miércoles, 8 de noviembre de 2017

Requiem por la ppadrastra de Cenicienta



Todo está dicho, sobado y agotado.
Y todo reppetido erre que erre.
Se quedan las palabras tiritando en la nada
con ese toque a viejo
de ensalada pachucha que aliñamos ayer
y que nadie comió por la desgana.

La Esppaña que aprendimos a temer y a soportar
-más que a quererla-  a golpes implacables
de Manolo Escobar y su rondalla
de amores y de carros a destajo,
coplas en minifalda
y cencerradas súbitas en la programación-
nos ha salido rana como era previsible
a poco que parásemos el ritmo
del adoctrinamiento ad infinitum.

En este velatorio de toda lucidez
y túmulo del lumpen color sepia
ya ni quedan banderas que rascar
sino despojos vacuos, como trapos solemnes
como tristes bayetas
derrotadas y exhaustas por la mugre de siglos
que inunda el tanatorio nacional.

Muerto el imperio hispano
hace ya más de un siglo,
muerta la hispanidad en sus blasones
de miseria y de hambre transatlántica
que viene a recordar la inmigración,
muertos los capitostes de la guerra
y sus héroes de pufo y de tebeo,
fósiles las leyendas incumplidas
de los tercios de Flandes
emigrando a Alemania en los sesenta
y de nuevo en el siglo XXI,
muerta la democracia que  soñamos
en aquel colocón de transiciones
fugitivas e inertes igual que catedrales derribadas
al aire de Belchite y otras ruinas infames
¿qué nos queda por ver y deducir?

La autopsia del cadáver sacrosanto.
Reconocer, dar fe del finiquito irreversible,
comprobar que acabó la partida
y que nadie ha ganado el desafío,
que atado y bien atados no hay quien juegue
y por ende jamás habrá quien gane
algo más decisivo que dinero y mortajas adjuntas
andando en este plan desbaratado
antes de comenzar la peripecia.

Hay que decir adiós a las mortajas,
al pésame y al duelo de imposibles,
hay que decir adiós a los fiambres,
a las seguridades con vistas a la fosa común
y al lúgubre glamour del mausoleo.

Hay que soltar amarras y calentar motores
limpios y sostenibles
para recuperar mares y cielos,
las costas que desvelan la existencia
de nuevas latitudes y de nuevos paisajes
que están por descubrir, y por amar,
pero esta vez, por dentro.
Sin batallas.
Sin guerras.
Sin clandestinidad.
Sin avidez.
Sin trucos y sin máscaras.
Sin prisas ni atropellos
pero sin descansar
hasta cerrar la losa
y dejar una flor como recuerdo.

Se nos ha muerto Esppaña
tal como la heredamos.
Hay que reconocerlo y enterrarla
porque sin sepultar
se nos está pudriendo
a tal velocidad exponencial
que acabará con todo sin remedio.

Y para compensar
la pérdida del mal que nos mataba,
habrá que renacer sin reticencias
ni fúnebres recuerdos del pasado.

La vida no es pasado ni futuro
sólo se manifiesta en el presente
con toda su potencia y su belleza,
sin un presente digno
el pasado vomita
la negra maldición de una condena
y el futuro se encoge y se disuelve
como un mísero aborto de sí mismo
antes de que la vida lo despierte
y antes de que su fuerza lo posea.

Y ya reconocido el peso muerto,
una vez enterrado el gazapo fatal
de aquella historia infame,
inaugurar el tiempo del abrazo,
de la misericordia y la hermandad
que cura la heridas
y los odios cerriles enquistados
sin haber hecho nada
que merezca tan repugnante lote
hereditario.

Adiós Esppaña, adiós, ppesadilla fatal,
descansa en paz y que el olvido sano
te sea leve,
déjanos aprender por vez primera
en siglos de maldades y negruras,
a vivir de una vez  sin torturarnos.

No te preocupes, ppatria, no nos llores
ahora que ya estás tiesa igual que una mojama,
saldremos adelante sin tus lazos mortales
alrededor del cuello,
sin tu infame desvelo de madrastra enconada,
te sobreviviremos, no lo dudes,
que los pueblos despiertos no necesitan ppatrias
sino la claridad de sus justos deberes
junto a la dignidad de sus derechos. 




                        Resultado de imagen de coronas de claveles


   

 
Bartolomé de Las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Edición de 1552.  
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Y para terminar el sentido y merecidísimo homenaje fúnebre a nuestra ppadrastra favorita, Ejpaña y olé, oé, oé...nada como echar una ojeada histórica a este testimonio 
en vivo y directo de nuestra herencia maravillosa.
Leedlo y fliparéis, brothers&sisters
Con tales antecedentes no podríamos esperara algo mejor; pero que eso no nos produzca victimitis ni resignación paralizante y llorona sino todo lo contrario: unas ganas enormes de acabar cuanto antes con el anillo del golum mordoriano y recuperar en unos casos y de descubrir en otros, nuestra condición hermosa de elfos y elfas.
   




 



 

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