Precisiones
EL PAÍS
Es cierto que la gestión política a niveles de estado es una jungla en sí misma. Lo llevamos comprobando desde que, afortunadamente, la democracia nos abrió los ojos a la realidad, por esa razón, justo, necesitamos como el comer la participación sana y organizada de las plataformas ciudadanas como guía de lo concreto en la confusión de las abstracciones con que las patologías del poder infectan la percepción gestora de la realidad. Esa participación bien aprovechada y cohesionada puede y debe rellenar el hueco institucional que permite las deficiencias que se han hecho peligrosamente crónicas. Esa circunstancia es ya la madre de la corrupción.
Es evidente que en el estado evolutivo en que nos movemos no se puede construir una sociedad paradisiaca, pero sí es imprescindible que nos ilumine la utopía para idear mejoras e intentar logros positivos entre todos. Un ideal de liberación, de justicia y de unificación de voluntades a través de diálogo, escucha y acuerdo, que nada tiene que ver con el pensamiento uniforme o la repetición de las mismas recetas aplicadas continuamente sin revisar las necesidades y recursos sociales de una en evolución y constante crecimiento, que debe crecer, educarse a sí misma con la flexibilidad de sus paradigmas y sin establecer más bases fijas que el bien común consensuado y mantenido por las leyes que también evolucionan en cuanto a la aplicación y pedagogía cívica, pero manteniendo intacto el sentido ético de su función inspiradora y reguladora de sistema. Para que ese mecanismo se ponga en marcha y funcione con utilidad y eficacia es imprescindible lo que Zapatero llamaba "talante", una orientación abierta y constructiva que se base más en el "nosotros" universal que en el "yo" personal y de partido como personalización y reflejo del ego individual en el colectivo. La función gestora de la política debe empezar a plantearse urgentemente que es tan importante e imprescindible la gestión en sí de los asuntos de gobierno como lo es el modo y las herramientas con que se gobierna y se legisla. Este fue precisamente el modo en que se intentó gobernar la transición y gracias a esa forma de entenderlo, se logró el acuerdo. Pero la gestión política no puede estancarse como tampoco lo hace la evolución histórica y en España se ha estancado. La Transición se petrificó en medio del camino hacia el futuro. Ni psoe ni pp supieron manejar adecuadamente las riendas porque el ego-partido tuvo más importancia que el nosotros del bien común.
En medio del caos actual está comenzando a emerger la conciencia social de la participación, la pieza clave que faltaba en el proceso para poder superar el estado-transicional y bloqueado, por eso se ha desarrollado patológicamente en su lugar el peligroso estado de la transacción permanente que deshumaniza, aliena y animaliza/cosifica el tejido social y mata el alma individual y colectiva impidiendo el desarrollo de la conciencia al que va sustituyendo la automatización mecánica de la mente y de los reflejos superficiales de la percepción haciendo que todo lo que aparentemente construimos carezca de sentido y se estanque en meras transacciones de ideas, intereses, poder y dinero, cosas que deberían ser instrumentos para mejorar se convierten en cadenas para amarrar y paralizar todo. Inteligencia. Emocionalidad. Potencialidad. Creatividad. Ligereza. Flexibilidad en la organización. Empatía. Humanidad, etc...ingredientes sin los cuales ningún sistema político de gestión puede lograr algo que valga la pena, porque taponan los logros de la intuición, del "olfato" y sólo permiten un vegetar de inercias hacia el declive sin arreglo posible, porque la solución es el cambio evolutivo, admitir las deficiencias normales con humildad y corregir el rumbo hacia finalidades y objetivos ya caducados y por supuesto desarrollar métodos y herramientas adecuadas a esas modificaciones de las metas. Porque las metas nunca se logran del todo, no son absolutos sino tramos del camino, sólo nos sirven como señales de tráfico. Las metas no son independientes de nuestro desarrollo, sino el resultado interactivo entre utopía y camino concreto que soluciona puntualmente lo que surge, capaz de combinar una síntesis en el sentimiento entre la emoción que mueve la necesidad y la idea de su realización. En esa vía las puñaladas y la agresividad van dando paso a la interacción saneada por pura praxis, primero, y por el hábito de cultivar lo que mejor nos remunera y gratifica a todos , después. Unas ganancias que son mucho más cualitativas, constructivas y productoras de felicidad que lo que ahora conocemos cuantitativamente como "bienestar social" y que es tan frágil y tan fácil de deteriorar y perder. Ese bienestar social para tener consistencia y no perderse nunca debe ser el resultado de un bienestar de nuestra conciencia individual y colectiva. En cambio se sigue buscando como la panacea universal. Paradójicamente los países con índices más altos en ese tipo de bienestar tienen un índice altísimo de depresiones y suicidios, algo inexplicable cuando se cree que el bienestar material es el único objetivo por el que luchar, esforzarse y trabajar. Pero no es así, el hombre es un ser-puente entre lo animal y lo humano, entre la materia y la energía, entre naturaleza y espíritu y su bienestar nunca será completo si no desarrolla equilibradamente esas dos vertientes esenciales de su ser. Mientras no asuma su condición ni la política, ni la economía ni el trabajo, ni las más despampanantes carreras, ni las relaciones sociales, ni el poder, ni toda la riqueza de este mundo le proporcionarán jamás el bienestar pleno, personal y social, por eso seguirá peleando, compitiendo, usando métodos inicuos como las puñaladas, las calumnias, intrigas, mentiras, traiciones y bajezas de toda laya y haciendo constantemente que el futuro y el presente sean una repetición del pasado, no en los detalles cambiantes, pero sí en la sustancia. Y es ésta la que debe cambiar nuestra condición, si es que de verdad queremos mejorar, crecer y superar este estado carencial de equilibrio, de paz interna, de conciencia y de sistemas de vida.
El futuro sólo puede llegar o no llegar nunca sino quedar estancado en un pantano de basura egocéntrica y petrificante; si seguimos como vamos no habrá futuro. Si, en cambio, nos atrevemos a modificar y a dar un curso distinto a lo aprendido hasta ahora sin despreciar los logros buenos de ayer, -pero no estableciéndonos "eternamente" en ellos-, el futuro será el presente cuando nosotros nos decidamos a permitírselo. Simplemente.
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