vez de vegetar de show en show- para mirarnos en el espejo y reconocer si solo existimos o ya empezamos a Ser, o qué nos impide acceder a lo que Somos y desconocemos aún.
Leer a Kant, a Hegel, Spinoza, Husserl o Jung, es estupendo, pero sobre todo es hipernecesario que esas lecturas no nos lleven solo a condenar la sociedad que nos ha timado, lo más importante y terapéutico es respirar para descubrir y leer en nuestro interior y preguntarnos en nuetro presente, que es lo único que de verdad tenemos, sin coartadas escapistas ¿y yo, serenamente, qué pienso de todo esto? ¿quién soy de verdad, es posible que hasta ahora yo solo haya existido sin pararme a pensar si Soy? ¿cómo quiero que sea mi vida en este momento? ¿qué elijo pensar, sentir, decir y hacer con lo que descubro en mi interior? ¿Tengo conciencia o solo soy un cúmulo de resortes autómatas de la acción-reacción? ¿No será ya la hora de ser adultos y asumir responsabilidad en lo que elijo vivir y cómo lo vivo?
No puede cambiar nada si una misma no lo hace.
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