Un hogar debería ser siempre un lugar en el que sentirse seguro. Arrebatar a alguien de este derecho de manera arbitraria es, sin duda, una forma de violencia.
Solo en el mes de noviembre, 60 propiedades de personas de Palestina fueron demolidas o apropiadas por las autoridades israelíes
en Cisjordania y Jerusalén Este, afectando a más de 670 personas. Una
cifra que se suma a las más de 1.600 personas palestinas que en los
últimos dos
años se han quedado sin casa.
Muchas de las personas palestinas desahuciadas son refugiadas, es decir, ya les habían despojado antes de su hogar.
Las demoliciones israelíes de casas, infraestructuras y fuentes de sustento son cada vez más devastadoras
para las familias y comunidades palestinas. Además de sufrir el trauma
de perder su hogar, las familias tienen que pagar el trabajo de las
máquinas de Israel que las hacen pedazos. Otras veces, cuando las
familias no pueden afrontar ese pago, se ven obligadas a destruir sus casas con sus propias manos.
Es inhumano y es ilegal: el traslado forzoso es una infracción grave de la ley internacional, incluida la IV Convención de Ginebra y la
Convención sobre los Derechos del Niño en la que Israel es una de las partes.
No
podemos permitir más demoliciones ilegales, inhumanas. En UNRWA
trabajamos para llevar derechos básicos a la población refugiada de
Palestina, pero no dejamos de exigir una solución justa y definitiva que
acabe con este tipo de situaciones. Únete a este movimiento de solidaridad internacional, hazte socio de UNRWA >>>
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