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“Gasten cuanto puedan, hay que salir de esta crisis”. Es un mensaje
rotundo y, sobre todo, novedoso viniendo de quien viene: Kristalina
Georgieva, directora gerente del mismísimo FMI, la institución
financiera que lleva desde la anterior crisis pidiendo asfixiar todo lo
que huela a gasto público. En Grecia se han debido de reír bastante. El
coronavirus también ha venido para aclarar el eterno debate económico y
hay conclusión: el ultraliberalismo funciona para enriquecer a unos
cuantos, pero las migajas que caen no valen para protegernos como
sociedad, hacen falta Estados fuertes. Punto, set y partido para quienes
llevan décadas avisando de la necesidad de implantar una economía que
contemple la variable “ser humano”. Esta batalla ideológica ha quedado
tan clara tras esta crisis que el nombre de la directora del FMI que
ahora abraza el gasto público, Kristalina, tiene su aquel.
Con la mano invisible que regula la economía vendada y llena de quemaduras, las derechas neoliberales del mundo buscan adaptarse a un nuevo escenario para el que aún no tienen relato que explique el revolcón ideológico. Tener que comulgar con las políticas que antes demonizaron no es sencillo. Y, aunque la hoja de ruta neoliberal pase, como en la anterior crisis, por socializar las vacas flacas para luego privatizar las gordas, los sectores más ultras temen que en la era post covid-19 se asiente la idea de que el capitalismo salvaje ha fracasado a la hora de dar respuesta cuando las cosas se ponen feas. ¿Solución? Enloquecer el debate público.
Si en países como España, gobernada por la izquierda, la derecha aznariana pasa el mal trago bautizando a la intervención estatal como dictadura socialcomunista, la alt-right internacional, que gobierna lugares como EE.UU., ha decidido embarrar el mal trago ideológico lanzando teorías tan delirantes como esa que dice que Bill Gates pretende controlar el mundo mediante vacunas 5G. No intenten entenderlo, es perder el tiempo y sacrificar neuronas para nada. Aunque este tipo de teorías puedan sonar ridículas, detrás de ellas hay una estrategia que no lo es tanto y que consiste en reescribir la realidad. Si en épocas anteriores la extrema derecha señaló a la inmigración como culpable de los males que sufría el ciudadano medio sometido a la fiesta de las élites económicas, clarificado ahora el fracaso de un mundo gobernado por estas élites, la jugada es renombrarlas. Así, según esta teoría de la ultraderecha global, las élites económicas no estarían copadas por empresarios de derechas que han campado a sus anchas sino por –agárrense fuerte– izquierdosos. Gente como Bill Gates o George Soros, millonarios fuera de la órbita general neoliberal por sus perfiles filántropos, son declarados sospechosos de los males que sufre el mundo. Los neoliberales son borrados de la foto y señalados los millonarios con perfil social. Dicho de otro modo: las élites son de izquierdas, quienes las sufren, de derechas. La estrategia, aunque ni roce la realidad, funciona y cala en ciertos sectores de la sociedad. Un ejemplo a nivel doméstico que, incluso llevado a extremos ridículos, da ciertos frutos: millonario sería Pablo Iglesias con un chalet hipotecado y Amancio Ortega, un working class hero, un hombre del pueblo. Como diría Juan Tamariz tocando el violín en el aire, tacháaaaaan.
Esta nueva estrategia de la ultraderecha, como todas las anteriores, tiene un gran inconveniente, una realidad que la desmiente, pero también una gran ventaja, la realidad cada vez importa menos a un mayor número de personas. Prepárense para escuchar en los próximos tiempos teorías tan desquiciadas como la de Bill Gates porque un mundo desquiciado es la única estrategia con la que la ultraderecha cuenta a día de hoy. La mala noticia es el daño social e incluso sanitario que pueden llegar a provocar este tipo de fantasías. La buena, que la ultraderecha parece haber salido tan noqueada de esta crisis que no parece tener más herramientas que el bulo para pelear en una batalla ideológica que está por disputarse a nivel global. Una batalla en la que esas teorías que decían que la economía tenía que estar al servicio del ser humano, y no al revés, parten con cierta ventaja.
Con la mano invisible que regula la economía vendada y llena de quemaduras, las derechas neoliberales del mundo buscan adaptarse a un nuevo escenario para el que aún no tienen relato que explique el revolcón ideológico. Tener que comulgar con las políticas que antes demonizaron no es sencillo. Y, aunque la hoja de ruta neoliberal pase, como en la anterior crisis, por socializar las vacas flacas para luego privatizar las gordas, los sectores más ultras temen que en la era post covid-19 se asiente la idea de que el capitalismo salvaje ha fracasado a la hora de dar respuesta cuando las cosas se ponen feas. ¿Solución? Enloquecer el debate público.
Si en países como España, gobernada por la izquierda, la derecha aznariana pasa el mal trago bautizando a la intervención estatal como dictadura socialcomunista, la alt-right internacional, que gobierna lugares como EE.UU., ha decidido embarrar el mal trago ideológico lanzando teorías tan delirantes como esa que dice que Bill Gates pretende controlar el mundo mediante vacunas 5G. No intenten entenderlo, es perder el tiempo y sacrificar neuronas para nada. Aunque este tipo de teorías puedan sonar ridículas, detrás de ellas hay una estrategia que no lo es tanto y que consiste en reescribir la realidad. Si en épocas anteriores la extrema derecha señaló a la inmigración como culpable de los males que sufría el ciudadano medio sometido a la fiesta de las élites económicas, clarificado ahora el fracaso de un mundo gobernado por estas élites, la jugada es renombrarlas. Así, según esta teoría de la ultraderecha global, las élites económicas no estarían copadas por empresarios de derechas que han campado a sus anchas sino por –agárrense fuerte– izquierdosos. Gente como Bill Gates o George Soros, millonarios fuera de la órbita general neoliberal por sus perfiles filántropos, son declarados sospechosos de los males que sufre el mundo. Los neoliberales son borrados de la foto y señalados los millonarios con perfil social. Dicho de otro modo: las élites son de izquierdas, quienes las sufren, de derechas. La estrategia, aunque ni roce la realidad, funciona y cala en ciertos sectores de la sociedad. Un ejemplo a nivel doméstico que, incluso llevado a extremos ridículos, da ciertos frutos: millonario sería Pablo Iglesias con un chalet hipotecado y Amancio Ortega, un working class hero, un hombre del pueblo. Como diría Juan Tamariz tocando el violín en el aire, tacháaaaaan.
Esta nueva estrategia de la ultraderecha, como todas las anteriores, tiene un gran inconveniente, una realidad que la desmiente, pero también una gran ventaja, la realidad cada vez importa menos a un mayor número de personas. Prepárense para escuchar en los próximos tiempos teorías tan desquiciadas como la de Bill Gates porque un mundo desquiciado es la única estrategia con la que la ultraderecha cuenta a día de hoy. La mala noticia es el daño social e incluso sanitario que pueden llegar a provocar este tipo de fantasías. La buena, que la ultraderecha parece haber salido tan noqueada de esta crisis que no parece tener más herramientas que el bulo para pelear en una batalla ideológica que está por disputarse a nivel global. Una batalla en la que esas teorías que decían que la economía tenía que estar al servicio del ser humano, y no al revés, parten con cierta ventaja.
Autor >
Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que
tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman
actualidad e intentando dibujarle un contexto.
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