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EL PAÍS
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A RAS DE URNA
Experiencia fastuosa la de ayer. Jornada de liberación colectiva.
Para mí comenzó a las 8'30 de la mañana cuando me incorporé al colegio electoral que me habían asignado para ejercer la labor de apoderada por Compromís y acabó a las doce de la noche cuando entregué las actas de las mesas electorales en las sede de la coalición.
Acercarnos unos a otros, hasta ese momento, desconocidos. Expectantes. Sin experiencia en asuntos así; sólo con unos folletos de instrucciones, leyes y normas en la carpeta de la ignorancia, en un lenguaje técnico y desangelado, a veces poco claro y acompañados por una funcionaria que representa a la Administración más dos miembros de de la Policía Nacional. Todos fuimos compañeros de jornada. Los seis miembros de las dos mesas se convirtieron en colaboradores y amigos, que tras el escrutinio y recuento concienzudo, nos abrazamos, contentos y mutuamente agradecidos. Nuestro mundo de interventores y apoderados era una especie de minifamilia improvisada que nos fue haciendo cada vez más próximos y sin mirar para nada la sigla del cartel que colgaba de nuestro cuello con la identificación. Antonio de Valencia en Comú-Podemos. Roberto del Psoe. Laura y Sara del pp, y el compa de C's que sólo apareció un momento por la mañana y no vino a recoger las actas al cierre de la sesión y yo misma por Compromís.
Nuestra misión se convirtió en ayuda a los ancianos en sillas de ruedas, andadores y con bastones o muletas que iban llegando para votar; la zona del barrio es la más antigua, la que perdura aún desde los tiempos en que Patraix era un pueblecito, que ahora se ha quedado como un barrio céntrico, a diez minutos caminando hasta la Plaza de España -centro neurálgico de la ciudad- , y es el reducto donde hay más habitantes mayores que ya no cumplen los 80. Fueron llegando a lo largo de la mañana; las listas electorales no existen ya en Valencia, no sabemos si víctimas de los recortes, así que era imprescindible indicar mesas y secciones para la comprobación de datos. Luego empezaron las colas interminables que se regeneraban sin parar. Los interventores y apoderados compartíamos nuestras ganas de cambio, un funcionario socialista, un jardinero podemita, una escritora más ácrata que otra cosa y las chicas del pp que resultaron ser dos trabajadoras del sector sanitario en paro...preparadas, estudiosas, responsables y humanísimas con todos. Maltratadas por su propio partido. Éramos un grupo humano que tal vez nunca hubiese coincidido de otro modo ni en otro lugar. Únicamente nuestra condición de ciudadanos nos había reunido en un tiempo y en un espacio determinados por la Junta Electoral.
Mientras las papeletas y los sobres volaban a las urnas, y algún visitante con acreditación del pp, vino a revolver el orden y la distribución, entre el grupo se iba consolidado una fraternidad preciosa que se amplió con los policías nacionales que custodiaban el lugar y ayudaban constantemente a las personas con dificultad en el trance de la subida y bajada de escalones de acceso.
Ninguno de nosotros, ni los presidentes y vocales de las mesas, esperábamos una participación tan numerosa y constante; a la hora de comer, ya se había llegado al 44 y 46% de las urnas. Tras un descanso de 2 a 4, volvió el aluvión, ahora eran los jóvenes los que llenaban la entrada y rodeaban las mesas con las papeletas. Observábamos como bajaban los montones de cada partido. La alegría era casi más grande por la participación que por nada. Luego en el recuento los afectados por el pp nos pusimos como unas castañuelas y las afectadas por el miedo al cambio se vinieron abajo, pero se reanimaron un poco y hasta sonrieron cuando les dijimos que nuestra victoria también es la suya, que ya verán como fluyen las cosas y se crean puestos de trabajo en las sanidad y en la educación y en la atención y los cuidados, en el funcionariado que atiende y regula la administración de la Justicia y de la economía limpia, que un Estado justo nunca discrimina a sus ciudadanos porque tengan ideas diferentes, que en la justicia y en los DDHH hay sitio para todos, pero para crear ese espacio, primero, hay que sacar los trastos viejos de la corrupción. Estaban completamente de acuerdo. Finalizamos la jornada con el abrazo final, con un gracias colectivo y un gozo enorme en el interior de cada uno. Incluida la representante de la Administración que se esforzó absolutamente porque todo cuadrase, porque cada dato y cada detalle fuesen los justos y que nadie al revisarlos pudiese invalidar nada.
Disfrutar de ciudadanía a todo tren, fue ayer una experiencia inolvidable. El resultado final de una etapa sorprendente, parte de un largo, tortuoso y apasionante camino de cuatro años interminables que comenzaron el 15 de Mayo de 2011 con el grito sin estridencias de nuestras manos levantadas en el aire y oscilando al viento de otro clima, al ritmo de otro tiempo naciente y de otra forma de entender y compartir la vida cambiando el mundo que pisamos. Viva la ciudadanía que es nuestra casa común, la brújula solidaria y el mapa compartido de nuestra aventura existencial.
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