Negocios en la España vaciada. El rechazo a la 'nueva industria' florece en la España vacía: renovables, macrogranjas y ecología productiva disparan los recelos
Plataformas y movimientos de defensa del territorio, la economía familiar y la producción extensiva comienzan a menudear por todo el país, y especialmente por su zona noreste, ante el temor de que actividades de corte burbujeante y otras que llegan con opacidad acaben provocando daños irreparables y más despoblación.
zaragoza
"La
tierra, el agua y el aire son nuestros recursos más preciados y
codiciados. Por eso asistimos hoy a un proceso global que pretende concentrar y privatizar el espacio natural para controlar y expulsar a los pueblos que históricamente han contribuido a su mantenimiento y su gestión", denuncia el Manifiesto por la Vida Rural,
al que, en un goteo que no cesa, en apenas dos semanas se han adherido
una treintena de entidades y asociaciones de ocho comarcas aragonesas
(el Maestrazgo y el Matarranya), catalanas (el Baix Ebre, el Monsià y la
Terra Alta ) y de la Comunitat Valenciana (Es Ports, la Tinença de
Benifassa y el Maestrat).
Las entidades de esas zonas, que suman 6.300 kilómetros cuadrados, una superficie mayor que las comunidades autónomas de La Rioja y Cantabria, y alrededor de 190.000 habitantes (el
80% de ellos en dos zonas de Tarragona) que superan en población a
Soria, Teruel, Segovia, Ávila, Palencia y Zamora, reivindican, entre
otros aspectos, la vigencia del minifundismo como "una forma de
organización que va más allá de la explotación agrícola o forestal, [y
que] es cultura, sentimiento, tradición, paisaje, sostenibilidad y sobre
todo biodiversidad en nuestros territorios".
La plataforma, articulada en torno a la asociación cultural Maestrat Viu, ha surgido ante la inquietud que ha provocado en esas áreas el proyecto del llamado Yellowstone europeo, una iniciativa de rewilding o
resilvestración impulsada por Maestrat-Es Ports, una entidad vinculada a
Global Nature y a la estadounidense Fundación Wyss, que pretende explotar turísticamente mediante la reintroducción de especies salvajes un área de 5.500 kilómetros cuadrados con dos parques naturales (Es Ports y Benifassá) y más de la mitad del territorio incluido en la Red Natura.
El
proyecto, que comenzó a moverse principios de año y que por ahora
cuenta con el apoyo de las tres comunidades autónomas afectadas, o al
menos carece del rechazo explícito de ninguna de ellas mientras
mantienen contactos con los promotores, ha despertado recelos tanto por
su inconcreción como por el contenido de los escasos aspectos
concretados, lo que ha generado una vertiginosa movilización en plena desescalada de la pandemia.
"No vienen a potenciar la España vaciada sino a aprovecharse de ella"
Lo ocurrido en esas ocho comarcas comienza a convertirse en algo habitual en la España vaciada, cuyos habitantes recelan de la nueva industria que comienza a acercarse a sus territorios para explotarlos, ya sea mediante iniciativas de ecología productivista como esta o mediante la expansión de sectores en fase burbujeante y con elevados impactos ambientales como las macrogranjas o los parques de energías renovables.
Lo ocurrido en esas ocho comarcas comienza a convertirse en algo habitual en la España vaciada, cuyos habitantes recelan de la nueva industria que comienza a acercarse a sus territorios para explotarlos, ya sea mediante iniciativas de ecología productivista como esta o mediante la expansión de sectores en fase burbujeante y con elevados impactos ambientales como las macrogranjas o los parques de energías renovables.
La oposición al Yellowstone, que incluye algunos rasgos cercanos al indigenismo,
como cuando el manifiesto expone que "nuestros territorios son el
resultado de la interacción secular entre ser humano y medio natural,
una perfecta simbiosis que ha ayudado a conservar el paisaje hasta
ahora, pese a la política ineficiente, y a menudo de espaldas a la
sociedad, practicada por las altas administraciones", está arraigando en
algunas de las zonas más despobladas del país, cuyas economías se
centran en el sector primario y en el turismo rural pero a las que, poco
a poco, van llegando proyectos que desatan el recelo del territorio.
"Pretenden
potenciar la fauna salvaje como atractivo turístico, pero sin tener en
cuenta los efectos y las consecuencias en el sector primario, que es el
que mantiene estos pueblos", explica Carlos Molina, de la Plataforma NO al Yellowstone Europeo,
para quien iniciativas de este tipo "no vienen a potenciar la España
vaciada sino a aprovecharse de ella, a menudo en connivencia con las
administraciones".
"Lo que pedimos son explicaciones y transparencia, queremos saber en qué consiste el proyecto, ¿por
qué no plantean desde el primer momento qué quieren hacer", reclama,
mientras enumera incógnitas como las abiertas en torno a la eventual
reintroducción de grandes carnívoros como el oso y el lobo, cuyo regreso ha soliviantado a los ganaderos en otras zonas como el Pirineo, o la llegada de especies como los bisontes, sobre las que algunas personas vinculadas al proyecto han hecho gestiones por la zona.
Cuando los aerogeneradores amenazan el turismo rural
Los vínculos de los promotores con las fundaciones Wyss y Global Nature, vinculadas a algunos proyectos ambientales polémicos, y de la primera de estas con el fondo de inversión estadounidense Fidelity, adelantado por LaDirecta, ha hecho que esa desconfianza aumente.
"Global Nature es el amigo guapo con el que vas a la fiesta para poder entrar, porque si te presentas con la Fundación Wyss todo el mundo sabe que esto va de rewilding", anota Molina, que llama la atención sobre la rapidez con la que la movilización se está articulando en la zona.
Ahora mismo hay proyectados o construidos 44 parques eólicos en la provincia de Teruel
"La
primera voz salió del Maestrazgo, y en unos días se había convertido en
un clamor", explica. La actividad de esta plataforma coincide
parcialmente en el espacio con la de otra, la de Los Paisajes de Teruel, que reclama poner freno a la proliferación de los parques eólicos que, al socaire de una burbuja de las renovables que el Gobierno intenta pinchar vía
decreto, ha comenzado a modificar el paisaje de territorios como los
del Maestrazgo y el Matarranya, uno de los principales activos para el
turismo rural y las actividades de naturaleza con las que muchas
familias de esas áreas complementan los ingresos de la agricultura y la
ganadería.
Según explicó su portavoz, Javier Oquendo, ahora mismo hay proyectados o construidos 44 parques eólicos en la provincia de Teruel (trece de ellos de Green Capital Power ( )), cuatro de los cuales se ubicarán en el Matarranya y otros nueve en el Maestrazgo.
"La burbuja estallará y pillará al territorio”, sostiene, mientras ironiza sobre las magnitudes del proyecto de rewilding. "Ojalá esto fuera Yellowstone, con más de dos millones de visitantes al año", señala.
Lo que sí parece desmesurado es el despliegue de renovables de la provincia, cuya generación sería incapaz de asumir la red eléctrica si entra en funcionamiento todo lo que hay proyectado. ¿Afearán el paisaje para no producir energía?
La ganadería industrial genera rechazo en todo el país
Pero si hay una de
esas nuevas actividades industriales que ha logrado levantar recelos y
rechazos por buena parte del país ha sido la ganadería intensiva de las macrogranjas, un negocio de claros perfiles burbujeantes que está arrasando las granjas familiares mientras consume recursos sin que el vaciado de la España interior se frene.
Mientras siguen vivos conflictos como los de las macrogranjas de vacas de Noviercas (Soria) o Caparroso (Navarra), y España se consolida como exportador de nitratos procedentes de purines a Portugal a través del río Límia, solo la coordinadora Stop Ganadería Industrial reúne
a medio centenar de plataformas de Castilla y León, Castilla-La Mancha,
Andalucía, Aragón, Galicia, Murcia y la Comunitat Valenciana, además de
a siete grupos ecologistas y prosoberanía alimentaria.
"El vaciado del mundo rural parece un intento de liberar el espacio para dedicarlo a los intereses de grandes empresas"
"El
mundo rural se escapa de esa imagen bucólica que se le adjudica con
mejor o peor intención y se está llenando de movimientos vecinales, como
los que defienden sus pueblos de la amenaza de la ganadería
industrial", explica Rosa Díez, portavoz de la plataforma, que hace unos
meses llevó sus reivindicaciones al europarlamento.
"La ganadería
industrial ya está teniendo consecuencias muy negativas para los
territorios. No puede ser una apuesta en ningún caso, y menos con la
emergencia climática", sostiene Díez, que apunta que "el vaciado del
mundo rural parece un intento de liberar el espacio para, lejos de
considerarlo un lugar vivo y una reserva de biodiversidad, dedicarlo a
los intereses de grandes empresas que solo ven espacios donde instalar industrias contaminantes y con efectos nocivos que molestarían en otras ubicaciones".
Esos movimientos locales provocan, como ocurre con el caso del rewilding y
de las renovables, un cuadro paradójico: "Estamos viendo un aluvión de
proyectos de todo tipo, y con el apoyo de las administraciones, que solo
van a empeorar la situación de los pueblos" mientras, al mismo tiempo,
"se está demostrando la resistencia de quienes se oponen a que el futuro
del campo se decida desde los despachos".
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