"Cuidado con la levadura de los fariseos.
Haced lo que dicen, pero no hagáis lo que hacen"
Jesús de Nazaret
Se han muerto de repente las violetas
esta tarde a las siete, más o menos,
pero no ha sido muerte natural.
Las han matado
Quizás el asesino a tal efecto
se ha servido
del disparo de la mediocridad
o tal vez del puñal alevoso
de ese mal español que todo lo ensarta
sin piedad ni reparo;
el puñal de la trampa, el desgarrón corrupto
del trinque y la carroña
emboscado a la umbría
de la Ínsula Barataria
célebre porque en ella
se muere la poesía del mismo asco
donde la van estrangulando
quedamente los dedos enlodados
de los mercaderes
En su fragilidad de violetas anónimas
indefensas y medio sepultas
no han podido gritar ante el disparo
se les ha roto el grito entre los pétalos
y la mordaza en los pistilos
de nada ha servido darles a última hora
los santos óleos de la indiferencia litúrgica
Mortae sunt, quae non respirant
ha susurrado el vicario adjunto
con aires de registrador
de la propiedad mortuoria
y doctor horroris causa
por la Universidad
sin versidad alguna
y poquísima uni.
Un dolor de doctorado
a tresbolillo, difuminado en gris,
como para hacer inolvidable
el olvido y un corolario ramplón
para la orla de la taxidermia
Se han muerto las violetas esta tarde
eso ha dicho la tele. Pero no estoy segura
de que no lleven muertas más de un siglo,
casi momificadas por el aburrimiento
y el bostezo con que Judas entrega
la escritura del alma
al sanedrín del fango
y entroniza en el surco del vacío
los lugares comunes del entuerto y la bulla
Quizás se nos murieron la violetas
el ocaso en que Becquer se olvidó la poesía
en el ángulo oscuro de otro salón
con arpa y sentimientos.
Sin prisas ni chanchullos.
Sin polvo y sin cenizas.
Sin trámites ni dimes ni diretes
sin ego y sin pamplinas.
Con decencia y ternura para locos hermosos
que confunden las nubes con los versos
y el alma con el alma de los otros
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