sábado, 5 de enero de 2019

Querido Jorge Riechmann, gracias por tu conciencia y tu palabra y feliz año a pesar de todo o, precisamente, por todo...A veces en el universo sorprendente, menos es más y viceversa

una terrible conjetura astrobiológica

Una terrible conjetura sugiere que en los planetas con tectónica de placas y vida basada en carbono (o algo similar) surgen civilizaciones que, incapaces de aprovechar poco a poco el masivo tesoro energético concentrado en los combustibles fósiles, se precipitan al desastre climático —como nos está sucediendo a nosotros.[1] Los astrobiólogos como Adam Frank tratan de comprender y modelizar esas dinámicas.[2]
Si esa conjetura terrible resulta ser acertada, ¿qué se interpone entre nosotros y ese destino letal? Estrictamente, nada más y nada menos que una creación cultural humana: la ética —con sus posibilidades de autocontención y autoconstrucción.


[1] Adam Frank, J. Carroll-Nellenback, M. Alberti M y A. Kleidon: “The Anthropocene generalized: Evolution of exo-civilizations and their planetary feedback”, Astrobiology vol. 18 num. 5, mayo de 2018; doi: 10.1089/ast.2017.1671; https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/29791236 . Síntesis en Lindsey Valich, “Are all societies destined to destroy themselves?”, Futurity, 7 de junio de 2018.
[2] Véase Adam Frank, Light of the Stars. Alien Worlds and the Fate of Earth, WW. Norton 2018.




el imperativo de lucidez

Algo que valoraba mucho la filósofa Hannah Arendt en W.H. Auden es que para el poeta “lo principal era no abrigar ilusiones engañosas, y no aceptar ideas –sistemas teóricos— que pudieran cegarnos ante la realidad”.[1]
En enero de 1901, Franz Kafka envió una nota de pésame a su amigo Paul Kisch, quien había sufrido la pérdida de un familiar cercano. El escritor le intima a “mantener despejada la mirada”, aunque sabe que no le va a resultar nada fácil hacerlo en esas circunstancias, pero le insiste: “Tienes que intentarlo”.
Mantener la mirada despejada para afrontar el dolor, aconseja Kafka, y Auden: no aceptar ideas que puedan cegarnos ante la realidad. Este imperativo de lucidez yo lo situaría cerca de otras dos recomendaciones básicas: la compasión (o amor caritativo si se quiere, sobre el que tanto han insistido budismo y cristianismo) y la conciencia de interconexión radical entre todos los fenómenos (como nos enseñó Arne Naess por ejemplo).


[1] Hannah Arendt, “Remembering W.H. Auden” (1975), reimpreso en The New Yorker, https://www.newyorker.com/magazine/1975/01/20/remembering-wystan-h-auden-who-died-in-the-night-of-the-twenty-eighth-of-september-1973 


un horizonte de simbiosis

El asunto central que se dirime en la Edad Moderna es la dominación sobre la naturaleza, con la utopía de una dominación total en el horizonte compartido tanto por capitalistas como por la gran mayoría de socialistas. Lo expresaba por ejemplo el economista marxista Ernest Mandel, en 1962, de la siguiente forma:

“A medida que aumentan las fuerzas productivas, la humanidad se va liberando progresivamente de la tiranía de las fuerzas de la naturaleza. Toma conciencia de su medio natural y aprende a modificarlo para sus propios fines. (…) Comienza la marcha triunfal de la ciencia y de las técnicas científicas, que hará del hombre el dueño de la naturaleza y del universo”.[1]
Pero lo que evidencia la crisis ecosocial global –y recoge el concepto de Antropoceno, al menos en alguna de sus interpretaciones− es el fracaso definitivo de ese proyecto moderno. Lejos de domeñar la naturaleza y el universo, nos amenazan catástrofes incontrolables. En nuestro horizonte lo que se dibuja es el colapso civilizatorio e incluso la extinción humana.

Así, el horizonte utópico/ distópico de dominación habría de ser sustituido por uno de simbiosis. De ahí la importancia de la teoría de la smbiogénesis de Lynn Margulis, la teoría Gaia de James Lovelock y Carlos de Castro, las corrientes minoritarias de la izquierda que se han opuesto al productivismo y el extractivismo –desde William Morris a Ivan Illich…


[1] Ernest Mandel, Tratado de economía marxista vol. 1, Eds. Era, México DF 1975, p. 160.

No hay comentarios: