Las autoridades de la zona euro están provocando una crisis de liquidez en Grecia para forzarla a capitular”
Philippe Legrain, exasesor de Durao Barroso y profesor de la London
School of Economics, advierte que la gran prioridad en la crisis de la
UE ha sido salvar a la banca alemana y francesa
Hernán Garcés y Arthur Vigneron. Traducido del inglés por Gonzalo Garcés
¿A qué fuentes acudirán los historiadores en el
futuro para intentar explicar la mayor crisis que ha golpeado a la Unión
Europa? Es probable que el influyente economista inglés Philippe
Legrain sea una de ellas. Su condición de testigo directo, al haber
ejercido como asesor económico independiente del presidente de la
Comisión Europea—José Manuel Durão Barroso— y jefe del equipo que le
proporcionaba asesoramiento político estratégico, le da una auctoritas de la que carecen otras fuentes.
En su excelente libro European Spring: Why Our Economies and Politics are in a Mess – and How to Put Them Right (sorprendentemente
todavía no editado en España), Philippe Legrain desgrana la respuesta
catastrófica a la crisis por parte de los responsables políticos de la
zona euro y deconstruye tópicos a los que nos
tienen acostumbrados algunos responsables políticos y medios de
comunicación. En la actualidad, es profesor en la prestigiosa London
School of Economics y escribe con regularidad en medios como Foreign Policy, Financial Times o The Guardian.
En una carta al Financial Times,
el vicepresidente del gobierno de Grecia pedía a la Unión Europea una
oportunidad para salir de la trampa de Sísifo respecto a la deuda. Al
parecer, Berlín, Frankfurt y Bruselas no se la quieren conceder. ¿Por
qué?
El nuevo gobierno griego, dirigido por
Syriza, es el primero en cuestionar directamente la mala gestión de la
crisis por parte de las autoridades de la zona euro, dando esperanza a
muchos europeos que están cansados de escuchar que no hay alternativa al
fracaso de las políticas que se han aplicado durante los últimos siete
años. Así pues, las autoridades de la zona euro están resueltas a
impedir su éxito: o Grecia capitula, o se arriesga a ser expulsada
(ilegalmente) del euro. Olvídense de la solidaridad o del respeto a la
democracia: es un feroz chantaje.
El ministro de finanzas de Grecia, Yanis Varoufakis, está siendo criticado por numerosos ministros de la zona euro. En su opinión, ¿está gestionando acertadamente la crisis griega?
Los ministros de la zona euro son, en su mayoría, un grupo gris y
mediocre, lo que les hace sentir envidia y resentimiento frente a
alguien como Yanis Varoufakis, que se muestra seguro de su capacidad
intelectual, es elocuente, y además los medios de comunicación y gran
parte de la opinión pública le aclaman como a una estrella del rock e
incluso como a un sex symbol. De modo que no
deberíamos prestar mucha atención a las críticas personales a
Varoufakis. Al mismo tiempo, Varoufakis no se ha hecho ningún favor al
aparentar estar más concentrado en los medios de comunicación, ya sea en
programas de debate o en la desafortunada sesión de fotos de Paris Match, que en las negociaciones con el Eurogrupo.
Varoufakis tiene que concentrarse en su objetivo
principal —probablemente el alivio de la deuda griega— y desarrollar una
estrategia para conseguirlo. Ello exigirá inevitablemente una política
de negociación arriesgada, lo cual requiere a su vez un plan B por si
las autoridades de la zona euro lo rechazan. El Plan B podría consistir
en introducir una divisa paralela, lo que permitiría al gobierno griego
amenazar de forma creíble con el impago unilateral de la deuda. El
gobierno podría pagar sus cuentas con pagarés negociables cuyo valor se
derivaría del hecho de que podrían ser usados para pagar impuestos
pasados, presentes y futuros. Aunque pueda parecer una locura, el estado
de California hizo eso en 2009 sin abandonar el dólar.
¿Es posible que Grecia tenga que abandonar pronto el euro?
Creo que las posibilidades de que Grecia salga del euro están
aumentando. Las autoridades de la zona euro están provocando
deliberadamente una crisis de liquidez en Grecia, con el fin de forzarla
a capitular. El Banco Central Europeo (BCE) ha cerrado a los bancos
griegos el acceso a la liquidez barata e ilimitada de la que disfrutan
otros bancos de la zona euro, y en su lugar les ofrece, con cuenta
gotas, liquidez excepcional más cara.
El presidente
del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, ha sugerido que Grecia podría
necesitar imponer controles de capital, alentando el retiro de depósitos
de los bancos griegos, y por lo tanto la dependencia de esos bancos del
BCE. Frankfurt también ha rechazado permitir a los bancos griegos
adquirir más bonos del Tesoro griego, limitando las opciones de
financiación del gobierno. Así, las posibilidades de que las autoridades
de la zona euro estén imponiendo demasiada presión y de que Grecia se
vea expulsada accidentalmente del euro —o de que el gobierno griego
llegue a la conclusión de que no tiene otra alternativa que abandonar el
euro— están aumentando. Al mismo tiempo, la opinión pública alemana
está reclamando, cada vez más, que Grecia salga del euro, y por tanto,
la canciller Merkel podría concluir que ella tiene que actuar de acuerdo
con esa opinión.
Entonces, ¿cuáles serían las consecuencias para la economía griega de abandonar la zona euro?
Abandonar el euro sería, al principio, muy disruptivo para Grecia,
especialmente si ocurriera de manera caótica. Indudablemente, habría un corralito para
evitar la fuga de depósitos, controles de capital, confusión sobre qué
contratos se convertirían a la nueva moneda griega, cuándo y cómo, y así
sucesivamente.
Una vez fuera del euro, el gobierno
griego, sin duda, no se sentiría especialmente obligado a devolver el
dinero a los gobiernos de la zona euro y al BCE, responsables de su
expulsión; en particular cuando las deudas denominadas en euro
aumentasen una vez que la nueva divisa griega se hubiese depreciado
frente al euro. Es más difícil prever si Grecia decidiría o no pagar al
Fondo Monetario Internacional (FMI) y los bonos en manos de inversores
privados.
Sin embargo, libre de deuda, con una divisa
mucho más barata y con mucha más libertad política, Grecia recuperaría
pronto el crecimiento, sin lugar a dudas. Cuando Argentina abandonó, en
2001, el régimen de convertibilidad con el dólar estadounidense, su
recuperación comenzó un año más tarde.
Lo que
sucediese después dependería de lo bien que gestionase el gobierno la
economía. ¿Lleva a cabo sus planes para acabar con el poder de los
oligarcas corruptos que tienen el dominio sobre un mercado
“cartelizado”, impulsar la inversión y atraer el know-how y el capital extranjeros para modernizar la economía? ¿O desperdicia la nueva libertad de acción que ha conseguido?
Numerosas autoridades de la zona euro y el ministro de finanzas alemán,
Wolfgang Schäuble, creen que la zona euro sobreviviría al abandono del
euro por parte de Grecia. Sin embargo, unos de los historiadores
económicos más respetados, Barry Eichengreen , afirma que sería un “Lehman Brothers al cuadrado”. ¿Cuál es su opinión al respecto?
El impacto inicial sería financiero. Grecia, casi con toda seguridad,
suspendería el pago de la totalidad de la deuda contraída con las
autoridades de la zona euro, así como el del pasivo de Target 2 del
Banco de Grecia. También afectaría a los bancos extranjeros que aún
están expuestos a la economía griega. Y también dispararía la
especulación sobre cuál sería el siguiente país en abandonar el euro:
¿Portugal? ¿Italia? ¿España? Dicho esto, el BCE podría intervenir para
limitar la fuga de depósitos, y ya está comprando una gran cantidad de
bonos estatales a través de su programa de expansión cuantitativa. Así
que, a corto plazo, creo que el impacto en el resto de la zona euro
sería doloroso pero controlable.
De cara al futuro,
la confirmación de que los países pueden abandonar el euro generaría más
incertidumbre sobre todos los países en dificultades del sur de Europa,
incluida España, asfixiando la inversión y convirtiendo la zona euro en
algo aún más frágil. En un mundo post quantitative easing [ndlr: post-expansión cuantitativa], se haría más probable que se tuviese que activar el programa Outright Monetary Transactions [ndlr:
programa de compras directas], lo cual revelaría que la afirmación de
Mario Draghi de que haría “lo que fuese necesario” para mantener el euro
unido no es tan sólida como parece.
Por último, el
abandono del euro por parte de Grecia provocaría un contagio político.
Si Grecia comenzase pronto a crecer de nuevo fuera del euro —como
incluso algunas autoridades de la Comisión Europea sugieren en privado
que sucedería—, otros países podrían decidir seguir sus pasos. ¿Podría
el euro sobrevivir a la salida de Italia, donde los tres principales
partidos de la oposición son antieuro? ¿Y si fuera Francia?
En 2010, España contribuyó al primer rescate de Grecia con una suma de 9800 millones de euros. En su libro European Spring usted afirma que “el rescate griego fue la segunda etapa del mayor atraco bancario de todos los tiempos”. Un director del Fondo Monetario Internacional
(FMI) y usted indican que el objetivo del rescate no era ayudar a
Grecia sino a los bancos alemanes y franceses. ¿Qué ocurrió exactamente?
¿Lo sabía el gobierno español?
Cuando, en
2010, Grecia se vio aislada de los mercados, su deuda, enorme y en
rápido aumento, era sin lugar a dudas impagable. Tanto los inversores
como los empleados del FMI lo sabían. Por lo tanto, se debería haber
aplicado una quita a esa deuda, como el FMI reconoció después
públicamente. Sin embargo, para evitar que los bancos alemanes y
franceses sufrieran pérdidas, los responsables políticos de la zona
euro, y en particular la canciller alemana Angela Merkel junto al trío
francés compuesto por el presidente de Francia Nicolas Sarkozy, el
presidente del Banco Central Europeo Jean-Claude Trichet y el presidente
del FMI Dominique Strauss Kahn, hicieron creer que Grecia solo estaba
atravesando problemas de financiación temporales. En violación de los
tratados de la UE, cuyas normas impiden los rescates, prestaron dinero
de los contribuyentes europeos al insolvente gobierno griego, en
apariencia por solidaridad, pero con el objetivo real de rescatar a esos
bancos extranjeros. En realidad, este préstamo condenó a los pobres
griegos a una “prisión de deuda”. Al poner los intereses de la banca por
encima de los de los ciudadanos comunes, los responsables de la zona
euro han enfrentado a unos europeos contra otros.
No
puedo confirmar lo que el gobierno español sabía o creía en 2010; para
ello habría que tener acceso a las actas de las reuniones oficiales.
Según Bloomberg, el ministro de economía español Luis de Guindos (y
exdirector de Lehman Brothers España y Portugal) tuvo una posición
bastante agresiva contra Grecia durante el acuerdo del Eurogrupo de
febrero. Desde un punto de visto económico y político, ¿fue una buena
decisión para España?
Luis de Guindos quiere ser el próximo presidente del Eurogrupo, por lo que necesita ser “ más alemán que los alemanes”
para ganarse el apoyo de Berlín. Asimismo, el gobierno del PP quiere
que el gobierno griego liderado por Syriza fracase, con el fin de
disuadir a los españoles de votar a Podemos en las elecciones generales
de noviembre. Por último, al haber aceptado la estrategia liderada por
Alemania de austeridad y reformas estructurales, el gobierno español
tiene un interés directo en la defensa de su postura.
También es verdad que, en términos financieros estrictos, los
contribuyentes españoles perderían dinero con la quita de la deuda de
Grecia, debido a la decisión catastrófica y corrupta de 2010. Pero, en
un sentido estratégico más amplio, los intereses de España en su
conjunto —de hecho, todo el mundo en España, menos los bancos y sus
acreedores— están alineados con los de Grecia. En ambos casos, los
contribuyentes corrientes han sido obligados a pagar los costes totales
de una crisis de la que son, a lo sumo, sólo en parte responsables. En
particular, en ambos casos se han visto obligados a rescatar a la banca
francesa y alemana, cuyas malas prácticas de préstamo alimentaron la
burbuja inmobiliaria en España y la burbuja de consumo público en
Grecia. Al igual que Grecia, España tiene una deuda externa altísima. En
conclusión, los españoles deberían compartir las aspiraciones de los
griegos por una zona euro más justa.
¿Cuál es la solución a la elevada deuda pública de numerosos países de la zona euro?
Por ahora , aunque la
deuda pública española sigue creciendo, continúa siendo sostenible,
aunque eso podría cambiar si el crecimiento se desacelera, la deflación
se profundiza y/o los tipos de interés suben. El principal problema de
España es su enorme deuda privada, y en particular las hipotecas ligadas
a casas cuyo valor se ha desplomado. Sin embargo, los hipotecados no
pueden escapar debido a la injusta ley hipotecaria de España, que
favorece a la banca, y a la falta de voluntad política para infligir
pérdidas en una banca con conexiones políticas que se sigue beneficiando
de un aval implícito de los contribuyentes.
Está
claro, no obstante, que el gobierno griego necesita aliviar su deuda, y
una buena manera de gestionar este proceso sería celebrar una
conferencia sobre la deuda donde acreedores y deudores podrían alcanzar
un gran acuerdo. Eso podría incluir una quita de la deuda a cambio de
reformas, e idealmente también un plan Marshall (o Merkel) de inversión.
Dicha conferencia también podría abordar la deuda bancaria de 64 mil
millones de euros impuesta a los contribuyentes irlandeses (14 000 euros
por persona) y una quita a los préstamos de la Unión Europea a
Portugal.
En una reciente entrevista , Thomas Piketty ha afirmado que “al crear la zona euro hemos creado un monstruo”. ¿Qué opina sobre esta afirmación?
Creo que, mientras que el euro tiene fallos de diseño, la zona euro se
ha convertido en una monstruosidad —una prisión de deudores
glorificados— debido a los errores catastróficos que se han cometido
durante la crisis. Los contribuyentes han tenido que pagar el precio de
las malas prácticas de préstamo de la banca. Los países acreedores, en
particular Alemania y los Países Bajos, han trasladado los costes
totales de la crisis a los países deudores, principalmente a España. Se
ha impuesto un sufrimiento innecesario a la gente común, aplicando una
austeridad colectiva y unos recortes salariales excesivos y prematuros.
Por último, la nueva camisa de fuerza fiscal prohíbe decisiones
legítimas y democráticas sobre fiscalidad y gasto. En conclusión,
necesitamos con urgencia una zona euro más libre, justa y democrática.
En su libro European Spring
usted dice que la zona euro va camino de convertirse en una zona euro
germánica con un marco tecnocrático. Al mismo tiempo, el ministro alemán
de finanzas, Wolfgang Schäuble, asegura que “unas nuevas elecciones no
cambian nada”. Ante este panorama, ¿qué puede hacer España?
En primer lugar, España tiene que elegir un nuevo gobierno [en las
elecciones] a finales de año. En mi opinión, la prioridad del nuevo
gobierno sería conseguir aliviar la deuda de los prestatarios en
dificultades, y en particular los titulares de hipotecas. Si eso implica
que los bancos tengan grandes pérdidas, que así sea; sus acreedores
tendrán que recapitalizarlos soportando parte de esas pérdidas.
Además, Madrid debe hacer causa común con París y Berlín para pedir
políticas y reglas diferentes para la zona euro. Un aumento de la
inversión y unas reformas que se centren en la productividad, y no en el
recorte de los salarios en una búsqueda mercantilista de la
“competitividad”. Reglas fiscales más flexibles que permitan a los
gobiernos democráticamente elegidos responder a condiciones económicas y
prioridades políticas cambiantes, con un BCE cuyo mandato sería
prevenir pánicos, y con la creación de un mecanismo para reestructurar
las deudas de gobiernos insolventes.
Finalmente,
Alemania también debe desempeñar su papel en el ajuste necesario en la
zona euro, relanzando su actividad económica en vez de imponer la
deflación a sus vecinos. Su superávit de cuenta corriente, casi el 8 %
de su PIB, el mayor del mundo, es el desequilibrio más peligroso y
desestabilizador de la zona euro. Se debe presionar a la Comisión
Europea para que haga cumplir en Alemania las reglas del Procedimiento
de Desequilibrios Macroeconómicos de la zona euro. Que se les demande,
si es necesario.
“Los gobiernos
podrían haber abordado con decisión los problemas bancarios en Europa
mucho antes de ahora sin recurrir al dinero del contribuyente”. Como
usted sabe, el contribuyente español pagó 23 465 millones de euros para
rescatar a Bankia. ¿Había alguna alternativa?
La solución era simple: copiar y pegar las leyes de resolución bancaria
que ya habían sido promulgadas en otras partes, por ejemplo en Gran
Bretaña; eliminar a los accionistas de Bankia; y dejar que sus
acreedores cargaran con la deuda, convirtiendo sus bonos en acciones.
Sin embargo, el gobierno español tomó la decisión política de rescatar a
Bankia, que estaba dirigido por el exministro de economía del PP
Rodrigo Rato.
El presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, dijo hace un año que la crisis había terminado en España. ¿Es verdad?
Por supuesto que no. La economía española sigue siendo un 5,7 % menor
que cuando golpeó la crisis hace siete años. El 23,7 % de los españoles
está en paro, y muchos más han quedado directamente fuera de la fuerza
laboral. La deuda privada sigue siendo enorme, al tiempo que la deuda
pública sigue aumentando. De hecho —contrariamente a las afirmaciones
del gobierno de que la austeridad ha “funcionado”—, la recuperación ha
coincidido con la flexibilización de la austeridad extrema del periodo
de 2011 a 2013, mientras que el déficit presupuestario del 5,7 % del PIB
del año pasado fue el más elevado, no sólo de toda la zona euro, sino
de toda la UE. Mientras tanto, con el estancamiento de los salarios, el
aumento del consumo es impulsado por una reducción del ahorro en lugar
del aumento de los salarios. Por lo tanto, España no se ha ajustado con
éxito, ni su recuperación es sostenible.
Usted explica en su libro la crisis de Europa como “una tragedia con un
prólogo y cinco actos”. Al parecer, esta tragedia no va a terminar
pronto. ¿Qué opinión tiene de nuestros responsables políticos?
Pienso que algunos responsables políticos realmente creen,
erróneamente, que la consolidación fiscal y las reformas estructurales
son la solución a una recesión de balance. A otros no les importa y,
cínicamente, solo quieren justificar las malas decisiones que han
tomado. La crisis ha puesto de manifiesto cómo los políticos del establishment
y los tecnócratas de la Unión Europea son generalmente incompetentes, a
veces corruptos, y con frecuencia están peligrosamente desconectados
del ciudadano corriente que sufre las consecuencias de sus decisiones.
Por eso la tragedia puede prolongarse largamente en el tiempo, hasta que
los votantes finalmente digan “basta”.
En su libro, usted propone una serie de reformas para mejorar las
instituciones europeas y nuestras economías: “para escapar de este largo
y oscuro invierno, necesitamos una primavera europea: una renovación
tanto económica como política”. ¿Tenemos que ser optimistas? Soy
optimista en el sentido de que el futuro de Europa no tiene por qué ser
tan desolador como el presente. Los europeos podemos cambiarlo para
mejor. Pero el cambio no ocurrirá de manera automática. Tenemos que
luchar por ello. Es la razón por la cual he puesto en marcha un
movimiento, en europeanspring.org, por una Primavera Europea, por una Europa más dinámica, digna y democrática.
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