viernes, 5 de junio de 2020

Gracias a El Asombrario por ser un rincón nutritivo del asombro imprescindible para atravesar los caminos de este mundo sin desesperarse y/o tirar la toalla. Un mensaje imprescindible: la vida sigue, es preciosa y única. Hay que celebrarla, haciendo un corte de mangas a la negrura del paisaje teatral que nos montan los intereses sin alma ni lucidez para gestionar esa misma vida sin la que nada es posible. Celebremos cada respiración, cada aroma agradable, cada sonido armónico, cada palabra justa y bella que nos ilumina, cada mirada que nos permite descubrir el auténtico valor de lo que nos rodea, intentemos infiltrar esos estados sutiles y transformadores en medio de las realidades más grises, torpes e incluso, perversas, y acabaremos flipando, al comprobar lo sencillo, directo y contagioso que es afrontar lo más crudo desde otra perspectiva mucho más revolucionaria de lo que pueda parecer en la teoría. Mucho más 'evolucionaria' que prisionera encadenada en las cavernas del finiquiito asegurado por la misma inercia que lo va creando a expensas de ¡la vida que somos y no atinamos a comprender! Demasiado sencilla para ser cierta, pensamos, y así nos equivocamos constantemente de dirección...No esperemos que nos "salve" nada ni nadie desde fuera de nuestra conciencia autoconsciente, directa y limpia. Si de verdad hay un dios, es ahí donde solo es posible descubrirlo en todo lo que existe, experimentarlo y compartirlo. Ya lo advirtió hace muchos años André Malraux: "El hombre del siglo XXI será espiritual o no será" Y es que sin combustible no hay movimiento, el espìritu es el combustible de la humanidad y de la vida, ignorarlo es mortal de necesidad, para la vida y para la especie. El error más común y negativo es confundir espiritualidad con religión, dogmas, creencias y fijaciones ideológicas, que nos privan de experimentar lo que somos en potencia realizable: somos elàn vital, que dijo Bergson, somos ahimsa que dijo Gandhi, somos la sal, la levadura y la luz, que dice la buene noticia (euangellós) del carpintero de Nazaret, somos el prana, el chi o ki y el Buda, el Tao, que dice en Oriente. Si tenemos dentro el remedio ¿por qué andar buscando recetas en los contenedores de basura, si con nuestra medicina podemos hacer de los contenedores el mejor compost para abonar el huerto infinito de la Vida? Hay que estar muy perdidos, muy drogados, locos o muy ciegos para no ver y perder lo más valioso buscando la felicidad imposible en lo más chungo. Recordemos que la conciencia es la única llave que nos puede abrir la puerta del corral para salir de él y dejar de ser rebaño manejable para empezar a ser HUMANOS adultos de verdad

Naturaleza de papel para celebrar Junio, el mes de la luz

por
El Asombrario. Público

Ilustración de Elena Odriozola para el libro ‘De Natura Florum’, de Clarice Lispector.


Una pequeña cosecha de papel para celebrar Junio, el mes de los días largos, y el 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente. Nos detenemos en dos libros de título parecido que celebran lo verde con gran belleza: el clásico reeditado de Ralph Waldo Emerson, ‘Naturaleza’, y ‘De Natura Florum’, una rareza en torno a las flores, de Clarice Lispector.
Junio, como buen mes de entrada al solsticio de verano, con los días más largos del año, es rico en celebración de Días Mundiales relacionados con la naturaleza y el medioambiente. Si hoy es el Día Mundial del Medio Ambiente, el domingo es el Día de los Vencejos, y el lunes 8, el de los Océanos. El 16 el de las Tortugas Marinas; el 18, el de la Lucha contra la Desertificación, y el 28, el Día Mundial del Árbol. Además, y aquí permitidme un guiño a mí mismo, el 20 de junio, cuando yo nací, ha sido declarado el Yellow Day, el Día Más Feliz del Año. Lo siento por los envidiosos (Risas enlatadas).
Coincidiendo con calendario tan venturoso –a pesar de todo lo que nos pasa- desde la Ventana Verde de El Asombrario no dejamos de recomendaros lecturas sobre lo más natural de cuanto nos rodea. Últimamente nos hemos detenido en el libro del periodista Antonio Cerrillo sobre la emergencia climática, en las novedades de nature writing de la editorial Volcano o en el fantástico volumen que recoge el pensamiento de Félix Rodríguez de la Fuente.
A la Redacción de El Asombrario nos llegan continuas muestras de sabiduría impresa en la savia que contiene el papel. De estilos de lo más variopinto, viva la biodiversidad, Desde Civilizados hasta la muerte (El precio del progreso), de Christopher Ryan, un hombre que se ha hecho famoso en la última década con sus reflexiones sobre la sexualidad humana (publicado por una editorial que merece continuamente nuestra atención, Capitán Swing), y La España del Silencio (Novelas del mundo rural y la naturaleza), del divulgador de la naturaleza Borja Cardelús y Muñoz-Seca (editorial Almuzara), un voluminoso compendio de 700 páginas de relatos suyos en torno al campo, del que podríamos decir que se mueve entre los diálogos de su abuelo, el Muñoz-Seca famoso, cuando hablan los humanos, y las fábulas de Samaniego, cuando son los animales los que dialogan.
Pero de toda la cosecha de esta primavera rara –pródiga en lluvias que han favorecido las celebraciones de la naturaleza, pero parca en las humanas–, hay dos libros en los que me quiero detener, salidos de esa editorial, Nørdica, especializada en crear objetos bellos (el valor de la lectura aparte).

Ilustración de Eugenia Ábalos para el libro ‘Naturaleza’, de Ralph Waldo Emerson.
Por un lado tenemos De Natura Florum, de la autora brasileña-ucraniana Clarice Lispector (1920-1977) (traducción de Alejandro G. Schnetzer), tan especial como todo lo que ella escribió, con esa cadencia de frases que la hacen única y original. El texto apareció en abril de 1971 en Jornal do Brasil como un canto a las flores. La delicadeza de los maravillosos dibujos de Elena Odriozola, humanizando las plantas, ayudan a embellecer lo que Lispector, con su sensibilidad tan extraña, escribió:
“Un tulipán solo no tiene sentido; simplemente no es”.
La orquídea es “hermosa y antipática”.
El centro amarillo de la margarita es “un juego infantil”.
La violeta “es introvertida y su introspección es profunda. No se esconde, como dicen, por modestia. Se esconde para entender su propio secreto”.
El crisantemo tiene “un aire despeinado”.
El jazmín es para los enamorados.
La dama de noche “tiene perfume de luna llena”.
La azalea es “una flor feliz y que da felicidad”.
Por otro lado, de la misma editorial, y con el mismo concepto de tapa dura y bellísimas ilustraciones, en este caso de Eugenia Ábalos, nos re-encontramos con Naturaleza, de Ralph Waldo Emerson (1803-1882) (traducción de Andrés Catalán), ensayo del escritor, poeta y filósofo considerado, junto a su amigo Henry David Thoreau, a John Muir y Walt Whitman, pionero del ecologismo en el siglo XIX. Escribió Nature cuando tenía 33 años y se ha convertido en su gran obra de referencia. Escribió cosas así hace casi dos siglos:
“En los bosques un hombre se quita de encima los años, como la serpiente su piel, y siempre es un niño, sin importar en qué momento de la vida se encuentre. En los bosques se es siempre joven”.
Adiós. “¡Adiós, mundo orgulloso! Me marcho a casa: / no eres amigo mío, ni soy yo amigo tuyo. / Largo tiempo vagué entre tus gentes cansadas; / como un arca fluvial sobre el piélago oceánico / largo tiempo como la espuma me has zarandeado; / pero ahora, ¡mundo orgulloso! me marcho a casa”. (…) “Me marcho a mi propia morada, / en el seno de esas verdes colinas solitarias: / un secreto rincón en una tierra amable, / cuyas arboledas son obra de hadas juguetonas; / donde las verdes bóvedas, durante todo el día, / repiten la redondilla de los mirlos, / y donde pies vulgares no han hollado jamás / un lugar sagrado para Dios y el pensamiento”.
“El campesino era el centro de la escena: / al dar en él, el sol parecía más sereno, / las colinas y nubes conocían su rostro / que guardaba un parecido con los suyos, / gracias a una secreta afinidad conocían / al hijo público de la tierra y el cielo”. (…) “El musgo sobre la corteza de los árboles / fue mi estrella polar en las noches oscuras, / las bayas moradas en el bosque / me proporcionaron la comida necesaria; / pues la naturaleza siempre es fiel / a aquellos que confían en su fidelidad. / Cuando el bosque extravíe mi camino / cuando me engañen la noche y la mañana, / cuando el mar y la tierra me nieguen alimento, / habrá llegado el momento de morir; / entonces mi madre todavía dispondrá / una almohada en su campo más verde, / y las flores de junio acudirán a cubrir / la arcilla de su difunto amante”.
Se trata de sentir esa perfecta unión con la naturaleza, hasta el punto de vernos al final de todo, con la muerte, en arcilla sobre la que crecerán flores.
Flores de junio, precisamente. Digamos que… azaleas.

Ilustración de Eugenia Ábalos para el libro ‘Naturaleza’, de Ralph Waldo Emerson.
  COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.

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