No te distraigas, Pedro
Como durante la Gran Recesión, la izquierda se distrae discutiendo escándalos construidos por la derecha mientras se expone al riesgo de desconectarse de la gente
Medio país está en fase
3, pero la política española y el show mediático en que se ha convertido
ya han ido hasta el desconfinamiento y más allá. Es oficial. Tras el
dramático baño de realidad de la pandemia, la política ficción se ha
vuelto a instalar entre nosotros. Se confirma que aquellos días de
sensatez, prudencia y hablar de lo que verdaderamente afectaba a la vida
de la gente fueron un espejismo. Hemos vuelto a la política entendida
como el arte de discutir sobre cosas que no nos afectan mientras otros
deciden sobre los asuntos que realmente nos conciernen.
Un
informe de la Guardia civil cuya investigación no validaría ni el
tribunal que aprobó el TFM de Cristina Cifuentes, el cese del coronel de
la Guardia Civil responsable de semejante manipulación, quien ya había
demostrado en el juicio de procés que su principal mérito en la vida
reside en estar dispuesto a todo para acusar a quien le ordenen, un
Masterchef de estadísticos y otros que se creen estadísticos peleando
por demostrar quién es más listo contando muertos, el nombramiento de un
director general que jugaba al baloncesto con el presidente y aun así
se doctoró en arquitectura y si van a abrir las discotecas... Esos han
sido los grandes temas que han dominado la agenda pública española
durante los últimos días.
Aunque no lo parezca todas estas noticias tienen algo en
común: son los asuntos que le importan a la gente que no va a sufrir las
consecuencias económicas y sociales de la pandemia. Como aconteció
durante la Gran Recesión, la izquierda se distrae discutiendo escándalos
construidos por la derecha mientras se expone al riesgo de
desconectarse de la gente que espera que su gobierno les ayude a superar
la crisis que se les viene encima. Pedro Sánchez haría bien en no
distraerse y aprender de la derecha, que no se distrae jamás. La derecha
y la ultraderecha se han opuesto lo justo y proforma al ingreso mínimo
vital solo para sacarlo cuanto antes de la agenda y volver rápidamente
al ruido y la furia, las armas de deslegitimación masiva de cualquier
gobierno. La buena noticia es que la mayoría de la gente tampoco se
distrae fácilmente y las políticas reales siempre le ganan al ruido y la
furia.
Este domingo, miles de personas se han
manifestado en Viveiro, Lugo, contra el cierre de Alcoa. Por supuesto,
no recibieron ni la atención, ni se les concedió la importancia otorgada
la semana pasada a las flácidas caravanas motorizadas de la
ultraderecha o a las caceroladas de un puñado de Cayetanos. La
diferencia entre ambas es que el ruido y la furia de Núñez de Balboa se
esfumaron con la apertura de las terrazas, mientras que las protestas de
los trabajadores de Alcoa, o de Nissan, y sus familias seguirán ahí
mañana y ellos sí representan al votante medio, a ese votante que hace
ganar o perder elecciones.
El mismo votante medio que
ha escuchado decir durante toda la pandemia que el virus había expuesto
nuestra dependencia industrial exterior, nuestra incapacidad para
producir lo más básico, desde unas mascarillas a unos guantes, y la
necesidad urgente de recuperar un sector industrial que ahora se
renuncia a defender a la primera ocasión. El mismo votante medio que ve
cómo Francia o Alemania dedican el grueso de sus políticas postpandemia a
reforzar y proteger su propio sector industrial, mientras aquí todo
parece empezar y acabar con el turismo. El mismo votante medio que no
entendería que el Ejecutivo español no hiciera lo mismo que franceses y
alemanes y nacionalizara la única planta de producción de aluminio
primario que queda en España. Esa es la agenda que debería importarle a
este gobierno porque es la que le importa a la gente.
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